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Cruzar un continente y un mar con solo 10 años

A medio camino entre la infancia y la madurez, los menores no acompañados en la travesía migratoria más peligrosa del mundo son los más vulnerables. Unos se ocupan de hermanos más pequeños; otros, empujados por sus padres, están solos desde su partida.


Inego, logista del Dignity I, lleva en brazos a una niña a la clínica del barco./ Mohamad Ghanam.


Sarah Giles es doctora de urgencias del Aquarius, el barco de búsqueda y rescate de personas en el Mediterráneo, operado conjuntamente por Médicos Sin Fronteras (MSF) y SOS Méditerranée.

Los menores no acompañados rescatados por el Aquarius se dividen en dos categorías: los que se acercan a los 18 años, y aquellos que, aún estando lejos de ese listón, viajan sin el soporte de un adulto responsable. Los miembros más jóvenes de este segundo grupo apenas tienen 9 años de edad.

Imagina tener 9 años y tener que usar tú solo un transporte urbano. Ahora imagínate cruzando todo un continente y un mar sin compañía de familiar alguno. O, como a veces vemos, realizar este viaje mientras cuidas de hasta tres hermanos más pequeños.

Algunos de nuestros menores no acompañados comienzan sus odiseas con adultos. Solo se separan de ellos cuando son secuestrados o ubicados en embarcaciones diferentes en las playas de Libia.

En otros casos, los adultos que les acompañan mueren durante el viaje.

Otros muchos empiezan el viaje solos, a menudo empujados por sus familias que ya no quieren cuidar de ellos. Los impulsan a emprender el viaje con la esperanza de que lleguen a Europa y envíen dinero a la familia.

No puedo entender la presión que sienten estos niños; a su edad estaba centrada en ahorrar parte de mi paga para comprar un libro, no en buscar comida para mis hermanos medio muertos de hambre.



Entre la infancia y la madurez

Los menores no acompañados me rompen el corazón cuando caminan por el Aquarius, donde trabajo desde hace tres meses. Estos chicos quieren estar en cubierta, afuera, con los hombres adultos, pero en realidad deben permanecer junto a la clínica, en la parte de la nave donde se ubican las mujeres y los niños. Lo cierto es que no encajan en ninguno de los espacios. Incluso en la relativa seguridad del Aquarius, estos chicos son sumamente vulnerables.

A veces, me he puesto firme y los he enviado a la cama en la zona de las mujeres y niños, junto a la clínica del barco, en lugar de permitirles dormir fuera con los hombres. A los chicos puede no gustarles, pero al menos, durante un breve período de tiempo, tienen un equipo de personas que velan por sus intereses. Parte de nuestro trabajo es mantenerlos a salvo y que se sientan seguros.

Puede que su ubicación no les parezca ‘guay’. Sin embargo, mientras que ellos mismos insisten en que son lo suficientemente mayores como para estar afuera con los adultos, viene a mi mente un recuerdo de un incidente ese mismo día cuando el mismo crío lloraba porque alguien le había robado el bolígrafo con el que estaba jugando.

Por mucho que lo intenten, estos niños no son adultos. Deseo con todas mis fuerzas que podamos devolverles su infancia durante más horas que las que dura la travesía a Italia.



10 años y con tres hermanos pequeños

Hace poco tuvimos a bordo un niño de 10 años que viajaba con sus tres hermanos, todos ellos lo suficientemente pequeños para llevar todavía pañales. Mantenía a su equipo unido, se aseguraba de que estuvieran secos y que permanecían alejados de los problemas, pero la responsabilidad estaba, sin duda, aplastándolo. Nos contó que había cuidado solo de sus hermanos durante más de dos meses. Parecía un poco más feliz cuando le dimos algunos lápices de colores y papel y pintó el dibujo que acompaña este texto.

Asma, nuestro mediador cultural, pudo, a partir de la información que le facilitó el crío, localizar a una mujer en Facebook que podría ser la madre de ellos. Imprimió una foto de la mujer y se la mostró al mayor. Este, tras días sin mostrar ningún tipo de emoción, estalló en la mayor de las sonrisas imaginables. Cogió la foto para mostrársela a sus hermanos y todos comenzaron a abrazar y besar la fotografía. Nuestra matrona, Jonquil, responsable de la zona de las mujeres en el barco, tomo una foto de los cuatro durmiendo y nuestro equipo se puso en contacto con el programa de Reunificación Familiar de Cruz Roja y Save The Children en tierra, proporcionándoles la información necesaria para ayudar a reunir a la familia.

Algunos podrían preguntarse por qué no le mandamos un mensaje por Facebook a la madre explicándole el paradero de sus hijos. Pero en un entorno tan complicado para los menores, tenemos que extremar las precauciones y apoyarnos en los expertos en reunificación familiar.



Ellas, vulnerables a abusos

Y luego están las niñas. Aunque muchas de ellas no lo saben, corren el riesgo de caer en las manos de redes de trata y tráfico en Europa. La mayoría de las niñas que no van acompañadas nos cuentan que han tenido problemas en casa, a menudo con un padrastro o pariente con quien supuestamente vivían. Estoy segura de que todos soñábamos con huir de casa en algún momento de nuestra infancia, pero muchas de estas chicas acaban siendo captadas por redes que les prometen puestos de trabajo fáciles y lucrativos en Europa. Estas redes las conducirán a situaciones en las que sufrirán continuos abusos y violencia sexual durante semanas, meses o años.

Durante la travesía a tierra, tratamos de identificar a estas niñas vulnerables para que, una vez en tierra, organizaciones como Save The Children y ACNUR realicen el seguimiento de sus casos. En todo caso, somos conscientes que muchas de ellas desaparecerán de unos centros de recepción italianos saturados.

Lo ideal sería que Europa contara con un proceso de recepción que protegiera activamente a estos niños y niñas y que trabajara de forma ágil y rápida para reunirlos con sus familiares o encontrarles familias de acogida.

Lamentablemente, este no es el caso. Hasta que esto suceda, haremos todo lo posible para brindarles en el Aquarius unos días durante los que puedan disfrutar de su infancia si les apetece, duerman en un ambiente protegido y queden bajo la tutela de otras ONG que velan por sus intereses.




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