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“África más allá del espejo”, la escritura en disidencia perpetua

SFQU.- Son legión los escritores que permanecen un peldaño más allá, sin haber sido traducidos nunca a algunas de las lenguas que somos capaces de leer. Sin duda, cada lector tiene su área de influencia que le dota para llegar a obras que otros no podrían soñar siquiera. La lengua/s en la que se es capaz de leer, hará orillar a aquellos escritores mencionados que quedan lejos del alcance.

En una compilación de ensayos, como la de África más allá del espejo, las referencias anteriores pueden llegar a multiplicarse poniendo los dientes largos. Boubacar Boris Diop, su autor, menciona, por ejemplo, a Mongo Beti, destacado y comprometido escritor camerunés de los años 60, una de cuyas obras fue prohibida en su país de origen.

Beti escribía en francés y no ha sido traducido nunca a castellano. Sobre él, se lee en uno de los ensayos dedicados a su persona, que fue “un escritor contracorriente” y “otra figura del escritor africano, radicalmente diferente a la idea que teníamos hasta entonces”. Para añadir a renglón seguido: ”Beti era capaz de decir, en todo momento, esas palabras sencillas pero escasamente repetidas: No estoy de acuerdo”. Y concluye, “Beti es, junto a Sembène Ousmane, Cheikh Anta Diop, Ayi Kwei Armah y algunos más, de aquellos que nos invitan a escribir sin escondernos”.




A Beti quizás no, pero a Boubacar Boris Diop se le puede leer en castellano en, al menos, tres obras de ficción y una de no ficción, la que hoy comentamos. Y, como el camerunés, también él no se calla: “Mirar a África más allá del espejo significa evaluar seriamente, por y para nosotros mismos, nuestro comportamiento. No debemos dudar en preguntarnos cuestiones incómodas”, aclaraba en una entrevista.

Para empezar surge la pregunta de “a qué África” nos referimos. Porque la tendencia global ya sabemos cuál es: la consabida generalización, la machacona necesidad de meterlo todo dentro de una cajita ordenada y controlada. Sin embargo, todos podemos caer en esa trampa y a veces es necesario que se nos diga que “a la mayoría le basta pisar el suelo de un país africano para imaginarse en África”.

Desde ese punto de partida Diop emprende la escritura de estos ensayos para que se deje de avergonzar a los africanos y se les restituya en su memoria e identidad. Frente a la idea de que son incapaces de encontrar una salida a nada por si mismos, los intelectuales como Diop se esfuerzan para que las convicciones den la vuelta, a veces usando la novela y otras la no ficción como en África más allá del espejo, un volumen de ensayos escritos en 2007 y divididos en cuatro partes.

Ruanda, lo ocurrido en 1994, ocupa una importante por múltiples razones. Solo recordar que su introducción para uno de los libros de la ruandesa Yolande Mukagasana fue censurado en Francia al señalar a Miterrand y su gobierno con un papel destacado en el genocidio y que, en 1998, con la finalidad de romper el silencio de los intelectuales africanos en torno al mismo se lanzó el proyecto Ruanda, escribir por deber de memoria. El resultado fueron 10 libros, algunos de los cuales también se pueden leer en castellano.










Para vencer a la negrofobia, es acuciante reflexionar sobre aquellos hechos, reflexiona Diop. Para no acostumbrarnos a las desgracias, por deber de memoria, por deber humano de intentar comprender el desencadenamiento de los hechos que condujeron a un drama semejante y para alejar la idea de unir África a la violencia de manera inexorable. Se ha escrito, se han hecho películas, pero sigue siendo necesario excavar para saber por qué ocurrió. Por un lado, señalando a los culpables políticos, pero por otro lado tratando de saber cómo fue posible. “En este sentido, la ficción es un excelente medio de enfrentarse al proyecto genocida, ya que vuelve a darles alma a las víctimas; si bien no las resucita, les restituye al menos su humanidad en un ritual de duelo que convierte la novela en una lápida”, escribe. ¿Una novela puede devolver las ganas a una persona de ser humano?, nos preguntamos.

A los humillados y atacados les dedica otro de sus ensayos. Repasa, como si fuera ayer, lo ocurrido en 2005 en Ceuta y Melilla. La frase lapidaria que abre el mismo es la que en aquel año utilizaba el New York Times para titular: “Entran más africanos a Estados Unidos que en tiempos de los esclavos“. El caldo de cultivo aumenta y refuerza el sentimiento de que Occidente nunca terminará de acoger a todos los miserables del mundo, gracias a la xenofobia que interesa políticamente. En 2005, la brutalidad y la violencia contra los migrantes nos suena a vieja. “En realidad, frente a los dos grandes miedos de los países del Norte – el terrorismo y la inmigración – la preocupación de calmar las opiniones europeas prima, a partir de ahora, sobre el resto de consideraciones“, explica el senegalés.

Diop señala a las sociedades africanas, a sus políticos y la propia sociedad civil como cómplices de la situación que atraviesan tantas personas que optan por poner en riesgo sus vidas para llegar a Europa, al tiempo que expresa también “una sorda ira” al contemplar cómo esos jóvenes están dispuestos a morir para abandonar su patria, pero no están dispuestos a sufrir para mejorar su sociedad al menos para el futuro. Y concluye, “Obligar a que cientos de millones de jóvenes vegeten en países que continúan oprimidos y expoliados por el Norte, es contribuir a que el mundo sea todavía menos seguro. La evasiva y el egoísmo de Europa corren el riesgo de generar nuevas formas de violencia que, de un modo u otro, le afectarán”.

Por último, otra gran parte de estos ensayos están dedicados a la literatura. De hecho, es un eje central y vital en su vida, tal y como ya señalaba en entrevista con Pere Ortín (“Dakar: capital de una África diferente”, Altaïr) donde afirmaba que “la literatura es para él todo menos un pasatiempo”.

Junto a Mongo Beti, disecciona a dos grandes figuras: Shengor y a Anta Diop. En un ensayo altamente interesante para todos aquellos interesados en ambas figuras, pero no solo, muestra que si bien por ambos siente admiración, en cuanto al primero no deja de mostrar las contradicciones y oscuridades de un hombre demasiado obnubilado por todo lo europeo.

En otro breve ensayo, publicado en el mismo número de la revista Altaïr, ya anotaba las diferencias entre estos dos insignes senegaleses. “Uno era musulmán, muridí, wòlof y anticolonialista. El otro, católico, serer y francófilo”. Si Cheikh Anta Diop “deja el recuerdo de un hombre que se impuso a la tensión moral permanente, lejos de la tentación del dinero y de los honores”, Leopold Shengor, el presidente católico durante 20 años de un país con un 95% de musulmanes, fue combatido por toda una generación, la de Boris Diop, aun ”sabiendo que era un intelectual digno de respeto mas allá de sus cuestionables decisiones personales. Posiblemente, incluso sentimos un insólito afecto por él”.
Cheikh Anta Diop
Leopold Shengor

Además, Boris Diop realiza una autocrítica del escritor africano, presentado como “ciudadano del mundo” para no parecer prisionero de su negritud, dispuesto a alejarse de la realidad africana para poder publicar en centros alejados donde está la industria editorial europea. Para después al grito de “Escribe …¡Y cállate!” arremeter por el no uso de las lenguas africanas en las literaturas africanas. Consciente de que el wòlof, por el que ha optado en varias ocasiones, es una lengua codificada y con la que se ha escrito literatura desde el siglo XIX, lo que no ocurre con todas las lenguas africanas, habla desde su propia experiencia aquella que le ha devuelto a su propia esencia. Escribir en wòlof es, para él, contribuir a una literatura en proceso y volver a la esencia de una cultura, la oral, a la que de lleno pertenece. Pero también regresar a lugares secretos, aquellos que le llevan de nuevo a oír la voz de los seres que amó y que se expresaban únicamente a través de esta lengua.

Boubacar Boris Diop, el contador de historias, para sobrevivir y por compromiso, se remueve para empujar los vértices. Y nos dice: “Un artista no tiene nada que decir si, ante todo, no acepta ser él mismo”.

África más allá del espejo (L´Afrique au-delà du miroir, 2007). Boubacar Boris Diop. Traducción: Didac P. Lagarriga. Editorial Oozebap, 2009

Dakar: capital de una África diferente, Altaïr Magazine

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Los títulos de los 10 libros publicados en el marco de “Ruanda: Escribir por deber de memoria” son: Koulsy Lamko (Chad), La Phalène des collines; Boubacar Boris Diop (Senegal), Murambi, el libro de los huesos; Tierno Monénembo (Guinea), L’aîné des orphelins; Meja Mwangi (Kenia), Great Sadness (inédito); Monique Ilboudo (Burkina Faso), Murekatete; Vénuste Kayimahé (Ruanda), France-Rwanda, les coulisses du génocide; Véronique Tadjo (Costa de Marfil), La sombra de Imana; Jean-Marie Vianney Rurangwa (Ruanda), Le Génocide des Tutsi expliqué à un étranger; Abdourahman Ali Waberi (Yibuti), Moisson de cránes; Nocky Djedanoum (Chad), Nyamirambo!

Fotografía de portada: Hennie Stander (Unplash)




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