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Libros que rompen los muros de las cárceles






SFQU.- En el África precolonial se afirma que se utilizaron diversos métodos disuasorios para evitar los crímenes. Hubo, por ejemplo, destierro, exilio o lapidación. Pero también diversas maneras de practicar la justicia restaurativa. La escritora Petina Gappah, a raíz de una entrevista sobre su novela El libro de Memory, menciona ngozi como una potente herramienta de control social de sus ancestros. Se trata de una fuerza vengativa cuyo funcionamiento Gappah ilustra de esta manera: si cometes asesinato condenas a tus descendientes durante generaciones enteras hasta que no haya una reparación.

Los ejemplos se multiplican en diversos países del continente. Sin embargo, el sistema de justicia tradicional, “que se centraba en rehabilitar al delincuente y restaurar la confianza y las relaciones rotas”, se vio amenazado con la colonización y sus métodos occidentales. Y llegaron las cárceles.

Abundan los textos en los que los personajes enseñan la vida dentro de los muros de las prisiones, pero también los escritores que han pasado una temporada o largos años en ellas y aprovecharon para escribir libros que ya son parte de la historia de la literatura universal.

De profundis, lo que nos enseñan los libros

Han sido muchos los escritores que han mostrado cómo es el paso por las cárceles en diversos países del continente africano. La mayoría plasmando su propia experiencia personal.

Para ilustrar el peso de esta literatura nos atrevemos a mencionar a algunos. El maliense Ibrahima Ly,a Henri Djombo (Le mort vivant) o el chadiano Antoine Bangui (Prisonnier de Tombalbaye), entre muchos otros. El que está considerado el padre del cómic marroquí pasó 10 años en la prisión de Kenitra, durante los denominados años de plomo de Hasan II, Abdelaziz Mouride escribió e ilustró On affame bien les rats durante su encarcelamiento. Se sirvió del cómic para mostrar su resistencia ante la represión, documentando su paso por el sistema carcelario y mostrando a la sociedad de su tiempo.

La mencionada novela de Gappah tiene una albina por protagonista condenada por asesinato en la prisión de máxima seguridad de Chikurubi, en Harare. Ésta nos adentra en el día a día entre rejas, las duras rutinas carcelarias. La descripción de las reclusas, con sus historias delictivas trae a la mente otra obra, El Carro dorado de la egipcia Salwa Bakr. En esta obra, quince mujeres presas en una cárcel en Alejandría desfilan por la novela de Bakr mostrando sus duras vidas y las acciones, razones, que las han llevado hasta allí. Ambas nos hablan de las horas en prisión desde la visión y experiencias de las mujeres y de las diversiones opresiones sociales que sufren.

Mujer en punto cero de Nawal al-Sadawi nos cuenta, así mismo, la historia de Firdaus que la propia escritora conoció en la prisión de El Cairo y cuya narración la dejó impactada hasta tal punto que no pudo dejar de contar su historia: la de una mujer que quiso salir de la pobreza, que creyó en la educación y a la que el mundo (los hombres) le volvió la espalda para clavarle su puñal.

En muchas obras literarias africanas, la prisión suele aparecer como parada obligatoria para todo aquel que tenga un compromiso político o sufra persecución bajo un régimen dictatorial. Estas narraciones, además de diseccionar a algunos dirigentes, contienen tramas duras que sacan a la luz la situación infernal que se soporta entre las cuatro paredes de los habitáculos diseñados para anular al ser humano. Se nos hiela la sangre al conocer cómo acaban aquellos que tuvieron la valentía de levantarse, fueron en contra o simplemente se manifestaron, Así ocurre con el Ito Baraka de Explicación de la noche del togolés Edem Awumey, que acaba dentro de un agujero de horror y miedo por manifestarse contra lo que creía digno de ser anulado. Del mismo modo, el encarcelamiento y la tortura, en todas sus variantes, física y psicológica, durante la época de Macías, adquieren en Los poderes de la tempestad de Donato Ndongo un protagonismo especial.

En fechas recientes, Tahar Ben Jelloum contaba en El castigo los 19 meses de confinamiento que soportó cuando era joven por haber salido a la calle para gritar contra la injusticia, la represión de Hasan II, y que marcaron su vida. Hasta el punto de haber tenido que dejar pasar 50 años para poder contarlo. Así actúa la cárcel sobre las almas sensibles.

El papel higiénico y el lápiz de ojos







En la cárcel hay tiempo y los escritores se las ingenian para usar todo lo que tengan al alcance de la mano para poder seguir escribiendo. La herramienta más conocida de las literaturas africanas carcelarias puede que sea el papel higiénico en el que Ngugi wa Thiong´o plasmó su obra en gikuyu El diablo en la cruz durante su estancia en la prisión de máxima seguridad de Kamiti encarcelado por el régimen de David Arap Moi. Fue allí, entre rejas, cuando el keniano tomó la decisión de escribir en adelante en su lengua materna.

Pero, sin duda, el autor africano universalmente más conocido por su estancia entre rejas es Nelson Mandela, símbolo de la resistencia ante el apartheid, quien terminó varios libros (parece que también usó dicho papel para ello y siempre de manera clandestina) a lo largo de su larga permanencia en prisión. Entre ellos, Un largo camino hacia la libertad. Pero, sobre todo, desde donde envío centenares de cartas que se pueden leer en el volumen Cartas desde la prisión.

Menos conocido es el papel higiénico que usó Nawal al Saadawi junto con un lápiz de ojos negro que le dejaba, al parecer, alguna compañera de celda. La egipcia terminó encarcelada por su activa posición en contra del régimen de Anwar el Sadat y allí escribió Memorias de la cárcel de mujeres. O la vía de escape de las rejas que fue escribir poesía para Wole Soyinka (Lanzadera en una cripta).

A veces los límites se confunden hasta el extremo, tal es el caso del escritor nigeriano Ken Saro-Wiwa quien durante el tiempo que estuvo en la prisión de Port Harcourt, reescribió una obra que había extraviado. Wiwa esperaba allí el momento de su ejecución, que llegó finalmente, tras ordenar su ahorcamiento Sani Abacha quien gobernaba entonces aquel país, junto a otros siete activistas. Durante aquelllos sus últimos días el defensor de los Ogoni plasmó la Historia de Lemona que era la narración de una mujer marcada por unas circunstancias de precariedad, rechazo y abuso que finalmente la conducen a la cárcel y al ahorcamiento. A veces ocurre, Wiwa y Lemona van de la mano, el creador y su personaje comparten el mismo, idéntico y desgraciado destino.

SFQU (Sonia Fernández Quincoces). Autora y editora única de "Literafricas", un espacio que surgió para tratar de añadir más mundos al mundo.
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