OPINIÓN de Ana Cuevas Pascual .- Dentro del maremágnum social y político que nos envuelve nos cuesta escuchar los desesperados gritos de socorro del Planeta. Y lo hace a pleno pulmón constantemente, no solo el día mundial del medio ambiente. Cada minuto, cada segundo que el ser humano invierte en esquilmar el entorno que le sustenta, la madre tierra nos avisa de que nuestra prepotencia de monos parlantes y embusteros nos va a traer la ruina. Otra clase de ruina, mucho más abismal que la económica, para toda nuestra especie. Chernobyl o Fukushima acarrearon consecuencias letales para millones de personas. Una muerte invisible y silenciosa que emponzoñó el aire, las tierras y las aguas durante cientos, quizás miles, de años. Pero como ya se sabe, somos el único animal que tropieza dos o más veces en la misma piedra. En España, un homínido arrogante que ejerce de ministro, nos planta un pedrusco del tamaño de la central de Garoña aduciendo razones crematísticas. Que hay dinero de por