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El PP y la “violencia en el ámbito familiar”

OPINIÓN de Beatriz Gimeno   

Desde luego que no es casual que Ana Mato llamara a la violencia de género “violencia en el entorno familiar”. No es un despite ni es mala fe, es un completo posicionamiento ideológico completo. Como en la cuestión de la paridad se trata de desmontar aquello que era una seña de identidad de las dos legislaturas del PSOE: el feminismo y la lucha por la Igualdad. Aunque desde mi punto de vista el propio Zapatero se lo puso fácil cuando cedió a las presiones de la derecha y eliminó el Ministerio de Igualdad, que no suponía apenas gasto, cierto es que se hicieron avances. Se hicieron avances legislativos y en la concienciación social, especialmente en lo que se refiere a la violencia machista.

La identificación de la violencia machista como una violencia estructural basada en la desigualdad, y su condena social más o menos generalizada, ha significado un importante paso adelante. Es verdad que la Ley tiene muchos problemas para su aplicación, especialmente problemas relacionados con su dotación económica, pero también con resistencias personales de jueces y fiscales. Es de suponer que hubiera mejorado con el tiempo. Es de suponer que con el tiempo también, quizá, la violencia machista hubiera acabado por ser identificada y rechazada socialmente de manera inequívoca.

El hecho de que la ley fuese aprobada en el Congreso por unanimidad, con los votos favorables del PP, demuestra cuánto han cambiado las cosas desde entonces. Era la primera ley Zapatero y el PP no sabía todavía que la cuestión de la igualdad entre mujeres y hombres iba a convertirse en seña de identidad para el PSOE y en el enemigo a combatir y derribar para la derecha. En aquel momento a todo el mundo le parecía bien una ley que combatiera esta violencia.

Ahora ya no. Desde que el PSOE intentó gobernar teniendo en cuenta la perspectiva de género, la derecha tocó a rebato: una cosa es intentar que no se mate tantas mujeres y otra muy diferente intentar desmontar, o arañar al menos, al patriarcado, la familia patriarcal, la “natural” desigualdad entre las mujeres y los hombres que viene siendo la base de nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales. Por ahí no pueden pasar.

El combate se centró entonces en tratar de atacar la Ley contra la Violencia de Género porque es una ley que más allá de sus efectos prácticos inmediatos sobre la violencia (es imposible cambiar mentalidades tan profundamente arraigadas sólo con una ley) tiene importantes efectos simbólicos e ideológicos. Eso es lo que no toleran de esta ley, que deja perfectamente establecido que la base de la violencia sobre las mujeres es la desigualdad patriarcal, que es una violencia específica que no se parece a ninguna otra, que es estructural y que sólo se pude combatir estructural y específicamente.

Lo que ahora quiere hacer la derecha es cambiar la ley por otra ley que borre todo rastro de feminismo; que castigue la violencia, claro, pero que la iguale a la violencia que podría darse, por ejemplo, entre cuñados, entre tío y sobrino, de hijos a padres…Así, todo rastro de denuncia de la desigualdad entre mujeres y hombres desaparece y por tanto la posibilidad de combatirla eficazmente. Las mujeres no son maltratadas porque los hombres estén nerviosos, borrachos o de mal humor. Las mujeres son maltratadas porque son mujeres que se relacionan con hombres que creen que esas mujeres son suyas. Una ley que castigue la violencia en la familia en general servirá lo mismo que la aplicación general del Código Penal, puede que se castigue al culpable, pero no tiene absolutamente ningún efecto sobre las creencias que permiten dicha violencia específica.

Como en el asunto de la paridad, hasta aquí hemos llegado por ahora en el combate contra la desigualdad de género. Es una victoria de la derecha y es una victoria de todos los que han clamado desde posiciones, a veces supuestamente progresistas en otros aspectos, contra la ley o la paridad tachando ambas de “discriminatorias” demostrando una ignorancia supina de los mecanismos de la desigualdad en general y patriarcal en particular, así como de los mecanimos necesarios para combatirla. De los privilegios patriarcales se aprovechan todos los hombres por el hecho de serlo y ningún grupo social renuncia a sus privilegios en masa. La igualdad siempre hay que conquistarla, jamás te la regalan. En adelante, las feministas debemos hacer una reflexión del tiempo que nos queda por delante. Es el momento de rearmar el Movimiento y de superar lo que nos ha venido separando en estos años. Existen puntos de encuentro y podemos y debemos encontrarlos porque nos esperan tiempos muy duros.




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