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La política argentina, muy poco sanmartiniana

OPINIÓN de Sergio Ortiz

Una fecha tan sanmartiniana como el 17 de agosto va a ser usurpada por la derecha con un banderazo. Por otro lado, la renegociación de la deuda externa, por el gobierno de los Fernández, supondrá un alivio poco sanmartiniano.
SERGIO ORTIZ
En su campaña libertadora desde Mendoza y luego en Chile antes de partir hacia Perú, el general José de San Martín chocaba con muchas dificultades. Las mayores las interponía el enemigo realista, los maturrangos, que no querían soltar su presa colonial. Otras piedras le ponía el directorio porteño, que mezquinaba recursos cuando no le pedía que dejara su plan liberador para involucrarse en peleas internas.
Sobre todo en su preparación cuyana, el Libertador chocó con las clases adinerabas que le negaban el aporte económico y no querían que sus hijos fueran reclutados, por los riesgos que suponía. La tropa se nutría de gente humilde, esclavos, libertos y otros «cabecitas negras» de la época.
De ese tiempo son sus sentencias de «Seamos libres, lo demás no importa nada», «Cuando la patria está en peligro todo está permitido excepto no defenderla» y «La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje».
El general no sentía esa «angustia» inventada por Mauricio Macri en su disléxica reflexión ante el Borbón corrupto, hoy en fuga. San Martín tenía claro cuál era la batalla que estaba librando y cómo ganarla.
Este 17 de agosto es muy doloroso constatar una doble circunstancia.
Por un lado, que el movimiento obrero y sectores democráticos y patrióticos han abandonado casi por completo la movilización callejera. Es obvio que por razones de lucha contra el Covid-19 esa práctica debía tener fuertes límites, pero no al punto de desaparecer. Y esto es lo que ha ocurrido, en gran medida porque las direcciones políticas y sociales del campo nac&pop han delegado absolutamente la gestión política en lo que decida el presidente Alberto Fernández, quien dista mucho de ser San Martín.
Por otro lado duele ver que esa fecha histórica es usurpada por la derecha macrista, semioculta detrás de banderas celestes y blancas. Ya lo hicieron en junio en defensa del monopolio Vicentin, para impedir su intervención y posterior estatización. Lo reiteraron en julio, contra la cuarentena y en supuesta defensa de la libertad, en real apoyo a los negocios de Techint y Clarín. Y la tercera será mañana, repitiendo eslóganes y agregando la oposición a una tímida reforma judicial que el presidente está dispuesto a diluir aún más en enjuagues con el centro y la derecha política-jurídica.
En el banderazo también habrá alguna buena gente, preocupada por no poder trabajar, con negocios cerrados y la angustia de una cuarentena de más de 150 días. Esas personas son el complemento cierto de una farsa que los medios concentrados presentarán como el salvataje de la Patria en peligro. Lo más doloroso es que su «Patria», Techint y Clarín, no están corriendo ningún riesgo sino más bien todo lo contrario, siguen haciendo excelentes negocios.

Las vacunas.
Los contagios en Argentina siguen «pum para arriba». Ayer a la mañana, faltando los datos de la jornada completa, había 38 muertes, 6.365 nuevos contagios de un total de 282.437 y 5.565 fallecidos.
En esas condiciones lo lógico es mantener la cuarentena, en especial en los distritos más críticos: Capital Federal y conurbano bonaerense (AMBA), Chaco, Córdoba y Jujuy, más ciudades de Salta, Río Negro, etcétera.
Eso era antipático. No resultaba muy popular extender por décima vez hasta el 30 de agosto próximo las restricciones a las actividades productivas, sociales, transporte, etc. Sin embargo era lo necesario y quien mejor parece haberlo interpretado es el gobernador Axel Kicillof, por lejos el más claro en los anuncios del viernes en Olivos.
Ahí la política metió otra vez la cola, una cola sucia en el caso del jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien persiste en ampliar las actividades en el epicentro de la pandemia.
En esa mesa de Olivos fue clara la ubicación de sus tres integrantes: Kicillof a la izquierda y Rodríguez Larreta bien a la derecha. Fernández al centro, ora apareciendo como más volcado a su «amigo Horacio» en la apertura de más actividades, ora coincidiendo con el K bonaerense en la necesidad del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO).
El presidente evitó el uso de la palabra «cuarentena» y dejó de lado algunos de sus consejos y/o retos a quienes hacían reuniones sociales que derivaban en nuevos contagios. El desuso de aquella expresión habría provenido del consejo de epidemiólogos, aunque lo lógico sería pensar que vino de políticos y ministros. Como sea, no mentar la cuarentena no es la solución. El debate político es sobre su necesidad o no. Evidentemente lo es a nivel nacional y en especial en determinadas zonas, una de ellas la CABA. Al no hacerlo, por la dependencia de clase monopolista de Rodríguez Larreta y una errónea política de alianzas del socialdemócrata AF, se están cavando tumbas: de las reales para muertos por el Covid-19 y tumbas políticas futuras para liderazgos que no estén a la altura de las circunstancias.
La buena noticia fue que habrá vacunas. La primera a nivel mundial fue de Rusia, que llegó primero a la meta con su Sputnik V. Los medios anticomunistas y pronorteamericanos, de amplia representación en Argentina, criticaron ese producto ruso por «inseguro». Estuvo bien Fernández, al felicitar a su colega Vladimir Putin por la gran hazaña científica.
El laboratorio inglés-sueco AstraZeneca, junto a la universidad de Oxford y con el financiamiento del multimillonario Carlos Slim (número 12 de los súper ricos del mundo, con 52.400 millones de dólares) habrían obtenido otra vacuna. Ésta sería fabricada en parte en Argentina, por el grupo Insud, en sociedad con laboratorios mexicanos vinculados a Slim, y distribuidas en América Latina. Sobre este producto también hay ciertas dudas, silenciadas por aquella prensa. Hugo Sigman, de Insud declaró: «vamos a producir la vacuna ahora y, si no sirve, se tira».
Dos vacunas son hermosas novedades, aunque demorarán hasta el primer trimestre de 2021 para aplicarse. Si el cronista lo necesita, le pondrá el brazo a la vacuna rusa. Le tiene tirria a los ingleses, al rico Nº 12 del mundo y a los panqueques de Insud, progres en los ’70 y grandes capitalistas en los ’90.

Primero alivio, luego aluvión.
Columnistas de El Cohete a la Luna, como Mónica Peralta Ramos, en ese portal simpático con el gobierno aclararon que lo anunciado el 4 de agosto entre Martín Guzmán y la representante de BlackRock «no es ninguna panacea».
CEPA, del mismo palo, aclaró que entre 2020 y 2024 vamos a pagar US$ 7.556 millones (1.889 millones por año). Desde 2025 hasta 2035 se pagarán cada año 9.000, 12.000 y hasta 14.000 millones de dólares. El promedio daría 10.000 millones por año, una suma ruinosa a la que habrá que sumarle lo que se acuerde con el FMI.
Con el Fondo se negociará el pago de 44.000 millones de dólares desembolsados en tiempos de Christine Lagarde para intentar la reelección de Macri. Hoy no está la francesa, premiada con la presidencia del Banco Central Europeo, sino Kristalina Georgieva, de muy buena relación con Martín Guzmán. Casi tan buena como era la de Lagarde y Nicolás Dujovne.
El ministro de Economía abrió el paraguas y admitió que la negociación con el Fondo será muy dura por los requisitos que suele poner a los deudores. Pronosticó que el tira y afloje puede durar hasta principios del 2021. Es de desear que no empiece ofreciendo 38 dólares por cada 100 y termine pactando por 54.9, como sucedió con bonistas privados.
A esas dos cargas (bonistas y FMI) habrá que sumarle la deuda en dólares en el mercado local, la deuda en pesos y las cuotas con el Club de París.
A partir de 2025 la factura anual con los bonistas será de 10.000 millones de dólares: ¿cuánto supondrá el pago total, sumados esos otros «rojos»? ¿El doble, un poco menos, un poco más?
Luce como una tarea imposible, matemática, política y financieramente. Además no fue auditada, pese a las violaciones a normativas administrativas y legales del país e incluso del FMI.
Esa hipoteca es para Argentina y la impunidad es para quienes la contrajeron, como el veraneante en Saint Tropez y otros fugadores de capital a las offshore del Caribe o cuentas suizas.
La negociación con BlackRock puso en el centro a Guzmán, pero parte de esa labor la hicieron Lazard y los bancos colocadores, HSBC y el Bank of America. Ese trío financiero internacional se llevará sus buenas comisiones y honorarios.
El CEO del Bank of America en Argentina le dijo a «Desinfobae» que el PBI caerá 13,5 por ciento este año y crecería 7,5 el próximo. El tipo quería saber cómo hará el gobierno para disminuir el déficit fiscal (léase recortar «gasto público»), la misma obsesión de Georgieva y su buró.
Si en 2021 el país vendrá de tres años de caída del PBI y sólo crecerá un poco, ¿de dónde saldrán los miles de millones de dólares para pagar la deuda?
Los anuncios de AF y Guzmán fueron sólo un alivio. Después viene el aluvión. ¡Cuánta falta nos hace un San Martín, su doctrina emancipadora y su tropa combativa de humildes y libertos!




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