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CHILE. Partidos políticos

OPINIÓN de Álvaro Cuadra.-  

La decisión de los comunistas de apoyar la candidatura de Bachelet, fortalece a la ex mandataria en sus pretensiones de alcanzar el sillón presidencial. A medida que nos aproximamos a la fecha de los comicios, el panorama se va despejando poco a poco. A esta altura resulta claro que Michelle Bachelet deberá enfrentar a un candidato de la derecha más dos candidaturas, por lo menos, no-binominales que casi la obligan a una segunda vuelta. Tanto las candidaturas de ME-O como aquella de Marcel Claude no poseen hasta el momento un papel protagónico sino que más bien se mueven en los bordes. Lo previsible es que lo que se ha denunciado como el “duopolio político” siga marcando la escena nacional los próximos cuatro años, aunque a muchos les cueste reconocerlo. Esto significa que para Alianza y Concertación todo se juega en el congreso.

No olvidemos que las próximas elecciones parlamentarias se realizarán bajo la ley binominal, por lo tanto, es poco probable que se produzcan grandes desequilibrios en Chile. Este hecho fundamental relativiza las posibilidades de cambios profundos en el país y pone paños fríos a los anhelos de amplios sectores de la ciudadanía. Un mínimo de sentido de realidad política nos indica que la sociedad oligárquica travestida por el consumismo de masas en que vivimos está muy lejos, todavía, de un estado terminal.

Hasta el presente, y tras cuarenta años desde el golpe de estado, los movimientos sociales se han mostrado más obstinados que maduros y se encuentran en una etapa primeriza. Hasta hoy, todo el espectro de partidos, ha optado por construir mayorías en los límites de la institucionalidad vigente, acercándose de manera episódica a tal o cual movimiento social como parte de su estrategia política. Es más, varias figuras nacidas al calor de los movimientos sociales buscan un nuevo papel en la institucionalidad vigente en el país.

Es cierto, los estudiantes agrupados en la Confech han logrado cierto protagonismo, pero éste es más mediático que político y, de hecho, ninguna de sus demandas ha sido satisfecha. Pareciera que en el Chile actual, la columna vertebral de toda consideración política, para bien y para mal, pasa por los partidos. El régimen partitocrático con todas sus miserias ha sido, desde mucho antes del golpe de estado de 1973, la impronta de la política chilena y, en el presente, sigue marcando el decurso histórico nacional.







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