OPINIÓN de Salvador González Briceño.- El que a dos amos atiende con alguno queda mal, dicta el refrán. La autopsia del fiscal Alberto Nisman sustenta que no intervinieron “terceras personas”, como lo sostiene la fiscal del caso Viviana Fein; o el dicho del cerrajero, que la puerta estaba abierta. ¿Pero cómo, si vivía en un apartamento exclusivo y vigiladísimo?
Dice el buen policía que no hay crimen prefecto. Ni siquiera los del Jack el Destripador, o el de los peores asesinos. Las mejores tramas de las novelas policiacas de los más famosos del género, incluso se basan en el más mínimo vestigio hasta que descubren la verdad “científica”.
¿Se quitó Nisman la vida con el arma calibre 22 que pidió prestada al empleado de la fiscalía, la madrugada del domingo 18? Como se cuestionó la presidenta Cristina Kirchner, ¿qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?
¿Nisman estaba siendo forzado a sostenerse en la tesis de la infiltración iraní, en aquél atentado contra la AMIA que dejó a los 80 muertos y los más de 300 heridos, que investigaba hacía 10 años? ¿La intención sigue siendo el involucramiento de autoridades locales? ¿De plano la presión era para Nisman de tal calado que la presentación del caso ante la Comisión Penal de la Cámara de Diputados le orilló a darse un tiro?
Por un lado se dice que quienes conocían a Nisman sabían de su estrecha relación con Jaime Stiuso, ex jefe operativo de la Secretaría de Inteligencia (SI), que había sido corrido del cargo el diciembre anterior, por el descabezamiento de la SI. El propio Nisman lo reconocía como amigo cercano.
El caso es que Nisman sostenía la tesis de que el gobierno argentino habría pactado la impunidad de los sospechosos iraníes, y que el punto clave era que el canciller Timerman haría gestiones para que se levantaran las órdenes de captura “con alertas rojas” contra los sospechosos iraníes.
Pero eso no fue cierto, lo sostenían aún contra la versión de Nisman, los dos protagonistas centrales del caso AMIA, uno exsecretario general de Interpol, Roland Noble, y el juez de la causa Rodolfo Canicoba Corral.
La revelación de Wikileaks es que Nisman sostenía vínculos con la Embajada de Estados Unidos. Es la relación con Stiuso. Dicha relación fue publicada por Santiago O´Donnel en los libros Argenleaks y Politileaks. Nisman presentaba sus proyectos a la embajada, que los funcionarios aceptaban o rechazaban.
En el mismo tenor: “También los cables mencionan varios reportes de la embajada en 2008, cuando el fiscal llegó a pedir disculpas hasta tres veces porque no les anticipó sobre los procedimientos que había ordenado para el expresidente Carlos Menem, el ex juez federal Juan José Galeano, el ex jefe de SIDE Hugo Anzorreguy, el ex comisionado Jorge Palacios y el entonces titular de la DAIA Rubén Beraja. Los oficiales norteamericanos de nuestra Oficina Legal le han recomendado al fiscal Alberto Nisman que se concentre en los que perpetraron el atentado y no en quienes desviaron la investigación”, según el cable del 22 de mayo de 2008.
“Nisman nuevamente se disculpó (por no haber informado a la embajada su decisión) y se ofreció a sentarse con el embajador Anthony Wayne para discutir los próximos pasos. Los detalles de los cargos criminales contra Menen y los otro sospechosos fueron una sorpresa. Hasta ahora tenía una relación excelente y fluida con Nisman”, dijo la embajada… Desde la embajada no estaban de acuerdo con la pista siria, ni con las investigaciones de la conexión sobre los iraníes, y que diera elementos que pudieran cuestionar esa línea. El 27 de febrero de 2011, los norteamericanos dijeron: “no hay que orientarse a la pista siria ni a la conexión local. Seguir esas pistas podría debilitar el caso internacional en contra de los acusados iraníes”.
El caso es que Nisman, o no podía sostenerse en la tesis iraní, tampoco en la incriminación local. Sus amos eran más que uno. Muerte y caso enredados. O las pistas están a la vista.
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