OPINIÓN de Javier Madrazo Lavín. - El coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón, ha necesitado un año para asumir una evidencia, que muchas voces progresistas denunciaron en el momento en el que esta formación política acordó suscribir una coalición electoral con Podemos para concurrir conjuntamente a los comicios generales celebrados en junio de 2016. En algunos sectores de la organización se instaló el miedo a que IU fuera arrasada electoralmente por una fuerza en alza, encabezada por un líder carismático como Pablo Iglesias, a pesar que en las elecciones de diciembre de 2015, cuando se presentaron por separado, IU tuvo más de un millón de votos. Sin duda alguna, esta inquietud estuvo en el origen de una alianza, más oportunista y tacticista que estratégica, abanderada por el PCE y por el propio Alberto Garzón, quien ahora ha sabido hacer una autocrítica inteligente, más allá de las urgencias que le llevaron a sellar el compromiso con Podemos.