Ir al contenido principal

"Putináusea" rusa

OPINIÓN de Antonio Hermosa   

A pocos días de las elecciones presidenciales rusas Vladimir Putin ha querido reunirse con su guardia pretoriana electoral y darse un baño de multitudes, pues si se lo hubiera querido dar de ideas la única que tiene –perpetuarse en el poder por los zares de los zares, amén- no le daría ni para una loción. Y así, a la sombra del padre Stalin, en el marco de la mejor escenografía soviética, y en medio de ciento treinta mil putinícolas que jaleaban sus berridos, se ha lanzado, como de costumbre en estos lances, a repartir amenazas a diestro y siniestro, unas veces concretando el blanco, otras mirando al tendido, pero siempre en nombre y defensa de la Madre Rusia, una de las consignas más siniestras de la escena internacional. De todos modos, que no se ilusione demasiado: fueron muchos más los que hace unos años reclamaron la santificación del padre Stalin, de modo que, visto de esa forma, la causa de la libertad, en Rusia, gana adeptos.
Por lo demás, en el día de la fiesta patria se comprende que el alma rusa se halle incendiada por la emoción, y que por ello, las mentes en las que yace no adviertan contradicción entre el “salvemos a la patria” proclamado por una pancarta y el “apoyemos a Putin” pregonado por otra; esto es, que los putinícolas no adviertan que lo primero de todo es salvar a la patria de Putin –y, de paso, de quienes tan rusamente lo apoyan, si es que el destino ruso quiere ser amable con la Madre Rusia.

Añadamos que la misma emoción de hielo afecta al líder patriótico máximo, y con idénticos efectos. El niño está dolido, y con razón: “¡he levantado el país y se atreven a pedir una Rusia sin Putin!”. Es que son unos ingratos. Me refiero, claro, a los oponentes ésos que andan por ahí queriéndolo jubilar ya, como si ser dueño de Rusia no fuera un cargo vitalicio. ¿No serían también para ustedes unos “don nadie”, y no les llamarían “monos” y “títeres de los americanos”, como les ha llamado él? Seguro que incluso algo peor, porque en el fondo esa suavidad en el insulto, que aun ni insulto parece, no es sino otra muestra más de la inmensa delicadeza democrática que adorna al galán.

Cierto, los malpensados existen. Y hasta son legión. Muchos habrá que le recuerden las elecciones legislativas de diciembre, donde su partido Rusia Unida inició un lento pero irrefrenable declive que se habría notado más si las corruptelas que las rodearon hubieran salido a la luz y los tribunales hubieran podido tomar cartas en el asunto. Pero allí le dijeron a esta última muñeca autocrática rusa que el obsceno intercambio de poder con el que él y su amigo de bolsillo Medvedev se han ido intercambiando las poltronas de la presidencia y de jefe del ejecutivo tiene que terminarse de una vez por todas. Y le manifestaron el hartazgo que les genera su mentalidad de eterno soldado de la guerra fría, que le lleva a buscar hasta el ridículo o hasta el máximo peligro la más nimia ocasión de entorpecer la acción del amigo americano o de vengarse de los orgullosos europeos; y el no menor que deriva de su permanente obsesión de asedio con la que dirige su política exterior, en la que la fortaleza Rusia aparece constantemente asediada por fantasmales conspiradores recreados por su tortuosa imaginación a partir de la historia rusa y fortalecidos en su época de gánster mayor del KGB.

He aquí las palabras de la politóloga Maria Lipman a este propósito: “El sentimiento de fortaleza asediada se hace más fuerte: vivimos en un país al que se desea debilitar o incluso destruir. Putin es el único con poder para salvarnos; sin él todo se desmoronaría porque estamos rodeados de enemigos. Con una tal visión del mundo, la modernización de Rusia es imposible” (véase Le Monde de 23.2.2012).

Y es que, en efecto, es esa visión política, por llamarla de alguna manera, la que ha vuelto a aflorar en el festín patriótico del pasado día 23. Entre la carnaza retórica lanzada a las fauces de la camada hay frases genuinamente insuperables: será él, desde luego, quien les conduzca a “la victoria” en la “batalla por Rusia” (no se sabe que haya tal batalla, ni tampoco quién la libre, pero quizá se esté refiriendo a Napoleón; en tal caso, ánimo Putin, dale duro, ¿quién se habrá creído ése que es?).

Sigan escuchando con atención al orador: “No permitiremos injerencias de nadie en nuestros asuntos internos, no permitiremos que nadie nos imponga su voluntad, porque nosotros tenemos nuestra voluntad, que siempre nos ayudó a vencer” (cabe suponer que las injerencias tampoco se tolerarán en los asuntos concernientes a otros países del área en los que los rusos sí intervienen por obra de su santa y vencedora voluntad: si intervienen ahí es porque, seguro, son asuntos internos suyos, aunque estén algo fuera de su interior, y en sus asuntos internos, queda claro, no se interviene).

Y ahora, el remate: “Somos un pueblo vencedor, lo llevamos en los genes, en nuestro código genético y esto se transmite de generación en generación”. “Y ahora también venceremos”, apostilla (véase el artículo de Pilar Bonet en El País del 23).

Así pues, nadie, ni siquiera los organismos en los cuales voluntariamente se participa y cuyas normas cada Estado miembro se compromete a respetar; ni nada, ni siquiera las promesas que el gobierno ruso pueda hacer a un igual, son razón bastante para exigir explicaciones ante un eventual incumplimiento de las obligaciones: ¡injerencias intolerables, deseo evidente de debilitar o destruir a Rusia! Y para todo ello, además, en un alarde de cinismo aparente, pero que más parece indicar una manifiesta carencia de materia gris en el orador, hay una explicación genética: los rusos son fisiológicamente “un pueblo vencedor”. Con otras palabras: ¡la historia rusa deviene así naturaleza y no historia, esto es, acción humana! Con el agravante de que la indeterminada afirmación final produce, o puede producir, efectos inmediatos y perversos en la escena internacional, a no ser, claro está, que nos quiera decir que el ruso es “un pueblo vencedor”… de rusos. Mas de no ser así, ¿será también ese contexto un asunto interno?

Nacionalismo extremista dentro e imperialismo probable fuera. El hombre que archi-previsiblemente será próximo presidente de Rusia es la encarnación misma de esa ideología, así como de su rico catálogo de contradicciones y violencias. A no ser que, para festejar el descontado éxito o, simplemente, por pura chulería genética, les dé tanto a él como a sus acólitos por viajar a Pakistán y quemar coranes por deporte en plena plaza pública, ¿qué esperanza le queda a la democracia de salvar sus restos en el interior y a la paz de gozar de alguna oportunidad en el exterior?






">


ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio Digital (elmercuriodigital.es) se edita bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible




AI FREE: DIARIO LIBRE DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL