OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave, México- La plática entre vecinos y demás amistades sobre los gasolineros “tranzas” se hacen constantes. El tema recurrente se debe a los continuos robos que operan y les funcionan muy bien a estos pillos hasta ahora intocables.
De dos maneras esquilman a los cautivos clientes los concesionarios de las estaciones de gasolina:
En el primer caso, con un efectivo dispositivo técnico en las bombas, llamado por el vulgo, "diablito", estos rateros de cuello blanco, despachan litros de entre 800 y 850 miligramos.
Además, con una fórmula probada, a la gasolina le mezclan agua, misma que de acuerdo a la dosificación, se evapora para que el daño al automotor sea mínimo.
Todos somos víctimas de estos abusos, fraudes o robos, como se les quiera designar, a tal grado, que constantemente nos vemos precisados de cambiar de gasolinera.
El problema se dimensiona en las carreteras, cuándo va a regresar la víctima a reclamar, dependiendo de las distancias, le sería más oneroso el regreso y además del conocimiento de la impunidad.
Según estudios, en base a las denuncias que se hacen, 4 de cada 10 gasolineras cometen estos robos.
Esto podría llegar al cien por ciento, si tomamos en cuenta de que la mayoría de los mexicanos no denuncian nada porque la vergonzante impunidad prevaleciente.
Ahora se anuncia que los señores legisladores preparan una reforma para otorgarle más y mejores “dientes” a la Procuraduría Federal del Consumidor.
Esperemos que esto sea cierto y que funcione, porque resulta inadmisible que los dueños de gasolineras que gozan de una rica concesión de Pemex, aumenten sus ya de por sí buenas ganancias, robando al pueblo.
