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El comportamiento de los gatos

Javier Ortiz 11.08.03. - Desde que llegamos a Aigües de vacaciones, una gata y un gato muy parecidos entre sí –salvo por el tamaño, claro está– se instalaron con nosotros. Adoptaron un orden del día inmutable: por la mañana, a primera hora, firmes en la puerta de casa, reclamándome su comida; después, juegos varios y carantoñas mutuas en el jardín; más tarde, siesta... Siempre el uno junto a la otra, a todas partes juntos. Anteayer por la mañana sólo apareció ella. Reclamó su comida, se la puse, comió algo –poco– y se fue de casa, camino abajo. Ayer repitió la operación, con una variante: después de comer se tumbó a descansar, pero no junto al porche de la casa, sino a buena distancia. Me pareció notarle una actitud recelosa. De su –hasta la víspera– inseparable compañero, ni noticia. Esta mañana, cuando he abierto la puerta de la casa, estaba allí, como todos los días, con sus preciosos ojos oscuros mirándome. Cuando he ido a ponerle la comida, he descubierto que tenía p




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