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El dilema de Compromis. Perturbaciones políticas valencianas

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Bajan más que turbulentas las aguas a la Coalició Compromís. Los votantes, los simples votantes ―que no militantes― que viven de forma relativamente distanciada los problemas internos de la alianza no ganan para sustos. Las noticias son cada vez más alarmantes. De la fase de reticencias entre los socios se pasó a la de distanciamiento, y ahora hemos llegado a la de las amenazas. ¿Realmente puede romperse Compromís? A pesar de estar en el gobierno del País Valenciano por primera vez en la historia, a pesar de ser una propuesta en ascenso, a pesar de haberse convertido en la gran esperanza política valencianista de izquierdas, sin embargo, ¿tan poca capacidad política van a tener sus dirigentes? ¿No será posible abandonar prejuicios y personalismos en beneficio de un proyecto con mucho futuro si se actúa con inteligencia?

El Bloc Nacionalista Valencià, como partido soberano [y mayoritario] dentro de la coalición, se niega a que la alianza pacte con Podem/Podemos. No son difíciles de entender las razones. Pablo Iglesias y su organización pasan por un momento a la baja que no se sabe si será transitorio. Después del fracaso en Cataluña, Albert Rivera apaleó el joven profesor al programa de Jordi Évole, en La Sexta. El caballero tiene un punto de soberbia que resulta insufrible, y además su españolismo con tanta patria arriba y abajo es claramente incompatible con un valencianismo solvente. Convendría, no obstante, que quienes no lo tragan supieran distinguir entre el líder supremo de Podemos y sus correligionarios valencianos. Antonio Montiel, Àngela Ballester y Fabiola Meco, para citar los nombres más significados, han sido leales a los acuerdos firmados y sus formas ―sin alardes ni estridencias― tendrían que merecer un respeto y, mejor todavía, una confianza en que es posible trabajar con ellos.

El fracaso de la candidatura impulsada por Podemos en Cataluña fue el resultado de errores importantes y de una realidad política muy diferenciada de la valenciana. En el Principado existe ERC por un lado y las CUP por otro; las dos son propuestas políticas y electorales que ―guste más o menos― son atractivas para el tipo de elector que en otras regiones peninsulares puede fácilmente votar una candidatura de Podemos, ya sea en solitario o en compañía. En el País Valenciano no hay esa oferta, así que el electorado de Compromís y Podemos [y también el de Esquerra Unida] comparte muchas preocupaciones y muchas ilusiones. Las más importantes están claras: confinar el PP en la periferia más alejada de la galaxia política y valencianizar ésta al máximo, pero en paralelo con una política de limpieza institucional y de fuerte componente social que signifique un cambio de rumbo de las políticas antisociales y anti valencianas que el territorio ha sufrido desde los años de Eduardo Zaplana.

A veces parece que en Compromís, particularmente en el Bloc, hay quién cree que los espectaculares resultados de las últimas elecciones locales y autonómicas fueron la confirmación tantos años soñados de un éxito inequívoco del nacionalismo valenciano. Convendría revisar esta valoración, porque no es totalmente correcta. Compromís no es una coalición nacionalista en el sentido convencional. Es valencianista, pero no es nacionalista, tal y como lo han declarado reiteradamente una parte cuando menos de sus dirigentes más reconocidos, entre los cuales hay que destacar a Mònica Oltra y a Joan Ribó. El nacionalismo clásico, el valencianismo político partidario tradicional tiene las dimensiones electorales que tiene, y no es más de lo que es. Hay, aun así, un valencianismo no asimilable a algunos nacionalismos próximos, que es el que se encuentra a gusto en un perfil que hace ya muchos años fue definido como radical autonomista de izquierdas. Desgraciadamente, hace el mismo número de años que las formas de confluencia electoral entre el nacionalismo autóctono y la izquierda valenciana clásica han fracasado una vez tras otra. Algo parecido está pasando a estas alturas con la Coalició Compromís.

La cosa no tiene otra solución que convertir la coalición [estricta fórmula coyuntural] en partido [una realidad estructural]. Al principio serían visibles las procedencias de cada cual, las costuras de la nueva formación; pero en unos años esas fronteras desaparecerían, se desharían. Jóvenes dirigentes procedentes del campo nacionalista lo han propuesto, aunque con no demasiado éxito, convertir la alianza en partido. Es imprescindible. Las partes que forman Compromís no irán demasiado lejos por separado, y si se enfrentan entre ellas los beneficiarios serán el PSPV y, peor todavía, el Partido Popular.

Además de lo que puede pasar a corto plazo, lo que ya está pasando es que el electorado natural, el que confió en Compromís todavía no hace seis meses, está viendo como el mal rollo interno, los desplantes y las amenazas son frecuentes día tras día en el puente de mando y, también, entre las bases de la Coalición. Convendría acabar con ese mal ambiente urgentemente. Es absolutamente desmobilitzador.

Los de Podemos han aceptado todas las demandas de Compromís. Montiel y compañía no cometerán los errores que han detectado en su candidatura en Cataluña. Desde la alianza valencianista harían bien en aprovechar la coyuntura. Estamos ante unas elecciones que funcionan con una lógica específica. Las marcas electorales estatales tienen un plus de aceptación por los electores, y se trataría de construir una propuesta electoral win-win, ―todos ganan―, en la medida que todos se aprovechan de las sinergias que generan con los otros. Convendría, además, si fuera posible, sumar la Esquerra Unida de Ignacio Blanco, que ha dejado un agujero que se nota en las Corts Valencianes. Es difícil conseguir un acuerdo tan amplio, pero no hay otra salida que intentarlo. Cualquier otra posibilidad será un naufragio de todos los implicados y, una vez más, un fracaso del proyecto para poner a los valencianos en el lugar que hace falta en el Parlamento de Madrid.

Vamos por partes no obstante. Haría falta ahora, pues, salvar la situación actual de aparente match ball en el seno de Compromís y conformar una potente alternativa electoral que asegurara un grupo parlamentario valenciano en la Carrera de San Jerónimo de la Villa y Corte.

Tras las navidades, acto seguido, convendría poner en marcha un congreso constituyente de Compromís como partido político. Un partido como el descrito recientemente en la prensa por Vicent Marzà y Fran Ferri: “una respuesta de izquierda transformadora ante las nuevas desigualdades; una respuesta ecologista ante la crisis climática global; y una respuesta en clave de regeneración para las demandas de una democracia real”.

Las propuestas políticas del pasado, los proyectos que en otros tiempos ilusionaron a tantos, tienen que ser actualizados. Ahora es posible construir un partido valenciano y valencianista cómo, posiblemente, en ningún otro momento histórico anterior. Convendría no derrochar esa posibilidad real por prejuicios o por desconfianzas que sólo se explican desde el pasado. Para el futuro del País Valenciano es mucho y muy importante lo que está jugándose en ese debate interno, en ese dilema de la Coalició Compromís.




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