Por Nazanín Amirian
Tras diez años de mirar para otro lado, el presidente de Afganistán, Kamid Karzai, denuncia a la OTAN por el uso de armas químicas en sus operaciones. Decenas de miles de afganos han sido sepultados en sus casas de adobe, bajo toneladas de bombas lanzadas por quienes iban a salvarles de los criminales talibanes, y ahora negocian con éstos para devolverles al poder. Y todo, en nombre de la seguridad y el bienestar de otros pueblos.
Más allá de los pretextos y propagandas, lo cierto es que el objetivo real de la organización militar fue instalarse en el corazón de Asia Central y lo ha conseguido. Ésta invasión, para algunos países como España, ha sido la vía de entrada a una región estratégica y rica en recursos naturales, que contiene desde gas y perolero hasta uranio y oro.
La guerra, incluida la “humanitaria”, es un negocio de bajo riesgo y altas ganancias, que sirve para vender armas, probar las nuevas, deshacerse del stock y destruir un país para reconstruirlo, con el dinero público y el de las propias víctimas.
La Alianza ha anulando la razón de ser de la ONU, como organismo creado para resolver los conflictos vía diplomática. Está rechazando cualquier propuesta de paz y de mediación en un conflicto como el libio. Aquí, la OTAN, que lleva cuatro meses bombardeando esta nación, ha pasado de establecer una zona de exclusión aérea a intentar matar a su jefe de Estado y balcanizar el país mediterráneo. Tiempo a tiempo para que vean necesaria la ocupación terrestre del país. La OTAN que intenta controlar este mar, está realizando maniobras cerca del puerto sirio de Tartus, donde Rusia cuenta con una base naval, la única que posee en el Mediterráneo.
El ataque a Libia sucede después de que EEUU le presionara en 2004 para destruir sus bombas químicas. Una vez desarmada, ha sido asaltada por sorpresa. Algo parecido se hizo contra Irak. Se le atacó en 1991, sabiendo que carecía de armas de destrucción masiva y su ejército salía destartalado de una contienda de ocho años con Irán. A éste último país impiden armarse, mientras las tropas de la Alianza Atlántica le han cercado por los cuatro costados. Enemigos debilitados y con enromes reservas de hidrocarburo.
¿Recursos ajenos para preservar el bienestar en Europa? Pero antes de invadir Irak el barril de petróleo costaba 25 dólares y hoy ronda los 80; el pastel no se suele repartir entre la población, todo lo contrario.
La promesa de Fogh Rassmosen, secretario general de la OTAN, el brazo armado del capitalismo más agresivo, de “ayudar a que la Primavera Árabe verdaderamente florezca” suena a chiste de mal gusto.
La democracia real es inviable estando implicado en la matanza de otros pueblos. Una España democrática trabajaría a favor de la paz y contribuiría a la desmilitarización de las relaciones internacionales.
Tras diez años de mirar para otro lado, el presidente de Afganistán, Kamid Karzai, denuncia a la OTAN por el uso de armas químicas en sus operaciones. Decenas de miles de afganos han sido sepultados en sus casas de adobe, bajo toneladas de bombas lanzadas por quienes iban a salvarles de los criminales talibanes, y ahora negocian con éstos para devolverles al poder. Y todo, en nombre de la seguridad y el bienestar de otros pueblos.
Más allá de los pretextos y propagandas, lo cierto es que el objetivo real de la organización militar fue instalarse en el corazón de Asia Central y lo ha conseguido. Ésta invasión, para algunos países como España, ha sido la vía de entrada a una región estratégica y rica en recursos naturales, que contiene desde gas y perolero hasta uranio y oro.
La guerra, incluida la “humanitaria”, es un negocio de bajo riesgo y altas ganancias, que sirve para vender armas, probar las nuevas, deshacerse del stock y destruir un país para reconstruirlo, con el dinero público y el de las propias víctimas.
La Alianza ha anulando la razón de ser de la ONU, como organismo creado para resolver los conflictos vía diplomática. Está rechazando cualquier propuesta de paz y de mediación en un conflicto como el libio. Aquí, la OTAN, que lleva cuatro meses bombardeando esta nación, ha pasado de establecer una zona de exclusión aérea a intentar matar a su jefe de Estado y balcanizar el país mediterráneo. Tiempo a tiempo para que vean necesaria la ocupación terrestre del país. La OTAN que intenta controlar este mar, está realizando maniobras cerca del puerto sirio de Tartus, donde Rusia cuenta con una base naval, la única que posee en el Mediterráneo.
El ataque a Libia sucede después de que EEUU le presionara en 2004 para destruir sus bombas químicas. Una vez desarmada, ha sido asaltada por sorpresa. Algo parecido se hizo contra Irak. Se le atacó en 1991, sabiendo que carecía de armas de destrucción masiva y su ejército salía destartalado de una contienda de ocho años con Irán. A éste último país impiden armarse, mientras las tropas de la Alianza Atlántica le han cercado por los cuatro costados. Enemigos debilitados y con enromes reservas de hidrocarburo.
¿Recursos ajenos para preservar el bienestar en Europa? Pero antes de invadir Irak el barril de petróleo costaba 25 dólares y hoy ronda los 80; el pastel no se suele repartir entre la población, todo lo contrario.
La promesa de Fogh Rassmosen, secretario general de la OTAN, el brazo armado del capitalismo más agresivo, de “ayudar a que la Primavera Árabe verdaderamente florezca” suena a chiste de mal gusto.
La democracia real es inviable estando implicado en la matanza de otros pueblos. Una España democrática trabajaría a favor de la paz y contribuiría a la desmilitarización de las relaciones internacionales.
