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Haití: una crisis política y humanitaria interminable

El presidente Jovenel Moïse se negó a dejar el poder, desatando fuertes protestas y una crisis constitucional en el país golpeado por la miseria, la violencia, los desastres naturales y la impunidad.

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Manifestantes protestan contra el presidente Juvenel Moïse en Port-au-Prince, Haiti. Diciembre 2019 |
Richard Tsong-Taatarii/Zuma Press/PA Images



Haití atraviesa una profunda crisis política agravada ahora por la decisión del presidente, Jovenel Moïse, de negarse a dejar el poder en la fecha constitucionalmente establecida para que lo hiciera: el 7 de febrero de 2021 es decir, el pasado domingo.

Su negativa levantó multitudinarias protestas, ante las que el régimen reaccionó alegando un supuesto intento de golpe de estado ese mismo domingo, en el que involucró a civiles opositores y a jueces independientes de la Corte Suprema de Haití. 23 personas fueron arrestadas entre las que se cuentan un polícia y Hiviquel Dabresil, jueza de la Corte Suprema del país.

Según un documento de la Red Nacional para la Defensa de los Derechos Humanos de Haití (RNDDH por sus siglas en francés), Dabresil fue torturada, y aún no ha sido liberada. RNDDH hizo un llamado a organismos internacionales para que apoyen la liberación de Dabresil y las otras 22 personas arrestadas. La maquinaria de la represión se ha puesto en marcha.

Según el presidente Moïse, su mandato no termina hasta febrero de 2022. Basa su alegación en que cuando ganó las elecciones presidenciales en 2016, que se celebraron tan solo una semana después del paso del Huracán Matthew, que destruyó el país e hizo que tan solo 30% de su población acudiera a las urnas, se denunció fraude.
Imagen de las protestas en Haití en 2021. | Shutterstock


El hecho es que Moïse ganó las elecciones por primera vez en octubre de 2015, pero su triunfo fue impugnado y anulado, por lo que tuvo que ganar de nuevo en 2016 y tomar posesión el 7 de febrero de 2017. El mandato presidencial es de 5 años, que él cuenta desde ese día, pero la oposición remite a la elección de 2015.

Su decisión de no reconocer el fin de su mandato desató la indignación popular, que está en permanente movilización desde que en 2018 un mayúsculo escándalo de corrupción vinculado a préstamos venezolanos a la operación Petrocaribe implicase también al presidente, conocido ex empresario.

El miércoles 10 de febrero, cientos de haitianos marcharon en las calles de Port-au-Prince cantando "¡Abajo los secuestros! ¡Abajo la dictadura!", y apoyando a la oposición que pide que el presidente, que se mantiene en su puesto, renuncie. El país vive una auténtica epidemia de violencia criminal y secuestros sistemáticos ante la inacción y la impotencia de las fuerzas de seguridad.


Estas son la protestas más grandes que se han visto en Haití en lo corrido de 2021 y han hecho que Estados Unidos, potencia que ha jugado un rol clave en la prolongación en el poder de Moïse y su partido, comience a poner distancia con el gobierno haitiano.
Haití: desastres naturales, corrupción y Estados Unidos

Haití fue la primera república negra del mundo, después del triunfo de la revolución de esclavos y libertos (1791-1804) contra el poder colonial francés. Con una historia marcada por la pobreza, el autoritarismo, la inestabilidad política y las continuas interferencias externas, Haití vive instalado en una crisis permanente. Además, ha sido golpeado por una serie de desastres naturales, con un terremoto devastador en 2010 (más de 250.000 muertos), seguido del huracán Matthew en 2014, que ha empeorado la ya muy precaria situación económica y social de sus habitantes. Según datos oficiales, Haití es el país más pobre del hemisferio occidental y uno de los más pobres del mundo. El 59% de su población vive por debajo del umbral de pobreza y más del 24% vive en situación de extrema pobreza.

El predecesor de Moïse, de su mismo partido, el Tèt Kale, y quien lo escogió como sucesor, es Michel Marthelly, político y ex músico haitinao que gobernó el país desde 2011 hasta 2016. Marthelly fue el primer presidente legítimo de Haití que sucede a otro democráticamente.
Michel Martelly, ex presidente de Haití y Hillary Clinton. | Shutterstock


Como candidato, recibió un apoyo decisivo por parte el gobierno de Estados Unidos que se hizo explícito cuando Hillary Clinton, entonces Secretaria de Estado de los Estados Unidos, y Bill Clinton, presidente de la Comisión para la reconstrucción de Haití después del terremoto (IHRC por sus siglas en inglés), apoyaron a Marthelly. La IHRC se enfrentó a duras críticas por la lentitud en el proceso de recuperación y porque los fondos no llegaron a su debido tiempo. Según la Oficina del Enviado Especial para Haití, 5.400 millones de dólares fueron a organizaciones que no pertenecían a Haití ,como agencias de las Naciones Unidas, grupos de ayuda internacional y contratistas privados; 580 millones de dólares al gobierno haitiano y 36.2 millones a organizaciones haitianas.

Los fondos nunca se repartieron de forma equitativa ni se priorizaron organizaciones de base. Un análisis hecho por el gobierno estadounidense concluyó que no hubo malversación de fondos, pero que la forma en que el IHRC distribuyó los fondos no estuvo alineada con las necesidades de Haití. También fue evidente que el IHRC buscó obtener resultados a corto plazo, en vez de construir capacidades instaladas a largo plazo en el territorio.
¿Dónde está la plata de Petrocaribe?

La corrupción ha sido históricamente un pesado lastre para el desarrollo de Haití, que vivió una fuerte ola de protestas anticorrupción a partir del escándalo de Petrocaribe, que estalló en 2018. Junto a otros países del Caribe, Haití formó parte de Petrocaribe, un proyecto "solidario" de Hugo Chávez que les permitió acceder a petróleo a precios preferenciales y que resultó ser una abundante fuente de corrupción y malversación.

En julio de 2018, ante las acusaciones de enriquecimiento ilícito a Moïse, miles de haitianos salieron a marchar en protesta, y hubo violentos motines en contra del aumento del precio de los combustibles. Moïse revirtió la medida e incluso cambió a su primer ministro, pero lo que pedían los manifestantes era claro: no solo una verdadera renovación en el personal del gobierno, sino la puesta en marcha de políticas públicas que permitieran a más del 80% de la población tener acceso a empleo, salud, educación de calidad y seguridad en los barrios populares.

La fuerte devaluación de la gourde, la moneda haitiana, y los intentos del gobierno por controlar el tipo de cambio tuvieron efectos opuestos, disparando los precios. Hoy Haití sigue importando tres veces más de lo que exporta. Con un salario mínimo de 3,4 dólares al día y una tasa de desempleo cercana al 75%, la calidad de vida de los haitianos, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), no ha mejorado desde 1990.
Marchas contra la malversación de los fondos de Petrocaribe. | Wikipedia.


En agosto del 2018 André Michel, abogado, abrió un proceso en el que se constituyó en patrocinador de todos aquellos que quisieran presentarse como parte civil contra el Estado por considerarse víctimas indirectas de las malversaciones.

Nada parecía moverse hasta que el 14 de agosto de 2018 un tuit de un joven guionista, Gilbert Mirambeau, despertó nuevamente a los haitianos. En la foto se lo veía con los ojos vendados exhibiendo un cartón donde estaba escrito en creol: «Kot Kòb Petwo Karibe a?» (¿Dónde está el dinero de Petrocaribe?). Así fue como comenzó el movimiento #PetroCaribeChallenge que fue compartido en redes por raperos y otras personalidades hasta volverse viral y generar nuevas protestas contra el gobierno corrupto de Moïse.
Bandas criminales, masacres e incertidumbre

Como respuesta a las protestas en el 2018, el gobierno Moïse reaccionó de forma violenta, perpetrando una masacre en un barrio pobre de la capital en la que 71 personas fueron asesinadas con machetes, hubo violaciones y asesinatos de niños. Esto desató investigaciones de Naciones Unidas por violación a los derechos humanos. Se concluyó que la mente maestra detrás de la masacre fue un miembro del gobierno, Joseph Pierre Richard Duplan. Así mismo, la planeación y ejecución de la masacre fueron llevadas a cabo por el ministro del interior, Fednel Monchery.

El 2 de enero los líderes del G9 (el grupo de los 9 gangs, una "federación" de bandas criminales creada por Jimmy Cherisier, un ex policía haitinao), realizó una marcha a favor del presidente. Es lo que Nixon Boumba, activista haitiano de derechos humanos llama la "gansterización" del país. El poder de estas bandas hoy es tal que aterrorizan a la población, manteniéndola amedrentada en los slums de Port-au-Prince y en las zonas rurales. Con su apoyo, Moïse gobierna por decreto, sin necesidad de aprobación del parlamento. Eso hizo posible, por ejemplo, que declarara algunas formas de protesta (incluidas las marchas civiles) como "terrorismo", dando un paso más en la represión sin cuartel.


Hoy los haitianos están viviendo un período de abuso y de terror como el que vivieron con Jean Claude Duvalier y sus tontons-macoute, una milicia que se encargaba de administrar los castigos a la sociedad civil. Que hoy otro presidente, apoyado por poderes externos, se eternice en un poder autoritario, corrupto y violento, y se apoye en una federación de bandas criminales para imponer su ley, aboca al país al mayor de los desastres.

Las protestas de estos días constituyen el grito desesperado de una población exhausta. Resulta difícil de comprender que los organismos internacionales sigan apoyando a Moïse, y hayan comprado su plan unilateral de reformar la Constitución para limitar los poderes del parlamento y blindar la inmunidad de los presidentes y someterla a un referéndum en abril, para luego celebrar elecciones en septiembre.

Bajo un régimen corrupto y cada vez más violento, Haití vive hoy una crisis humanitaria y de derechos humanos totalmente insostenible. La comunidad internacional debería reaccionar de inmediato.




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