OPINIÓN de Carlos Carnicero.-
Lo que no se menciona, sin embargo, existe. Para desesperación de Rajoy. El espectáculo es, sobre todo, obsceno. Nos encontramos con un ejercicio de resistencia. Mariano Rajoy pretende que Bárcenas no existe, ni sus vínculos durante veinte años con las finanzas del partido, y la Justicia y la opinión pública sigue conociendo detalles de esa relación pornográfica y corrupta entre Bárcenas y el Partido Popular.
Como si se tratase de un ejercicio de magia, el PP pretende despachar el tema con dos sofismas: los papeles de Bárcenas son falsos, podría añadirse “salvo alguna cosa”, en palabras de Rajoy, y las querellas van contra el mensajero, es decir la prensa, pretendiendo castigar a quien publica documentos y hechos.
Rajoy intenta, con poco éxito, saltar sobre la realidad y la Justicia, pero los tribunales no le acepta, el envite. Un presidente desahuciado en las encuestas no tiene tanta posibilidad de controlar el Poder Judicial. Las causas avanzan con la tenacidad de una apisonadora.
Las donaciones ilegales y clandestinas al PP, los desvíos de dinero que realizó Bárcenas para amasar una fortuna de por los menos 38 millones de euros, y la increíble relación laboral que el tesorero ha tenido con el partido hasta hace unas semanas, impregnan la esencia de un escándalo que no se puede despachar con la simple negación de que existe.
Ahora, la Audiencia Nacional acoge la causa de Bárcenas como una parte sustancial de la inmensa podredumbre de GÜrtel. Es decir, quien manejaba las finanzas del PP durante veinte años está relacionado en las donaciones ilegales y la conexión con concesiones corruptas con una inmensa fortuna amasada después de pagar sobre sueldos a los principales líderes del partido.
Solo una triquiñuela legal podría cerrar en falso este sumario. Pero España está sobrecargada de indignación para que quedase impune esa posibilidad.
Cada día se aprieta un poco más el nudo, la soga, sobre el cuello del presidente del Gobierno y del Partido Popular. Falta por ver cuando la presión del nudo se hace insoportable.
Lo que no se menciona, sin embargo, existe. Para desesperación de Rajoy. El espectáculo es, sobre todo, obsceno. Nos encontramos con un ejercicio de resistencia. Mariano Rajoy pretende que Bárcenas no existe, ni sus vínculos durante veinte años con las finanzas del partido, y la Justicia y la opinión pública sigue conociendo detalles de esa relación pornográfica y corrupta entre Bárcenas y el Partido Popular.
Como si se tratase de un ejercicio de magia, el PP pretende despachar el tema con dos sofismas: los papeles de Bárcenas son falsos, podría añadirse “salvo alguna cosa”, en palabras de Rajoy, y las querellas van contra el mensajero, es decir la prensa, pretendiendo castigar a quien publica documentos y hechos.
Rajoy intenta, con poco éxito, saltar sobre la realidad y la Justicia, pero los tribunales no le acepta, el envite. Un presidente desahuciado en las encuestas no tiene tanta posibilidad de controlar el Poder Judicial. Las causas avanzan con la tenacidad de una apisonadora.
Las donaciones ilegales y clandestinas al PP, los desvíos de dinero que realizó Bárcenas para amasar una fortuna de por los menos 38 millones de euros, y la increíble relación laboral que el tesorero ha tenido con el partido hasta hace unas semanas, impregnan la esencia de un escándalo que no se puede despachar con la simple negación de que existe.
Ahora, la Audiencia Nacional acoge la causa de Bárcenas como una parte sustancial de la inmensa podredumbre de GÜrtel. Es decir, quien manejaba las finanzas del PP durante veinte años está relacionado en las donaciones ilegales y la conexión con concesiones corruptas con una inmensa fortuna amasada después de pagar sobre sueldos a los principales líderes del partido.
Solo una triquiñuela legal podría cerrar en falso este sumario. Pero España está sobrecargada de indignación para que quedase impune esa posibilidad.
Cada día se aprieta un poco más el nudo, la soga, sobre el cuello del presidente del Gobierno y del Partido Popular. Falta por ver cuando la presión del nudo se hace insoportable.
