OPINIÓN de Ilka Oliva Corado. - A estas horas de la oscurana escribo estas letras con el dolor profundo que me hermana con el pueblo argentino, mi pueblo. Hablo del pueblo raso, del pueblo real, de donde viene mi raíz . Hablo de esa sangre milenaria latinoamericana que siempre ha sido oprimida y vendida al mejor postor. De aquella que dicen unos genocidas hampones, que conquistaron y la hicieron civilizada. Hablo de ese dolor amargo de sentirnos traicionados, de reabrir la herida que comenzaba a sanar. Estas palabras muchos quisieran que fueran sepultureras y afirmar que sí, que nos dimos por vencidos, que Latinoamérica murió, que no hay por dónde lucharla, por dónde rescatarla, que de nuestra Patria Grande ya no queda nada, que soñarla libre de ingratos es cosa de melancólicos fracasados. Que hablar de mártires pasó de moda y son patadas de ahogados. Que recordar masacrados es de mal gusto, que el futuro es hacia adelante no hacia atrás. Que el pasado hay que olvidarlo, Que los