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Caso Murdoch, ficciones de la vida real

Por Salvador Briceño  

Desde que en el terreno de la literatura se descubrió que los relatos imaginarios/futuristas dejaron de ser argumento sustantivo para la ciencia ficción, ésta cayó en declive y el libro sobre estos temas dejó de venderse en las estanterías y los puestos de periódico del mundo. Claro que en el fondo destaca el precepto, ni más ni menos ontológico, comprobado por la historia reciente —segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI—, que la realidad supera siempre cualquier invención, por mucho que se base en los últimos avances de la ciencia dura.

Por supuesto que los novelistas del ramo tienen otra explicación posible: Que la ciencia ficción al estilo de Frankenstein de Shelly o La máquina del tiempo de Wells, verbigracia, alcanzó su declive con la “decadencia de las utopías políticas” y porque éstas encontraron relevo, antes bien, en historias de fantasías y mutantes estilo ensoñaciones infantiles, o de simple entretenimiento, como El señor de los anillos de J.R.R. Tolkein o Harry Potter de J.K. Rowling, que se abrieron paso como negocios multimillonarios en todas sus presentaciones para autores y productores: historias escritas, filmaciones para el cine y la televisión, así como la distracción y una amplia gama de suvenires.

En otras palabras, que en estos tiempos la realidad supera siempre a la ficción a ojos vistos; porque se presenta desnuda y con toda la crueldad que el hombre puede manifestar en estos tiempos de angustia y naufragio individual, así como abandono y desintegración social, manifiesta en climas de violencia generalizada, cinismo y brutalidad. Además porque vende, en todos los medios de comunicación masiva cuya influencia se ganó a millones de lectores, radioescuchas y televidentes, al igual que, últimamente, a una amplia gama de internautas —como las páginas que reproducen acciones violentas.

Luego entonces, lo que parece un simple trance para la ciencia ficción, en el fondo de lo que se trata es del impacto de la llamada revolución generada desde los propios medios de comunicación, que conlleva una gama de opciones y posibilidades, productos y alternativas, para la misma sociedad, para el o los Estados en todos los terrenos de la actividad y la creación humana: la literatura, la ciencia, el arte, etcétera; y su difusión, el espionaje, la comunicación, etcétera.

Más cuando el internet se abrió paso en todos los ámbitos de dicha intercomunicación. Cambiaron muchas cosas y de manera radical; de ahí lo revolucionario del asunto. De ahí también la presión para que los esquemas tradicionales cambiaran o se quedaran en las prácticas del pasado en los terrenos mencionados. Un caso especialmente importante es el de los medios impresos tradicionales.

El ejercicio del periodismo en los consorcios de la comunicación a escala mundial [monopolios como el de Rupert Murdoch, el News Corporation, que concentra varios medios impresos y está a un tris del hundimiento por las indagatorias que lo tienen y pondrán en el banquillo de los acusados en varios países] que llegaron a la cumbre gracias al amarillismo o sensacionalismo [el chisme, así sea de la realeza en todo su esplendor, de alfombra roja, en los países donde sobreviven los resabios de las viejas y corroídas cortes medievales; en pocos de ellos subsisten como autoridad moral sino más bien simbólica y a un costo muy elevado en su manutención]; es decir, basados en una información que pasa por trascendental pero apenas alcanza la curiosidad en la superficialidad.

Lo peor de todo: el estilo de periodismo [nada qué ver con el compromiso de informar o crear opinión pública, y menos lectores conscientes y críticos de la situación local o mundial, digamos bajo un código de conducta bajo preceptos morales y legales] refleja las prácticas añejas del soborno, el espionaje, la mentira y la dicha vacuidad del producto ofrecido a sus lectores como saldo de la investigación o hasta el periodismo comprometido y con responsabilidad social; el caso específico de The Sun y The Times. No obstante útil a un sistema capitalista e ideológico indigno de la verdad y la claridad de los acontecimientos; o de tomar conciencia de una situación lamentable, local y mundial, para proceder acciones socialmente útiles y benéficas.

Pero todo menos eso. Por lo mismo la hoy judicialización de las empresas Murdoch, el magnate australo-estadounidense de medios inglés y de EU, cuya fortuna está calculada en 6 mil 300 millones de dólares en Forbes, y con 27 cadenas de televisión controla el 40% de la señal en Estados Unidos. Resulta que el pasado 7 de julio cerró definitivamente News of the World, con un tiraje de 3 millones de ejemplares, y tan viejo que se abrió en 1843. El escándalo que lo tiró fue el descubrimiento del espionaje telefónico como método para adquirir la información.

La intervención del celular de una víctima de secuestro en 2002, de dos niñas asesinadas en 2005, de familiares de soldados británicos muertos en Afganistán e Irak; además de las indagatorias de Scotland Yard, la policía londinense, por espionaje telefónico a políticos, deportistas, actores, unas cuatro mil personas afectadas, corrupción de agentes policiacos, políticos como Gordon Brown y el pago a personal de seguridad de la reina Isabel II un tema catalogado como de “seguridad nacional” británica. ¿Si eso le sucede con la reina, qué al ciudadano común? ¿Cuántos casos más?

El primero en caer fue el exdirector de World, Andy Coulson, señalado por pagar un detective privado para espiar. Le siguió Clive Goodman, editor de temas sobre la realeza, por la misma causa. News International, sección británica, edita The Sun, The Times, Sunday Times. Y Gordon Brown acusó al corporativo Murdoch de tener contactos con el “submundo criminal” y de atentar contra su gobierno. Una lesión leve de príncipe Guillermo publicada en 2005 levantó ámpula y sospecha sobre el espionaje. La recién detenida este domingo por la policía, Rebekah Broks, fungía como directora ejecutiva del consorcio, la tercera en la jerarquía. Debajo de Murdoch está el hijo James, ambos tienen una cita mañana 19 ante una comisión del Parlamento.

El interés del dinero puesto en un consorcio de la comunicación como simple negocio. Un sólo ejemplo de los muchos que está derribando el internet a nivel global, bajo un estilo que hunde raíces en el pasado. Escenarios donde los medios tradicionales se miran descubiertos de sus viejas prácticas. Un dilema donde se ven intervenidos gobiernos como el de EU y Gran Bretaña. Fenómenos de impacto global por el avasallaje de la web. El portal Wikileaks abrió la cloaca en la diplomacia de EU. Habrá más casos dignos de la ficción; los Frankenstein de una realidad doblegados por La máquina del tiempo de la vida real.






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