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Cultura del Dinero

OPINIÓN de Bruno Peron Loureiro, Brasil      

Bendita la época en que el dinero dejará de ser un artificio de tergiversaciones, ganancias y vanidades, rescatará la finalidad de su creación y volverá a ser únicamente un facilitador del intercambio de valores, cuyo procedimiento era hecho a través del trueque (canje de bienes y servicios).

Habrá un tiempo en que los migrantes no saldrán de su tierra en busca de trabajo, una vez que sus lugares de origen saciarán la demanda; el dinero no será el objetivo principal del trabajo, porque estaremos más dispuestos a ofrecer a la sociedad aquello que mejor sabemos hacer sin el riesgo de no tener con que pagar las cuentas cada mes.

Dejaremos además de testimoniar la malversación del dinero, el desperdicio en bienes materiales superfluos, el consumo exacerbado, y el bloqueo que muchos sienten por no poder comprar lo básico que necesitan para subsistir dignamente. Lo que hace que muchos vivan bajo la “línea de pobreza”.

La concentración de dinero continúa creando víctimas y formando delincuentes. La Policía Civil confiscó pacas de Reales y Euros que suman más de R$ tres millones, en una mansión en el área privilegiada de Río de Janeiro en diciembre de 2011. La acción fue parte de la Operación Dedo de Dios, que prevé la prisión de criminales, inclusive políticos, y que cubre también varios estados nordestitos del Brasil.

¿El dinero corrompe, o se hace mal uso de él?

Hay situaciones inapelables en las cuales el ciudadano tiene que trabajar casi forzosamente a cambio de los billetes que le darán el sustento, pero debe cuidarse para que la obsesión por el dinero no esclavice al trabajador al punto que tenga tres o más empleos. Se vive para la acumulación, y se negligencian otros aspectos de la vida, tan caros a la calidad de la misma.

Por el dinero, los emigrantes se atan a arduos trabajos a fin de que paguen al menos las despensas de su supervivencia. Cuando es posible remiten parte de lo ganado a sus familias que dejaron atrás.

El reparto de la riqueza brasilera constituye uno de los grandes desafíos en políticas públicas en los años venideros. Guido Mantega, Ministro de Hacienda anunció que Brasil termina el año 2011 como la sexta mayor economía del mundo con un Producto Bruto Interno (PBI) de U$ 2,4 billones, que sólo es superado por los Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia.

El discurso de los economistas y líderes alaba la inserción de Brasil en los grupos de comercio y foros internacionales importantes, pero no nos exime del esfuerzo de cambiar la cultura del dinero, que tanta aflicción causa en las mentes indefensas y desesperadas. Una tarea global.

Los jóvenes no pueden crecer asociando la acumulación de dinero con el éxito profesional, como si lo primero fuera condición necesaria de lo segundo. Es preciso ofrecer a la juventud opciones menos materialistas que le permitan “vencer en la vida” ya que de lo contrario se corre el riesgo de que quieran enriquecerse dejando de lado las vías formales y legales. La familia es quien diseña el punto de partida del trayecto educativo.

La crisis que asola al “mundo desarrollado” evidencia que el culto al dinero no debe ser llevado al paroxismo, sobre todo con lo que se deduce de operaciones financieras veladas, ocultas, que llenan el bolsillo de los banqueros. La Fitch Ratings, agencia del “Norte” que avalúa el riesgo de las inversiones, previó en diciembre de 2011 que el crecimiento de la zona Euro sería de apenas 0,4% en 2012, lo que indica una contracción significativa en relación al 1,6% del año precedente.

La cultura del dinero se viene arrastrando a lo largo de siglos, con el ideal de acumulación, expansión y reproducción capitalistas a través del mercantilismo de los metales preciosos, la revolución industrial y los movimientos financieros globales.

El componente material (la moneda)es indisociable del inmaterial (¿Cómo obtener el dinero? O ¿Qué hacer con él? ¿Es suficiente con lo que gano? ¿Cuánto necesito? ¿Cuánto hay que trabajar? ¿Cuánto es necesario para llevar una vida digna?, etc.)

La sociedad al fin, necesita reformular sus valores a fin de que las personas se orienten más por la confraternización, la salud física y mental, la contemplación de las bellezas naturales, el cultivo de la educación y el placer por el conocimiento y el intercambio de experiencias.

El dinero volverá a ser así a ser un mero objeto de intercambio, en lugar de malhechor de lo imaginario.




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