OPINI脫N de Jos茅 Luis Rozal茅n Medina.- Desde la terraza del hotel de Palermo, al caer esta tarde, diviso a lo lejos los barcos que se balancean en el puerto adormecido. Todo parece en calma y en paz, pero ah铆 mismo, hace tan solo unas horas, han arribado en una desvencijada patera, exhaustos y enfermos, despu茅s de dejar en el camino quince ahogados, m谩s de cien emigrantes en busca desesperada de un futuro. Entre ellos hay mujeres y ni帽os, pero, sobre todo, hay j贸venes en la flor de su vida
Hace tan solo unas semanas, hemos podido contemplar en los medios de comunicaci贸n a miles de personas vagando por caminos, carreteras, estaciones de ferrocarril intentando llegar a Europa.
Hemos podido contemplar escenas que nos han helado el coraz贸n y han golpeado con fuerza nuestras conciencias: Aylan, el ni帽o muerto sobre la espuma blanca de la playa; la joven madre echada sobre las v铆as del tren enfrent谩ndose a los gendarmes h煤ngaros; un joven-adolescente que, tras una alambrada, gritaba al mundo entero mientras esperaba el tren un discurso estremecedor:“¡Lo que necesitamos no es una limosna, sino que par茅is la guerra en mi pa铆s, Siria, que est谩 siendo devorada por aut茅nticas hienas, por una jaur铆a yihadista totalmente enloquecida y fanatizada. Nosotros queremos volver all铆, a nuestra amada Siria, pero ahora necesitamos y agradecemos todo vuestro apoyo”.
Los j贸venes de todo el planeta necesitan grandes dosis de esperanza para seguir adelante, necesitan ser escuchados para no sumirse en la desesperaci贸n. Europa y toda la cultura occidental no pueden hacer o铆dos sordos a sus problemas, a sus inquietudes de futuro; no podemos levantar muros, ni alimentar el miedo, sino que tenemos la obligaci贸n de acogerlos y tenderles nuestras manos solidarias: Austria y Alemania est谩n dando al mundo una soberana lecci贸n de humanismo, de acogida. Como escribe el profesor Jos茅 Luis Rest谩n: “Lo primero es mirarles a los ojos, y despu茅s, todos juntos, todos los pa铆ses, poner en marcha toda nuestra energ铆a, toda nuestra inteligencia, todo nuestro coraz贸n, para que no se les apague definitivamente la Luz de la Esperanza”.
Vuelvo despu茅s de mi viaje por Italia a Cuenca, mi pueblo castellano. Diviso a lo lejos a un joven pastor africano que, apoyado en su cayado y ayudado por su fiel perro, cuida el 煤nico ganado de ovejas que queda a煤n en el pueblo. Me acerco a 茅l con inter茅s, lo saludo, le pregunto sobre su vida en el pueblo, y, poco a poco, muy amablemente, me va contando sus dudas y esperanzas: “Me siento muy bien tratado aqu铆 en el pueblo, me gusta mi trabajo, disfruto de la paz del campo, pero me gustar铆a poder volver con mi mujer y mis hijos un d铆a a mi tierra… Si estuviese mejor repartida la riqueza en mi pa铆s, si hubiera m谩s justicia, si no hubiese guerras, no tendr铆amos que emigrar”.
Sigo mi camino y, en un peque帽o parquecillo cercano, me encuentro a dos j贸venes madres rumanas. Llegaron desde Bucarest hace ya a帽os, y se encuentran muy bien en Espa帽a. “Nos gustar铆a volver a nuestra patria, me dicen, pero lo vemos dif铆cil, porque all铆 no vivir铆amos como aqu铆; en Ruman铆a dicen que hay democracia, pero a煤n existe mucha pobreza y desigualdad… Las tiran铆as dejan mucha huella, y nosotros las hemos sufrido en nuestras carnes”.
Un poco m谩s adelante me encuentro con Joaqu铆n, de 29 a帽os, labrador, con novia, que tiene completos los estudios de Bachillerato, y que aspira a fundar una familia aqu铆, en nuestro pueblo. Me confiesa que le gusta la vida en el campo, respirar el aire puro, ser labrador, como lo fue su abuelo y su padre; tener su propio negocio, vivir de la agricultura, ser feliz aqu铆 en el pueblo. Pero tambi茅n le gustar铆a: “Que los pueblos tuviesen todo tipo de servicios, para poderse cultivar de una forma integral y completa, como puede hacerlo cualquier persona en la ciudad, con bibliotecas, cines, teatro, m煤sica… Eso ser铆a lo ideal”, me dice.
Me encuentro en mi pueblo con una Semana Cultural, en donde se va debatir sobre los problemas de los j贸venes. Me invitan a participar porque me parece un tema muy oportuno y actual.
Me voy marchando con nostalgia de mi pueblo. Hoy me han hablado de tierras y patrias, de emigrantes y refugiados, de las esperanzas y desesperanzas que los j贸venes del mundo gritan a los cuatro vientos.
Jos茅 Luis Rozal茅n Medina
Catedr谩tico de Filosof铆a
Hace tan solo unas semanas, hemos podido contemplar en los medios de comunicaci贸n a miles de personas vagando por caminos, carreteras, estaciones de ferrocarril intentando llegar a Europa.
Hemos podido contemplar escenas que nos han helado el coraz贸n y han golpeado con fuerza nuestras conciencias: Aylan, el ni帽o muerto sobre la espuma blanca de la playa; la joven madre echada sobre las v铆as del tren enfrent谩ndose a los gendarmes h煤ngaros; un joven-adolescente que, tras una alambrada, gritaba al mundo entero mientras esperaba el tren un discurso estremecedor:“¡Lo que necesitamos no es una limosna, sino que par茅is la guerra en mi pa铆s, Siria, que est谩 siendo devorada por aut茅nticas hienas, por una jaur铆a yihadista totalmente enloquecida y fanatizada. Nosotros queremos volver all铆, a nuestra amada Siria, pero ahora necesitamos y agradecemos todo vuestro apoyo”.
Los j贸venes de todo el planeta necesitan grandes dosis de esperanza para seguir adelante, necesitan ser escuchados para no sumirse en la desesperaci贸n. Europa y toda la cultura occidental no pueden hacer o铆dos sordos a sus problemas, a sus inquietudes de futuro; no podemos levantar muros, ni alimentar el miedo, sino que tenemos la obligaci贸n de acogerlos y tenderles nuestras manos solidarias: Austria y Alemania est谩n dando al mundo una soberana lecci贸n de humanismo, de acogida. Como escribe el profesor Jos茅 Luis Rest谩n: “Lo primero es mirarles a los ojos, y despu茅s, todos juntos, todos los pa铆ses, poner en marcha toda nuestra energ铆a, toda nuestra inteligencia, todo nuestro coraz贸n, para que no se les apague definitivamente la Luz de la Esperanza”.
Vuelvo despu茅s de mi viaje por Italia a Cuenca, mi pueblo castellano. Diviso a lo lejos a un joven pastor africano que, apoyado en su cayado y ayudado por su fiel perro, cuida el 煤nico ganado de ovejas que queda a煤n en el pueblo. Me acerco a 茅l con inter茅s, lo saludo, le pregunto sobre su vida en el pueblo, y, poco a poco, muy amablemente, me va contando sus dudas y esperanzas: “Me siento muy bien tratado aqu铆 en el pueblo, me gusta mi trabajo, disfruto de la paz del campo, pero me gustar铆a poder volver con mi mujer y mis hijos un d铆a a mi tierra… Si estuviese mejor repartida la riqueza en mi pa铆s, si hubiera m谩s justicia, si no hubiese guerras, no tendr铆amos que emigrar”.
Sigo mi camino y, en un peque帽o parquecillo cercano, me encuentro a dos j贸venes madres rumanas. Llegaron desde Bucarest hace ya a帽os, y se encuentran muy bien en Espa帽a. “Nos gustar铆a volver a nuestra patria, me dicen, pero lo vemos dif铆cil, porque all铆 no vivir铆amos como aqu铆; en Ruman铆a dicen que hay democracia, pero a煤n existe mucha pobreza y desigualdad… Las tiran铆as dejan mucha huella, y nosotros las hemos sufrido en nuestras carnes”.
Un poco m谩s adelante me encuentro con Joaqu铆n, de 29 a帽os, labrador, con novia, que tiene completos los estudios de Bachillerato, y que aspira a fundar una familia aqu铆, en nuestro pueblo. Me confiesa que le gusta la vida en el campo, respirar el aire puro, ser labrador, como lo fue su abuelo y su padre; tener su propio negocio, vivir de la agricultura, ser feliz aqu铆 en el pueblo. Pero tambi茅n le gustar铆a: “Que los pueblos tuviesen todo tipo de servicios, para poderse cultivar de una forma integral y completa, como puede hacerlo cualquier persona en la ciudad, con bibliotecas, cines, teatro, m煤sica… Eso ser铆a lo ideal”, me dice.
Me encuentro en mi pueblo con una Semana Cultural, en donde se va debatir sobre los problemas de los j贸venes. Me invitan a participar porque me parece un tema muy oportuno y actual.
Me voy marchando con nostalgia de mi pueblo. Hoy me han hablado de tierras y patrias, de emigrantes y refugiados, de las esperanzas y desesperanzas que los j贸venes del mundo gritan a los cuatro vientos.
Jos茅 Luis Rozal茅n Medina
Catedr谩tico de Filosof铆a