Ir al contenido principal

Haití: no a los hechos consumados

Por Jorge Gómez Barata

El retorno, poco menos que triunfal de Jean-Claude Duvalier a Haití no es el inicio sino la culminación de una elaborada y repugnante maniobra que reinstala en el panorama político caribeño y latinoamericano un capitulo que parecía sepultado en el fondo de los tiempos.

Al aceptar que un personaje de semejante ralea retorne a la política en el país que humilló, es un evento surrealista que pudiera ser aplaudido por Somoza, Trujillo, Batista y Stroessner a quienes la tolerancia haitiana parece legitimar. Al aceptar tan grotesco hecho la OEA, la ONU, Estados Unidos y el gobierno haitiano se descalifican absolutamente como factores estabilizadores en Haití.

Desde la lejanía, Jean-Bertrand Arístides, quien no tiene los macabros antecedentes del Baby Doc, aunque tampoco aliados tan influyentes y que también debería formar parte del pasado; reclama el derecho al retorno, lo cual, seguramente se producirá en breve, entre otras cosas porque nadie tiene moral ni autoridad para impedirlo.

Con ellos retornaran también al escenario político haitiano los gorilas y vende patria que en períodos recientes, de modo cruento y cada vez más violento, se han desplazado unos a otros del poder. Las nuevas rondas políticas entre tales elementos permitirán presenciar uno de los más grotescos espectáculos políticos de que se tengan noticias.

Haití, un país ocupado militarmente por la ONU la cual se dice responsable por el “orden” pero no por el bienestar de esa nación, un sitio donde operan unas 10 000 organizaciones no gubernamentales y donde el débil gobierno existente ha sido superado por su escasa capacidad de convocatoria y por acontecimientos nefastos, los más recientes, el devastador terremoto y la epidemia de cólera más relampagueante y letal que se haya desatado en mucho tiempo.

Una increíble sucesión de eventos nefastos entre los que figuran una revolución brillantemente ejecutada e infelizmente encaminada, una cruel venganza de Francia que apresó e hizo morir en sus galeras a un libertador y único caso en que una potencia cobra millones de francos en oro a un pueblo por la libertad; unido a una interminable sucesión de dictaduras de la cuales los Duvalier fueron de los capítulos más recientes, corrupción en grado superlativo, incultura y sus compañeras inseparables: pobreza y exclusión han conducido a la situación más desesperada que pueblo alguno haya conocido nunca.

La represión, el crimen y el exilio han hecho que no existan en Haití vanguardias políticas, fuerzas de izquierda o élites culturales capaces de convocar a la resistencia ni haya estructuras de participación de la sociedad civil. No hay en el martirizado país gobierno solvente y tampoco fuerzas políticas realmente habilitadas para disputar el poder y encabezar la búsqueda de alguna solución.

En términos estrictamente políticos, Haití vive ahora momentos de mayor infortunio que aquellos cuando, doscientos años atrás, a fines del siglo XVIII Toussaint Louverture dirigió la única sublevación de esclavos que condujo a la formación de la primera nación negra y la única fuera de África que encumbró a los únicos emperadores de ébano de la modernidad.

Lo que ahora ocurre y que parece un hecho consumado con la participación de Francia, la mirada entre cómplice y tolerante de las fuerzas de estabilización y de la estructura ejecutiva de la ONU y la OEA, la pasividad de Estados Unidos, la incapacidad del gobierno haitiano y el frívolo leguleyismo del sistema judicial vernáculo, han obrado el milagro de sintonizar el sistema político haitiano con la situación material del país. Como la Nación la democracia haitiana está en ruinas y gravemente enferma.

Nadie sabe si algún día llegará el momento en que la nación haitiana y su juventud puedan mirar adelante, sacudirse el polvo de los siglos y encarar por ellos mismos el porvenir. En Haití es la hora de gritar: revolución, mas no hay quien lo haga.

Lo que pueden hacer los gobiernos latinoamericanos, aunque sea el registro es repudiar el reciclado político de Duvalier y aplicar a su presencia en el escenario haitiano la cláusula aprobada para lidiar con los golpes de estado y los atentados a la democracia y a las débiles instituciones.

Tratar con Duvalier, concederle beligerancia y legitimarlo como alternativa política son actos tan indecentes e inmorales como fueron las dictaduras del padre y del hijo.




">


ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio Digital (elmercuriodigital.es) se edita bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible




AI FREE: DIARIO LIBRE DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL