Pramila Patten, una representante especial del Secretario General de la ONU sobre violencia sexual en el conflicto, hizo los comentarios luego de visitar el distrito sudeste de Cox’s Bazar en Bangladesh, donde unos 610,000 rohingya se han refugiado en las últimas diez semanas.
Muchas de estas atrocidades “podrían ser crímenes contra la humanidad”, dijo.
“Escuché historias horribles de violaciones, con muchas de las mujeres y niñas que murieron como resultado de la violación”, dijo Patten a los periodistas en Dhaka.
“Mis observaciones apuntan a un patrón de atrocidades generalizadas, incluida la violencia sexual contra mujeres y niñas rohingyas que han sido sistemáticamente atacadas a causa de su origen étnico y religión”.
La violencia sexual en el estado septentrional de Rakhine en Myanmar fue “ordenada, orquestada y perpetrada por las fuerzas armadas de Myanmar”, dijo.
“Las formas de violencia sexual que constantemente escuchamos de los sobrevivientes incluyen la violación en grupo por parte de varios soldados, la desnudez pública forzada y la humillación y la esclavitud sexual en cautiverio militar”. “Un sobreviviente dijo que estuvo recluido en cautiverio por las fuerzas armadas de Myanmar durante 45 días, tiempo durante el cual fue violada repetidamente, mientras que otros todavía mostraban cicatrices visibles, magulladuras y marcas de mordeduras que atestiguaban su terrible experiencia”, agregó Patten.
Desde el 25 de agosto, más de 610,000 musulmanes rohingya han cruzado desde el estado de Rakhine, en el oeste de Myanmar, hasta Bangladesh huyendo, según la ONU.
Los refugiados huyen de una operación militar en la que las fuerzas de seguridad y las multitudes budistas han matado a hombres, mujeres y niños, han saqueado casas y han incendiado aldeas rohingyas. Según el ministro de Asuntos Exteriores de Bangladesh Abul Hasan Mahmood Ali, alrededor de 3.000 rohingya han muerto en la ofensiva. Otras fuentes sitúan a las víctimas en más de 6.000.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al-Hussein, describió la difícil situación de los musulmanes Rohingya como “un ejemplo de libros de texto de limpieza étnica”.
