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Día de esos locos bajitos

DÍA DE ESOS LOCOS BAJITOS, O DEL NIÑO, DE LA NIÑEZ O DE LA INFANCIA

OPINIÓN de Ricardo Mascheroni

Tras la Primera Guerra Mundial  comienza una preocupación y conciencia sobre la necesidad de protección especial para los infantes.

Una de las primeras activistas sobre este tema fue Eglantyne Jebb, fundadora de la organización Save the Children (Salvar a los Niños), la cual, con ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja impulsó la adopción de la primera Declaración de los Derechos de los Niños. La declaración fue sometida en 1924 a su aprobación por la Liga de las Naciones, la cual la adoptaría y ratificaría en la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños. ​ En 1925, durante la Conferencia Mundial sobre el Bienestar de los Niños, realizada en Ginebra, se declaró, por primera vez, el Día Internacional del Niño, señalando para tal efecto el 1 de junio.

El 12 de abril de 1952 la Organización de Estados Americanos (OEA) y UNICEF redactaron la Declaración de Principios Universales del Niño, para protegerlos de la desigualdad y el maltrato. En esa oportunidad se acordó que cada país fije una fecha para festejarlo e instituyó un Día Universal del Niño, sugiriendo a los gobiernos que lo celebraran en la fecha que cada uno de ellos estimara más conveniente.

Su finalidad era que el mundo reflexionara sobre la importancia y transcendencia de los niños, ya que ellos son el futuro de cada nación y en definitiva de la humanidad.

La fecha en el nuestro país fue variando entre el 1er y 3er.  Domingo de Agosto.

Con los años y en razón de las tendencias imperantes, el día se ha transformado en una celebración puramente mercantilista y consumista, alejada cada vez más de los objetivos que se tuvieron en miras al institucionalizarlo.

En muchos casos han quedado totalmente olvidadas las obligaciones de los Estados, que debían instrumentar políticas activas para su protección y resguardo, ofreciendo los medios y herramientas que posibilitaran su crecimiento integral desde el punto de vista moral, educativo, sanitario y alimentario a fin de preservar su dignidad como seres humanos.

Hoy, la realidad nos muestra descarnadamente, como los niños de muchos países empobrecidos se han convertido en blanco de toda forma de explotación y aprovechamiento, que en muchos de ellos los ponen al borde de verdaderos genocidios.

La globalización de la miseria les ha asignado un destino de muerte, desnutrición, delincuencia, prostitución, marginación, tráfico de órganos y violencia.

Son niños y lactantes en su mayoría, los que padecen hambre en el mundo, y la “epidemia de la pobreza”  eleva la mortalidad infantil al 120 por mil en Pakistán y sólo al por mil en Japón.

La desigualdad imperante hace que “un niño nacido en los EE.UU. represente un impacto destructivo sobre los ecosistemas 2 veces superior al de un niño nacido en Suecia; 3 veces más que el nacido en Italia; 13 veces que el nacido en Brasil; 35 veces de un niño hindú; 140 veces que uno nacido en Kenia y 280 veces más que si ese niño naciera en Ruanda, Haití o Nepal”.

Pese a los esfuerzos de todas las acciones sobre esta problemática, el panorama empeora y “un millón de niñas se incorporan, cada año, a la oferta mundial de cuerpos.”

El calentamiento global, la falta y contaminación del agua, los desastres ambientales, las guerras, la proliferación de sustancias tóxicas, tiene en estos sectores sus víctimas predilectas.

Pese a tanta degradación y muerte, para ellos no hay banderas a media asta, duelos, no son portadas de los diarios ni los noticieros, y muchos menos las grandes potencias se preparan para una guerra sin cuartel contra sus asesinos. Vivimos un mundo hipócrita que calla ante tanta injusticia y desolación.

Más del 50% de los niños provienen de hogares bajo la línea de pobreza y de cada 100 niños pobres, solamente 4 de ellos tienen un desarrollo intelectual normal. No hay dudas que generamos un futuro de minusválidos sociales.

En su día y antes de sumarnos a la locura consumista, recordemos sus derechos, ya que mientras no internalicemos estas visiones, el “Primero Los Niños” será una utopía inalcanzable.

                                                                    Ricardo Luis Mascheroni -docente





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