OPINIÓN de Emilio Cafassi, Uruguay.- Luego de casi dos siglos de dominio oligárquico del Uruguay (no exento de una ya superada violencia al interior del propio bloque dominante) la pérdida del poder político parece exaltar sus más viscerales pasiones. Aunque sólo se trata de esa ceñida esfera del poder, ya que el económico, mediático y hasta jurídico -a través de la SC de (in)Justicia- continúa incólume y detentado por los mismos, la nostalgia los lleva estos días a oscilar entre la imprecación enardecida y la búsqueda de cualquier migaja sobrante que puedan pellizcar desde la base del tobogán por el que se han precipitado electoralmente. Los objetivos fueron acotándose secuencialmente. El más optimista fue el de impedir en la primera ronda las mayorías parlamentarias del FA tratando de que la sumatoria de todo el resto del arco lo superara en representación legislativa. Y desde esa hipotética perspectiva tratar de alinear a la casi totalidad del espectro político para ganar el pod