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BRASIL. Convención de brujas

OPINIÓN de Bruno Peron Loureiro.-  

La “maquinaria” brasilera es un aliado condicional de la flor y nata tupinica –que se cree europea y civilizada– expoliadora asidua del pueblo brasilero y enemiga mortal de los pueblos originarios. Pero esta verificación no llega sin contrastar al Brasil “oficial” con el Brasil de la realidad, el primero es fantasioso y no se reproduce sin el recurso de la desinformación y de la ingenuidad.

Los niños usan su ingenuidad como acicate para la transformación cultural, política y social de su medio ambiente, apenas descubren las disconformidades de este mundo. Un film paradigmático, el cual no vi en mi infancia fue Convención de Brujas (The Witches,1990). En su historia las brujas se reunían regularmente en un salón de eventos de un hotel para discutir sus planes contra los seres de bien (en referencia a los humanos) y como transformarlos en ratas. Las brujas se disfrazaban de humanos y sólo cuando estaban entre ellas se quitaban las máscaras y se miraban a través de sus facciones repugnantes. Las brujas percibían por el olor la proximidad de un ser de bien. Los efluvios de éste incomodaban sus narices perniciosas.

Convención de brujas fue paradigmática porque su narrativa no está solamente en el plano de la ficción. El contenido de este film impacta y ofusca la ingenuidad de los niños, pero afortunadamente no les anula el deseo de transformar a la humanidad desconforme en seres de bien.

Algunos grupos actúan notoriamente en una convención a favor de lo antihumano: los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas castigan a otras naciones solamente por obtener su capacidad disuasiva en esta era nuclear, el Banco Mundial hace recomendaciones comerciales absurdas a los países de industrialización incipiente, tales como las inversiones billonarias en la construcción de estadios de fútbol en un Brasil que despegó sin alas.

Tengo más confianza en las noticias sobre Brasil que me llegan como integrante de una lista de correo de una universidad canadiense, que las de la prensa brasilera, que no se atreve a denunciar las barbaridades cometidas en las “tierras sin ley”. Aunque mejor me refiero a las tierras en que la ley tiene dueño y donde los políticos locales son comprados por bandoleros de última hora.

Entre estas tierras donde la ley tiene dueño cito la obra criminal, fuera de lugar, injustificada, invasora e ilegítima de la usina hidroeléctrica de Belo Monte en Pará. Este mega emprendimiento no solo no reducirá el precio de la electricidad de los consumidores de otras regiones –que ya fue negociado bajo acuerdos de concesiones con el ministro Edison Lobo– sino que también arruinará la vida de las poblaciones nativas (la humana, la flora y la fauna) y anticipará la destrucción de la Amazonia.

Igualmente grave es la invasión de tierras indígenas en los Estados de Amazonas, Rondônia, Matto Grosso y Matto Grosso del Sur, a fin que Brasil bata los records de cantidad de granos y trozos de animales que exporta. Esta remesa de mercaderías hacia el exterior sería todavía mejor –según un reciente reportaje de Fantástico– si la construcción de la vía férrea que uniría el Brasil del Norte con el del Sur no fuera sobrefacturada y hecha sin planificación. La omisión del gobierno brasilero es escalofriante e inaceptable. Legisladores del “mamódromo” nacional y algunos ejecutivos hacen la vista gorda a la masacre de indígenas en plena era de los derechos humanos. Representantes del grupo indígena Munduruku se dicen irrespetados, engañados y humillados por el gobierno brasilero.

Por esa razón no hay “tierra sin ley”, son los dueños de la ley los que imponen a los pueblos originarios el más espurio principio del bandolerismo al criminalizar al otro y a sus formas de subsistencia. El mismo recurso usó el verdugo Domingos Jorge Velho, que avergonzó a San Pablo, al aniquilar al movimiento digno de resistencia afrodescendiente, en el corazón del quilombo de Palmares.

La “maquinaria” brasilera necesita un guiño que corrija completamente su rumbo. Solo así dejará de representar los intereses de la flor y nata, de engañar al digno y sufrido pueblo brasilero y de demonizar a los pueblos originarios en sus luchas por la preservación de sus comunidades y de la naturaleza. Para cumplir ese objetivo es preciso restringir las convenciones de brujas –lideradas por la gran bruja– en sus tristes decisiones de convertir seres humanos en ratas.




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