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Europa, falla sistema ponzi

Por Salvador Briceño   

Otra vez, los recientes acontecimientos de Europa muestran que las decisiones que están tomando ahora mismo los gobiernos, con sus respectivos ministros de economía, no sólo no serán determinantes para la recuperación económica resolviendo asimismo los problemas de la deuda de los países y la necesaria generación de empleos, sino todo lo contrario: resultan erróneas.

Lo hemos dicho en este espacio cada que la ocasión lo amerita. Lo dijo recién por el economista Joseph Stiglitz, en la reunión anual del Círculo de Economía en Sitges (España): “La estrategia de austeridad es una estrategia que condenará a Europa al estancamiento, a un bajo crecimiento económico y, a su vez, hará que el déficit no pueda mejorar”. Principalmente, porque la austeridad de los gobiernos no ayuda a salir de una situación que presenta una gran debilidad en el consumo interno, en la inversión y las exportaciones.

Por cierto, comentario aleatorio, una estrategia ortodoxa con tintes neoliberales que ha sido aplicada a pie juntillas desde la década de los 80 en México, y muchos otros países de Latinoamérica, a sugerencia de la banca internacional liderada por Estados Unidos. Léase el Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional. Con todo y, afortunadamente varios países de la región, excepto México, se han salido del credo librecambista y ahora están repuntando bajo preceptos propios, digamos heterodoxos, como ocurre con Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, etcétera.

Pero aparte, retomando el hilo, por otra razón fundamental. Porque los problemas no han sido generados, como se hace creer, por los gobiernos quienes han manejado bien sus finanzas —cabe mencionar el caso español— sino por los operadores financieros o las acciones privadas. En otras palabras, como criticó Stiglitz el caso griego, no se trata de un rescate económico de la (des)Unión Europea al país heleno, “sino de una protección de los grandes bancos europeos, dado que se han endeudado muchísimo y se han convertido en acreedores de estos países, y ahora se ven amenazados ante una posible reestructuración”.

Y la deuda de Grecia, como la del resto de países del sur regional [España, Portugal, Irlanda y ahora Italia], está primordialmente en la banca alemana. Y, con los mecanismos orquestados por los titulares de la banca en su conjunto, aplicando medidas restrictivas, los únicos que pagan son los ciudadanos porque en ellos se recargan los gobiernos vía la contracción salarial y la consabida reducción de los servicios prestados responsabilidad del Estado. Una austeridad que, por cierto, golpeará tanto a Europa como a los Estados Unidos.

Tal y como lo plantea también el economista Paul Krugman, quien escribe para The New York Times, retomando un artículo de Martín Wolf aparecido en Financial Times, sobre las grandes cantidades de dinero que los bancos centrales de la eurozona se deben como secuela de la caída del esquema ponzi europeo que se abrió paso a partir de la burbuja que estalló en Estados Unidos en el año 2008.

Es decir, que al desatarse la crisis el Bundesbank alemán salió al rescate de los bancos centrales que presentaron déficit. Así, según la nota de Wolf, el saldo para el banco central de Alemania era del orden de 325 mil millones de euros. Suma que ha aumentado en los últimos cinco meses de este año y podría alcanzar los 400 mil millones de euros. Le sigue Luxemburgo, como centro financiero y administrativo que es de la UE, con unos 70 mil millones de dólares o más a la fecha.

Una acción violatoria del Tratado de Lisboa que prohibía el financiamiento monetario entre los participantes. Y, dado el saldo, ahora el francés Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, propone la creación de una autoridad que supervise las políticas fiscales que ejercen las autoridades del Poder Ejecutivo en lo que se refiere al sector financiero, dada la amenaza que representa en su soberanía económica para países como Grecia, Irlanda, Portugal y ahora Italia.

Eso como medida de control al sistema financiero, mero paliativo porque sería aplicable hasta en tanto no se salga de la situación de emergencia que se padece ahora. Una solución que no se ve fácil porque no están a la vista acciones tendientes precisamente a regular medidas tipo casino o ponzi, como las que emprenden los bancos europeos y en general del sistema financiero global.

Mientras tanto, cuando los gobiernos se enfrentan a la protesta generalizada y justa de los pueblos que están en contra de las políticas de austeridad, los barones de las finanzas se cruzan de brazos esperando que la solución les caiga del cielo, sin importar que miles y millones de seres en el planeta literalmente se mueran por hambre o cualquier otra causa desatendida ahora por un Estado cada vez más desarticulado.

Por lo mismo, en cuando no se regulen las actividades ponzi del sistema financiero, se le obligue a pagar por sus tropelías contra los Estados al cobijo de la mano invisible del mercado, y se les cobren los impactos de sus acciones, la situación seguirá empeorando. Bueno, siquiera que se les cobren los impuestos, como bien propone Stiglitz: “La única forma de detener el actual derrumbe de la economía es elevando los impuestos al 1% más rico del planeta, el único sector beneficiado de la crisis”.

Si no hay medidas radicales, tampoco habrá soluciones prontas y expeditas para salir de la situación en la que se encuentran la (des)Unión Europea o los propios Estados Unidos. Por esa vía, continuarán las amenazas, como se prevé ahora cuando se reúnen algunos ministros de la eurozona para intentar resolver la situación de la deuda italiana, y no llegan a ningún acuerdo importante. De ahí el temor a los contagios hacia otros países, al igual que el comportamiento especulativo de las bolsas mundiales de hace dos días.

Y lo peor está por venir. Porque la situación fácilmente brincará el Atlántico y tocará a las puertas de Estados Unidos, que padece sus propios dilemas. Así que, amigos…, ¡abróchense los cinturones que la fiesta apenas comienza!






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