OPINIÓN de Juan Carlos Monedero .- El loco, decía Lacán, no es el desequilibrado mental que se cree rey, sino el rey que se cree rey. Ser rey en 2013 es como usar un calcetín para no preñar, creer que la luz eléctrica la enciende el diablo o darse con un látigo de cinco puntas en la espalda para que los pecados se blanqueen. Por eso las coronaciones o los matrimonios reales necesitan ser tan efectistas: tienen que compensar con oropel y maneras antiguas lo increíble del asunto. ¿Te acuerdas, Felipe, de tu boda y todo aquel gasto descomunal? Los reyes, además, tienen que llenar de brumas su pasado, para que no aparezca un puñal, un veneno, una traición, un matrimonio de conveniencia, un soborno, una matazón de campesinos. ¿Quién fue el primero de la saga? Reyes, dinastías, príncipes herederos, argumentos legitimistas... Pudo ser o no. Los borbones son un accidente. Viendo la historia, un desafortunado accidente. No es que los Habsburgo, vulgo Austrias, fueran mejores. Ni mucho menos.