OPINIÓN de Ilka Oliva Corado.- Eran los primeros días de la década del noventa y Ciudad Peronia comenzaba a llenarse de champas, de gente que llegaba de otros arrabales y del occidente del país a invadir el sector al que ahora se le conoce como El Mirador. Aquellos eran montarrales, calles de talpetate y un mercado al aire libre, un tierrero donde los vendedores tiraban costales y cajas de cartón para que sirviera de mesa para poner sus ventas.