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Carta sincera (y cariñosa) al compañero Rubalcaba (III). Cómo recuperar el orgullo de ser socialista

OPINIÓN de Carlos Carnicero.-

Querido Alfredo:

Tengo un enorme respeto por los militantes del PSOE. La historia de este partido da para muchas dosis de orgullo de pertenecer a él. He conocido a cientos de militantes honrados, honestos, ejemplares y entregados. Muchos de ellos se han retirado en los últimos años a casa, desconcertados, desmotivados y desengañados por la deriva del partido.

Hace tiempo definí un concepto que es leit motiv de mi blog: “náufragos de la izquierda”. Me refiero a quienes sin haber caído en las redes del pensamiento único y abdicado de sus principios, por razones de utilidad y conveniencia, no encuentran un partido y un sindicato con el que se puedan identificar como tabla de salvación y asidero, para instrumentalizar sus convicciones y colaborar en la transformación del mundo que nos ha tocado vivir.

Y esto nos conduce a una pregunta capital. ¿Para que debe existir un partido democrático de izquierdas?

Existe la confusión de que el fin de un partido de estas características es alcanzar el poder. Error conceptual. El poder legítimo y democrático es el instrumento, no el fin. Se busca el poder para transformar la sociedad y para realizar los anhelos de los ciudadanos. Si lo que se trata es de gobernar desde los parámetros de pura administración, más eficaz, de la economía con los mismos parámetros de un partido democrático radical y conservador, la diferencia no será perceptible para los ciudadanos. Ser mejor gestor del sistema económico y mejorar los resultados contables de la economía de un país es solo el recipiente para ejecutar políticas sociales redistributivas y disminuir las diferencias entre los ciudadanos.

Un partido socialista debe ejecutar una pedagogía más eficaz sobre los principios de igualdad. Por eso, Clement Attlee, primer ministro laborista, que para mi fue ejemplar, sentenció que la primera obligación de un partido socialista es suministrar a los ciudadanos que están en peor situación “una vida digna y un gobierno que les sirva”. La idea se servicio es capital para un partido socialista.



Y probablemente ahí se encuentra la raíz y la posibilidad del orgullo de ser socialista. Y el partido, como institución para el ejercicio de la política, es la base y el punto de partida de la acción de los militantes que quieren colaborar activamente en la transformación. Todo mi respeto y admiración para los militantes comprometidos, honestos y ejemplares.

Un partido de izquierda no es una maquinaría para ganar elecciones; es mucho más que eso. Y los militantes se merecen respeto, dedicación y tener vías expeditas para realizar un trabajo político organizado en la sociedad. Y por supuesto, vehículos eficaces para ejercer su soberanía sobre el partido.

Los dirigentes del partido no son sus administradores sino los servidores de las líneas políticas de sus militantes.

Me acuerdo cuando el ex secretario general del PSOE y presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, elegía a dedo a candidatos “ganadores”. Así ocuparon la cabeza de lista muchos “independientes” supuestamente prestigiosos, desplazando a militantes con mucha más experiencia política y más dedicación y compromiso. Fueron, además de cabezas de lista como paracaidistas en muchas circunscripciones, compañeros tuyos de gobierno. Y el procedimiento de elección fue el inverso: primero fueron ministros y después cabezas de lista a los que se les hacía un hueco sin que tuvieran que ver con las organizaciones del partido –al que no estaban afiliados- ni a la circunscripción que representaban.

Te lo pondré con nombres propios para refrescar la memoria: Miguel Sebastián, César Antonio Molina, José Antonio Alonso, Bernat Soria, Mariano Fernández Bermejo. Y algunos más. Elena Salgado fue vicepresidenta del Gobierno sin llegar a afiliarse. Corrígeme, por favor, si estoy equivocado. Ya te recordé que no tardó mucho en pasar del consejo de ministros a consejera de una multinacional. ¿Esa es la imagen de servicio a la sociedad que se quiere trasladar desde los órganos de gobierno dirigidos por el PSOE?

Hay algún caso memorable. En el partido que presume de primarias, el PSOE, Miguel Sebastián fue ungido por Zapatero como “caballo ganador” para la alcaldía de Madrid, pasando por encima de la organización del partido. Ocurrió que Sebastián no solo no ganó las elecciones sino que ni siquiera recogió su acta de concejal. Él, como otros “independientes”, no han nacido más que para ocupar el poder. Si yo hubiera sido militante socialista en Madrid le hubiera dado mi carné a Miguel Sebastián para que se lo entregara personalmente a su amigo Zapatero.

José Antonio Alonso ejerció de independiente incluso la dirección del grupo parlamentario. ¿Es el PSOE el partido que pone a un diputado independiente para dirigir a los diputados militantes?

Los otros candidatos paracaidistas que además eran ministros duraron en el Congreso hasta que fueron cesados como ministros. Al poco tiempo, el tedio de su escaño les llevó a dimitir. Estaban capacitados para encabezar una lista pero no se conformaban con ser diputados. ¡Increíble! ¿Con qué ánimo se quedaron los ciudadanos que confiaron en el PSOE y votaron esas candidaturas encabezadas con independientes tan comprometidos con el partido que dejaron de ser diputados en el momento que dejaron de ser ministros?

¿Qué mensaje reciben los militantes socialistas con este comportamiento de un secretario general? Pues sencillamente que se equivocaron afiliándose al PSOE, porque se aspira mejor a grandes cargos desarrollando una carrera personal profesional sin mezclarse con los militantes de base, y ofreciéndose luego a ocupar la cabeza de lista en las elecciones y un sillón en el Consejo de Ministros.

Para José Luis Rodríguez Zapatero -y tú siempre estuviste con él sin que hayan llegado eco de discrepancias tuyas en estos y otros asuntos- el partido era un instrumento de uso a su dictado personal. La comisión ejecutiva, una formalidad para sus discursos y sus decisiones sin contestación posible, por el poco peso y poca personalidad de muchos de sus miembros. La mayoría tenían una existencia vicaria en función de la elección directa con que Zapatero designaba a sus miembros.

Pero la política de Zapatero no radicaba en la comisión ejecutiva. Ni siquiera en el consejo de ministros. Él era teléfono adicto. Despachaba individualmente con sus ministros, que eran cuasi secretarios, y con los miembros de la ejecutiva. Daba instrucciones de lo que él decidía.

La esencia de una secretaría general es la capacidad para trabajar en equipo. Si los militantes de un partido de izquierda quisieran entregar un poder personal, presidencialista, erigirían un césar y no un secretario general.

En la época de Zapatero, las decisiones se tomaban en su entorno más cercano, que no era de dirigentes socialistas, ni siquiera de ministros del Gobierno.

Te hablé el otro día de que la auténtica mesa del Consejo de Ministros: radicaba en la cancha de básquet que se hizo construir Zapatero en el complejo de La Moncloa.

El círculo de los elegidos despachaba con el presidente y allí se tomaron muchas e importantes decisiones. Miguel Barroso, a quien tu conoces bien, se merece un capítulo aparte. Él modificó la ley de las televisiones para adaptarla a los proyectos personales del presidente. Y luego, como para hacer que la cosa no iba con él ni con su socio de toda la vida, José Miguel Contreras, cuando cambió las reglas de juego de las concesiones de televisión, se refugió en la Casa de América.

Primer director no diplomático del centro. Dejó heredera en el cargo a una colaboradora suya de mucho tiempo en una cadena de librerías. Todo bien amarrado para seguir controlando esa gallina de los huevos de oro.

Desde su puesto en la Casa de América, Miguel Barroso siguió trabajando para Zapatero en asuntos que no tenían que ver con su encomienda. Entre otras cosas, viajó con el dinero de la Casa de América para expandir la difusión del diario “Público” por Latinoamérica. Él promovió la difusión gratuita por lo menos en Argentina y en México.

Y te daré un dato que no ha sido publicado.

Miguel Barroso, cuando ya no era secretario de Estado de Comunicación, sino director de la Casa de América, viajó a Estados Unidos a reunirse en su casa con Luis Fernández y ofrecerle la dirección general de RTVE por orden del presidente Zapatero. Luis Fernández siempre perteneció al grupo de amigos de Miguel Barroso, como Antonio García Farreras, José Ramón Lucas y José Miguel Contreras. Todos acabaron trabajando en los medios de La Sexta, Público y en Radio Nacional de España o RTVE.

Qué casualidad que estaba alojada de vacaciones en casa de Luis Fernández mi antigua amiga Ángels Barceló, que no me dejará por mentiroso de ese encuentro que se produjo en su presencia y del cierre de la operación de fichaje de Luis Fernández como Director General de Televisión Española. Tal vez esta forma de elegir director de Televisión Española tenga que ver con la forma en la que la ejerció Luis Fernández, favoreciendo en todo momento la expansión de La Sexta, de los contratos con el entramado empresarial de Jaume Roures, para consolidar el sueño mediático del presidente del Gobierno. Luis Fernández colocó a sus amigos y a familiares de sus amigos en puestos de relevancia.

Volvamos al nudo del desprecio a los militantes con que dirigió el partido Zapatero.

¿Donde tiene cabida el “orgullo de ser militante socialista” en una organización dirigida tan personalmente que prefiere independientes a militantes? Lo que Zapatero conseguía “distribuyendo arbitrariamente” cargos y candidaturas era evitar el control democrático del partido, porque los que se beneficiaban de esa forma de llegar a la dirigencia no tenían legitimidad para pedir explicaciones a quien les designaba.

No tenía el PSOE en esas circunscripciones copadas por independientes compañeros del partido preparados para ser candidatos. ¡Demoledor!

Tu mismo fuiste puntal en el intento de quitar a Tomás Gómez de la candidatura a la presidencia de Madrid para situar a Trinidad Jiménez en el puesto. Otra vez la nominación personalísima de Zapatero y de ti de un “caballo ganador por el bien del partido”.

Antes Trinidad había sido candidata a la alcaldía de Madrid y abandonó –por lo menos tomó posesión y ejerció el cargo- para ser nombrada primero secretaria de Estado y luego Ministra. Y solo cuando se forzaron unas primarias se tuvo que ver las caras con Tomás Gómez, quien finalmente ganó contra toda la maquinaria de Ferraz.

Por lo menos alguien se atrevió a torceros el pulso. Por cierto, Tomás Gómez también fue ungido secretario general del partido en Madrid por un designio de Zapatero que no se tomó la molestia de esperar a anunciarlo después de convocados los órganos del partido para su ratificación.

Ya ves querido Alfredo a donde hemos llegado. De la sentencia de Pablo Iglesias de “basta que un compañero se ofrezca para un cargo para que no sea elegido” a una forma de ejercer la secretaria general que empieza y termina en la voluntad de su titular. Esa forma de organización conduce inequívocamente a la debacle a la que el socialismo español se ha visto abocada.

¿Como enfocar una regeneración de un partido que está amenazado con convertirse en marginal? Y no solo por los malos resultados electorales sino por su irrelevancia en la vida pública española.

En el próximo capítulo quiero trasladarte mis reflexiones sobre el tipo de organización, abierta, responsable y democrática; sobre la organización de los militantes de acuerdo con sus profesiones para influir en la lucha democrática en las fábricas, en los sindicatos, en las organizaciones de masas y en la calle. Cómo abrir el partido al control y la participación con las nuevas tecnologías y con una transparencia que haga respirable al PSOE. Y como dinamitar las élites endogámicas que controlan el partido (me temo que tu eres la cima de esa pirámide) y que han convertido su permanencia en el poder de la organización como su principal dedicación política.

(Continuará)




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