OPINIÓN de Mauricio Castaño H ., Colombia.- La cotidianidad de la ciudad se refleja en sus calles, en su diario vivir. La ciudad es centro y periferia. En su centralidad se manifiesta, se lee lo que ha sido, lo que es. Cuando se camina uno se encuentra con su espacio público atestado de ventas informales de toda clase, en cuatro astillas de palos reciclados. Tienden un pedazo de tablilla sobre la cual exponen baratijas a la venta, y así son miles de ellas por todo el corazón de la ciudad de Medellín, los censos hablan de tres mil formalizados y unos veinte y tres miles informalizados. Mientras más recorres más observas los caras de la miseria, carretilleros peleándose un posible comprador de una fruta magullada, o de miles de toldillos disputándose en vender baratijas a aquellos que van al rebusque para hacer rendir cuando más tres dólares diarios ganados el día anterior. La visual es un reguero extendido por toda la ciudad de toldillos, puestecillos, de baratijas. Si reparas en l