OPINI脫N de Carlos Taibo.- 02.09.13.
La discusi贸n est谩 en la calle: ¿estar铆a aportando la Am茅rica Latina de los gobiernos de izquierda un modelo estimulante que dar铆a respuesta a muchos de los callejones sin salida en los que nos encontramos en el Norte opulento o, por el contrario, y pese a los fuegos de artificio, debemos mantener todas las cautelas en lo que hace a lo que significan esos gobiernos? No olvidemos que muchos de quienes se sit煤an en la primera de esas posiciones consideran que experimentos como el venezolano, el ecuatoriano o el boliviano demostrar铆an la posibilidad de respetar las reglas de la democracia liberal --en ellos hay elecciones razonablemente pluralistas-- al tiempo que se despliegan pol铆ticas sociales que estar铆an cambiando el escenario en franco y afortunado provecho de los desfavorecidos.
Antes de entrar en materia dir茅 que, desde mi punto de vista, no se trata de negar que los gobiernos en cuesti贸n han perfilado pol铆ticas preferibles a las asumidas por sus antecesores. Tampoco ser铆a bueno que, dogm谩tica y aprior铆sticamente, rechaz谩semos todo lo que significan, tanto m谩s cuanto que lo razonable es reconocer que el acoso que padecen por los poderes de siempre a buen seguro que tiene su relieve. Y no parecer铆a saludable, en fin, que cerr谩semos los ojos ante determinadas derivas eventualmente estimulantes como las que hacen referencia a determinadas opciones de cariz autogestionario o a muchos de los proyectos vinculados, antes que con gobiernos, con las comunidades ind铆genas y sus singulares formas de organizaci贸n y conducta.
Pero, anotado lo anterior, y voy a por lo principal, creo que estamos en la obligaci贸n de preguntarnos si experiencias como la venezolana, la ecuatoriana o la boliviana configuran un modelo sugerente y convincente para quienes bebemos de una cosmovisi贸n libertaria. Y la respuesta, que me parece obvia, es negativa. Lo es, si as铆 se quiere, por cinco razones.
La primera de esas razones subraya el car谩cter visiblemente personalista de los modelos que nos ocupan, construidos en buena medida de arriba abajo, y en alg煤n caso, por a帽adidura, con asiento fundamental en las fuerzas armadas. En un mundo como el nuestro, el libertario, en el que hay un orgulloso y expreso rechazo de liderazgos y personalismos, es dif铆cil que encajen proyectos que se mueven con toda evidencia por el camino contrario.
Debo subrayar, en segundo lugar, que no se trata s贸lo de una discusi贸n vinculada con liderazgos y jerarqu铆as: la otra cara de la cuesti贸n es la debilidad de las f贸rmulas que, en los modelos que me ocupan, debieran permitir, m谩s all谩 del control desde la base, el despliegue cabal de proyectos autogestionarios. A ello se suman muchas de las ilusiones que se derivan de la no ocultada aceptaci贸n de las reglas del juego que remiten a la democracia liberal, y en singular una de ellas: la vinculada con aquella que entiende que no hay ning煤n problema en delegar toda nuestra capacidad de decisi贸n en otros.
Anotar茅, en tercer lugar, que en esos modelos el Estado lo es casi todo. Se pretende que una instituci贸n heredada de los viejos poderes opere al servicio de proyectos cuya condici贸n emancipatoria mucho me temo que, entonces, se ve sensiblemente lastrada. Al amparo de esta nueva ilusi贸n 贸ptica a duras penas puede sorprender que pervivan, de resultas, los vicios caracter铆sticos de la burocratizaci贸n y, llegado el caso, de la corrupci贸n.
Obligado estoy a se帽alar, en cuarto t茅rmino, que existe una manifiesta confusi贸n en lo que se refiere a la condici贸n de fondo de la mayor铆a de los proyectos abrazados por los gobiernos de la izquierda latinoamericana. Esos proyectos han apuntado casi siempre a una ampliaci贸n de las funciones asistenciales de la instituci贸n Estado. Nada ser铆a m谩s lamentable que confundir eso con el socialismo (a menos, claro, que quitemos a esta palabra buena parte de la riqueza que le da sentido). Si, por un lado, no se ha registrado ninguna suerte de socializaci贸n de la propiedad --o, en el mejor de los casos, esta 煤ltima ha hecho acto de presencia de manera marginal--, por el otro han pervivido inequ铆vocamente, por mucho que se hayan visto sometidas a cortapisas, las reglas del juego del mercado y del capitalismo.
Me permito agregar una quinta, y 煤ltima, observaci贸n: incluso en los casos en los que la vinculaci贸n de las comunidades ind铆genas con determinados proyectos institucionales ha podido limar algo la cuesti贸n, lo suyo parece concluir que las experiencias objeto de mi atenci贸n han sucumbido con lamentable frecuencia al hechizo de proyectos productivistas y desarrollistas que se antojan reproducciones mim茅ticas de muchas de las miserias que el Norte opulento ha exportado, las m谩s de las veces --sea dicho de paso-- con razonable 茅xito.
Vuelvo al argumento principal: si no hay duda mayor en lo que se refiere al hecho de que los gobiernos de izquierda en Am茅rica Latina han contribuido --unos m谩s, otros menos-- a mejorar la situaci贸n de las clases populares, desde una perspectiva libertaria parece obligado mantener al respecto todas las cautelas. Y entre ellas una principal: la que nace de la certeza de que, con los mimbres desplegados por esos gobiernos, es extremadamente dif铆cil que se asienten en el futuro sociedades marcadas por la igualdad, la autogesti贸n, la contestaci贸n de la miseria patriarcal, la desmercantilizaci贸n y el respeto de los derechos de los integrantes de las generaciones venideras. Al respecto nada me gustar铆a m谩s que equivocarme.
*http://www.carlostaibo.com/
La discusi贸n est谩 en la calle: ¿estar铆a aportando la Am茅rica Latina de los gobiernos de izquierda un modelo estimulante que dar铆a respuesta a muchos de los callejones sin salida en los que nos encontramos en el Norte opulento o, por el contrario, y pese a los fuegos de artificio, debemos mantener todas las cautelas en lo que hace a lo que significan esos gobiernos? No olvidemos que muchos de quienes se sit煤an en la primera de esas posiciones consideran que experimentos como el venezolano, el ecuatoriano o el boliviano demostrar铆an la posibilidad de respetar las reglas de la democracia liberal --en ellos hay elecciones razonablemente pluralistas-- al tiempo que se despliegan pol铆ticas sociales que estar铆an cambiando el escenario en franco y afortunado provecho de los desfavorecidos.
Antes de entrar en materia dir茅 que, desde mi punto de vista, no se trata de negar que los gobiernos en cuesti贸n han perfilado pol铆ticas preferibles a las asumidas por sus antecesores. Tampoco ser铆a bueno que, dogm谩tica y aprior铆sticamente, rechaz谩semos todo lo que significan, tanto m谩s cuanto que lo razonable es reconocer que el acoso que padecen por los poderes de siempre a buen seguro que tiene su relieve. Y no parecer铆a saludable, en fin, que cerr谩semos los ojos ante determinadas derivas eventualmente estimulantes como las que hacen referencia a determinadas opciones de cariz autogestionario o a muchos de los proyectos vinculados, antes que con gobiernos, con las comunidades ind铆genas y sus singulares formas de organizaci贸n y conducta.
Pero, anotado lo anterior, y voy a por lo principal, creo que estamos en la obligaci贸n de preguntarnos si experiencias como la venezolana, la ecuatoriana o la boliviana configuran un modelo sugerente y convincente para quienes bebemos de una cosmovisi贸n libertaria. Y la respuesta, que me parece obvia, es negativa. Lo es, si as铆 se quiere, por cinco razones.
La primera de esas razones subraya el car谩cter visiblemente personalista de los modelos que nos ocupan, construidos en buena medida de arriba abajo, y en alg煤n caso, por a帽adidura, con asiento fundamental en las fuerzas armadas. En un mundo como el nuestro, el libertario, en el que hay un orgulloso y expreso rechazo de liderazgos y personalismos, es dif铆cil que encajen proyectos que se mueven con toda evidencia por el camino contrario.
Debo subrayar, en segundo lugar, que no se trata s贸lo de una discusi贸n vinculada con liderazgos y jerarqu铆as: la otra cara de la cuesti贸n es la debilidad de las f贸rmulas que, en los modelos que me ocupan, debieran permitir, m谩s all谩 del control desde la base, el despliegue cabal de proyectos autogestionarios. A ello se suman muchas de las ilusiones que se derivan de la no ocultada aceptaci贸n de las reglas del juego que remiten a la democracia liberal, y en singular una de ellas: la vinculada con aquella que entiende que no hay ning煤n problema en delegar toda nuestra capacidad de decisi贸n en otros.
Anotar茅, en tercer lugar, que en esos modelos el Estado lo es casi todo. Se pretende que una instituci贸n heredada de los viejos poderes opere al servicio de proyectos cuya condici贸n emancipatoria mucho me temo que, entonces, se ve sensiblemente lastrada. Al amparo de esta nueva ilusi贸n 贸ptica a duras penas puede sorprender que pervivan, de resultas, los vicios caracter铆sticos de la burocratizaci贸n y, llegado el caso, de la corrupci贸n.
Obligado estoy a se帽alar, en cuarto t茅rmino, que existe una manifiesta confusi贸n en lo que se refiere a la condici贸n de fondo de la mayor铆a de los proyectos abrazados por los gobiernos de la izquierda latinoamericana. Esos proyectos han apuntado casi siempre a una ampliaci贸n de las funciones asistenciales de la instituci贸n Estado. Nada ser铆a m谩s lamentable que confundir eso con el socialismo (a menos, claro, que quitemos a esta palabra buena parte de la riqueza que le da sentido). Si, por un lado, no se ha registrado ninguna suerte de socializaci贸n de la propiedad --o, en el mejor de los casos, esta 煤ltima ha hecho acto de presencia de manera marginal--, por el otro han pervivido inequ铆vocamente, por mucho que se hayan visto sometidas a cortapisas, las reglas del juego del mercado y del capitalismo.
Me permito agregar una quinta, y 煤ltima, observaci贸n: incluso en los casos en los que la vinculaci贸n de las comunidades ind铆genas con determinados proyectos institucionales ha podido limar algo la cuesti贸n, lo suyo parece concluir que las experiencias objeto de mi atenci贸n han sucumbido con lamentable frecuencia al hechizo de proyectos productivistas y desarrollistas que se antojan reproducciones mim茅ticas de muchas de las miserias que el Norte opulento ha exportado, las m谩s de las veces --sea dicho de paso-- con razonable 茅xito.
Vuelvo al argumento principal: si no hay duda mayor en lo que se refiere al hecho de que los gobiernos de izquierda en Am茅rica Latina han contribuido --unos m谩s, otros menos-- a mejorar la situaci贸n de las clases populares, desde una perspectiva libertaria parece obligado mantener al respecto todas las cautelas. Y entre ellas una principal: la que nace de la certeza de que, con los mimbres desplegados por esos gobiernos, es extremadamente dif铆cil que se asienten en el futuro sociedades marcadas por la igualdad, la autogesti贸n, la contestaci贸n de la miseria patriarcal, la desmercantilizaci贸n y el respeto de los derechos de los integrantes de las generaciones venideras. Al respecto nada me gustar铆a m谩s que equivocarme.
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