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La crisis de los cayucos empieza en las costas de África occidental

OPINIÓN de Javi Raboso

El cayuco es una embarcación artesanal estrecha y de fondo plano, empleada para la pesca artesanal en todo el occidente africano. Dependiendo del país, del gusto del armador o de sus capacidades, tienen unos colores u otros, son más grandes o más pequeños. Con toda su diversidad, forman una parte imprescindible del paisaje de las costas de Senegal, Gambia o Mauritania. Y son, o solían ser, un símbolo de prosperidad. 

La primera vez que visité el agitado puerto pesquero de Tanji, en la costa gambiana, me senté a observar las decenas de cayucos que llegaban de faenar al atardecer, atracando a pocos metros de la playa. Los pescadores pasaban cubos llenos de pescado fresco a jóvenes porteadores y porteadoras que se acercaban a las barcas y lo transportaban a la lonja situada en la propia arena, mientras una retahíla de niños correteaba detrás, haciendo competencia a las gaviotas, a la captura de los peces que iban cayendo de los cubos rebosantes que llevaban sobre sus cabezas. Al llegar a los puestos, lo vendían a los minoristas o lo entregaban a las procesadoras, todas mujeres, que los ahumaban para venderlos posteriormente en mercados locales. 

Pero desde hace unos años esta fotografía ha ido perdiendo su vitalidad y vaciándose de contenido. La situación ha empeorado para todos los protagonistas de aquella escena y para los millones de personas que dependen cada día de la otrora boyante industria pesquera artesanal para desempeñar su propia actividad comercial o para alimentar a sus familias. Los cayucos regresan ahora con las redes prácticamente vacías, después de travesías mucho más largas mar adentro. De hecho, muchos ya no salen del amarre porque ni siquiera compensa el coste de salir a faenar.

 

Fatou Samba, ahumadora de pescado y activista en Bargny, una comunidad pesquera en las afueras de Dakar.

 

El daño de las harinas y aceite de pescado

El boom del comercio mundial de harinas y aceite de pescado ha roto el bullicioso equilibrio que daba vida a toda la costa de África occidental. Los pescadores artesanales ya no encuentran apenas los pequeños peces pelágicos que conformaban la base de la economía y la dieta en la región, porque son capturados por los grandes buques que operan en la zona o acaban en las fábricas de corporaciones europeas y asiáticas que se han multiplicado en la línea de la costa en los últimos años. Del mismo modo, las mujeres procesadoras ven mermados sustancialmente sus ingresos, ya que su trabajo depende directamente del pescado que llega a la costa. 

Cada año, las empresas europeas contribuyen a un trágico desvío de pescado fresco esencial para mantener la seguridad alimentaria de más de 33 millones de personas en la región de África Occidental. Esta es la conclusión de un nuevo informe de Greenpeace Africa y la Fundación Changing Markets, titulado Alimentando al monstruo: Cómo las industrias europeas de acuicultura y alimentación animal están robando alimentos a las comunidades de África Occidental. El informe revela cómo más de medio millón de toneladas de pequeños peces pelágicos se extraen cada año a lo largo de la costa de África occidental y se convierten en piensos para la acuicultura y la ganadería, suplementos dietéticos, cosméticos y productos alimenticios para mascotas fuera del continente africano. 

La industria de harinas y aceite de pescado ha sufrido un crecimiento vertiginoso en los últimos años y ya se nutre de pescado apto para el consumo humano, arrebatando un recurso capital para las economías de la región. Es sencillamente demoledor pensar que se está quitando de la boca el pescado a millones de personas para ponerlo en la de peces de piscifactoría que acaban en los lineales de nuestros supermercados. Esta industria, así como los gobiernos que la apoyan y las empresas que se sirven de ella en sus cadenas de suministro, están privando a las poblaciones locales de su medio de vida y de su principal fuente de proteínas, atentando así contra su soberanía alimentaria. 

El pequero “Dirk Diederik”, con bandera de Países Bajos, pescando en aguas mauritanas, a  30 millas de la costa. Es un ejemplo de los barcos superindustriales europeos que esquilman las pesquerías de la zona, amenazando la seguridad alimentaria de la población local.

La situación económica de estas comunidades se ha deteriorado notablemente por el impacto de la pandemia en las economías de la región. Sin embargo, la insaciable voracidad de la pesca industrial no ha cesado, y mientras la población se encontraba confinada, sus aguas permanecían abiertas al saqueo. De esta forma, cada vez más pescadores y jóvenes se echan al mar en los mismos cayucos con los que se ganaban la vida, en busca de nuevas oportunidades, incluso si esto significa emprender una ruta sumamente arriesgada.

‘Barcelona o muerte’

Detrás de la reactivación de la ruta migratoria hacia las islas Canarias se encuentran muchas situaciones diferentes y muchos motivos, como la inestabilidad política en el Sahel, el bloqueo de otras rutas menos arriesgadas y, en gran medida, el impacto de la pandemia en la economía de todo el continente. Pero sin duda, la dramática situación del sector de la pesca artesanal en Senegal, Gambia y Mauritania, derivada del expolio de sus aguas, ha contribuido a engrosar las cifras de la que hoy es la ruta migratoria más mortífera del planeta, haciendo valer la conocida expresión en wolof Barça ou barzakh, un tenebroso juego de palabras que hace referencia a dos de los posibles destinos cuando parten: “Barcelona o muerte”.

Por ello, una parte de la crisis de los cayucos tiene lugar en las propias aguas de África occidental: vacíos de peces, se llenan de pescadores que se internan en el océano tratando de alcanzar un futuro mejor. Esta es, ante todo, una crisis de derechos humanos. Nuestro primer deber como sociedad es darles acogida, pero solo poniendo coto al actual saqueo internacional de sus caladeros podremos devolver el colorido y la esperanza a sus costas y el derecho a una vida digna a quienes las habitan. 




Javi Raboso
Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid y activista de derechos humanos. Responsable de la campaña de Democracia y Cultura de Paz en Greenpeace España. Twitter: @javi_raboso




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