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"Hicimos todo el viaje atenazados por el miedo"

Adama, Ousmane, Kassé y Aichata viven en la región de Mopti, en el norte de Mali. El conflicto en curso y las inundaciones causadas por las crecidas del río Níger hacen que sea muy difícil y peligroso desplazarse para ir al médico. Estas son sus historias.


© Pape Cire Kane/MSF

Adama Diarra
Adama Diarra (izquierda) tiene 47 años y se dedica a vender verduras. Llegó al hospital de Douentza acompañando a su hija, Mariam Tamboura, (derecha) que dio a luz por cesárea en el hospital

“Conseguir atención médica es muy difícil. Para llegar al centro de salud más cercano a nuestro pueblo hay que pagar 2000 F (unos tres euros) de costes de transporte, y para ir al hospital de Douentza, tenemos que pagar unos 5000 F (7,6 euros). Es un precio muy alto; para nosotros es muy difícil pagarlo. Además, los vehículos solo están disponibles los días de feria y, en su defecto, muchas veces el viaje se hace a lomos de un burro, lo que puede llevar horas.

Desde que empezó la crisis, nuestros movimientos se han limitado porque tenemos miedo a los asaltos en el camino. Pueden robarte todo lo que tienes, violarte. Mucha gente ha perdido la vida en la carretera. Si te asaltan y no tienes dinero, te pegan. La crisis ha limitado totalmente nuestra libertad”, describe.

Ousmane Yalcoué
Ousmane Yalcoué tiene 34 años y es granjero. Ousmane viajó 15 kilómetros hasta Douentza con su hijo de 5 años, Soumaila, que sufría malaria severa. Douentza es el centro de salud más cercano a su hogar.

“Conseguir ver a un doctor es complicado porque no hay personal sanitario en el pueblo y el centro médico más cercano está a 15 kilómetros. Nuestro pueblo se encuentra en la cima de una colina, así que tuvimos que hacer descender a Soumaila para trasladarlo al hospital de Douentza con un carro.



© Pape Cire Kane/MSF

Muchas cosas han cambiado con la crisis. La inseguridad va en aumento y tiene un impacto en nuestras actividades agrícolas y ganaderas. La gente y las propiedades ya no están seguras. Este conflicto debe terminar”.

Kassé Tiouté
Kassé Tiouté es de Mamba. El pueblo fue atacado por hombres armados en noviembre de 2018 y Kassé tuvo que buscar refugio en Diafarabé, a 7 kilómetros. Lo perdió todo en el ataque. Cuando su hijo de 2 años cayó enfermo con anemia, no tenía medios para conseguir atención médica. Kassé llevó al niño a nuestra clínica móvil gratuita en Diafarabé.

“Un día, hombres armados entraron en el pueblo y mataron a 11 personas. Muchos huimos de inmediato. Vinimos corriendo a Diafarabé. Estaba con mi hijo, mi suegra y mis hermanas. Durante el camino estaba muy cansada, corría llevando a mi hijo. Todos caímos enfermos.


© Lamine Keita/MSF

Desde que estoy aquí, mi hijo de 2 años ha enfermado y no podía dormir por la noche. Lo he traído a la clínica de MSF esta mañana y me han dicho que está desnutrido y necesita una transfusión de sangre. Debido a su estado, los médicos me han dicho que lo lleve al hospital de Ténenkou, pero no puedo pagarlo, lo perdimos todo durante el ataque”.

MSF trasladamos a Kassé y a su hijo al hospital de Ténenkou, donde el niño recibió tratamiento médico.

Aichata Bah
Aichata Bah dio a luz prematuramente a sus gemelos en su pueblo, a 25 kilómetros de Ténenkou. Después del parto, emprendió un viaje de un día para llevar a los bebés al hospital de Ténenkou, apoyado por MSF, que brinda atención especializada a los recién nacidos.

“Di a luz a dos gemelos pequeños, uno de los cuales está enfermo y tiene poco peso. Decidí llevarlos al hospital de Ténenkou para recibir tratamiento. Llegamos subidos a un carro, tras un día entero de camino. Salí de casa una tarde y llegué al hospital al día siguiente por la tarde.



© Lamine Keita/MSF

Me daba miedo venir debido a la inseguridad. A lo largo del camino hay grupos armados que atacan a los viajeros, especialmente durante la noche. Hicimos todo el viaje atenazados por el miedo y la preocupación. Además, debido al mal estado de la carretera, sufrimos un pinchazo en una de las ruedas del carro. El accidente tuvo lugar en una carretera en medio de un bosque, sin nadie alrededor. Una vez más, nuestras vidas estaban en peligro. El miedo no se disipó hasta que llegamos esa tarde a la ciudad de Ténenkou”.

MSF




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