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«A estas alturas, ya solo quiero verdad, justicia y no repetición»


Hija de un obrero republicano asesinado en 1937 y arrojado a un pozo, Pino Sosa preside la Asociación de Memoria Histórica de Arucas (Gran Canaria). EFE/Ángel Medina G.

Hija de un obrero republicano asesinado en 1937 y arrojado a un pozo, Pino Sosa preside la Asociación de Memoria Histórica de Arucas (Gran Canaria). EFE/Ángel Medina G.

José María Rodríguez

Arucas (Gran Canaria) (EFE).- Al padre de Pino Sosa lo mataron tres veces: la noche de 1937 que le dieron un tiro en nuca, el día que cegaron el pozo donde lo arrojaron con otros trece obreros republicanos para silenciar para siempre el crimen y años después, cuando alguien escribió, con saña, en un documento oficial del Ayuntamiento de Arucas (Gran Canaria) que se «ausentó en un barco francés», dejando abandonados a mujer y tres hijos.

A sus 85 años, a Pino Sosa le falla la vista, pero no la memoria. Desde este viernes es oficialmente una víctima, lo dice el artículo 3.3 de la ley promulgada por las Cortes al cabo de 44 años de democracia en España para intentar reparar en lo posible los daños de la represión de la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Ella lo sabía ya hace mucho, pero la idea de que figure en el BOE le agrada y acaricia con mimo una copia de la ley, que no alcanza bien a leer.

Esta vecina de Arucas ha dedicado más de media vida a buscar a un padre al que casi no conoció (tenía 40 días cuando lo «pasearon»), un hombre humilde, un latonero, del que no le dejaron «ni una carta» que le permitiera figurárselo a través de su letra a lo largo de todos estos años, porque «se lo llevaron todo», se lamenta.

«Pero no le guardo rencor a nadie», dice, firme, ni siquiera a los verdugos de José Sosa, Francisco Santana, Lorenzo Santana, Pedro Roque, Juan Torres, Miguel Sánchez, Domingo González y los otros siete hombres no identificados cuyos restos aparecieron en 2018 en el pozo de Tenoya, en las afueras de Las Palmas de Gran Canaria.

Intuye quiénes fueron los asesinos. Todos murieron sin que de su boca saliera una palabra de perdón, pero sabe que ha crecido con los hijos de algunos y morirá sin hacerles un reproche. Solo espera que para todos los que siguen en los pozos, las simas y las fosas haya lo que hubo para su padre el 24 de marzo de 2019: un entierro digno.

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Imágenes de Ángel Medina y archivo de EFE Canarias.

La hija del que tiraron al pozo

«Estoy contenta, orgullosa. Nos ha costado llegar hasta aquí, siempre reclamando, reclamando… Con la ley en la mano, ya somos víctimas. Antes no lo éramos, a mi madre no le dieron ni una pensión porque ni siquiera la reconocían como viuda», recuerda para EFE.

«Dice que tenemos derecho a una reparación. La reparación que yo quiero es justicia, verdad y no repetición. A estas alturas, ¿qué me van a dar, un dinero? Lo necesité de niña, ahora lo que quiero es que esto siga adelante, que se ponga en los libros de texto. Esa es mi lucha, que los chicos se enteren de lo que ocurrió», proclama.

Sosa aprendió de su madre Balbina a no odiar. Para protegerla, la mujer nunca le contó de niña el asesinato de su padre. Se enteró en la calle al saludar a dos mujeres. «¿Quién es esa niña?, preguntó una. «La del latonero, el que tiraron al pozo», repuso la otra.

Balbina le dijo antes de morirse que había perdonado a todos, menos al cura que confesó a los hombres de Arucas que en la primavera de 1937 acabaron en los pozos de Tenoya y el Llano de las Brujas, el primero que se excavó en la isla. Su madre no olvidaba que el sacerdote sabía que los iban a matar y no hizo nada por ellos, pero se arrepintió de no haberle perdonado, cuando años después el religioso se lo rogó.

Pino Sosa posa para EFE junto a la sede de la Asociación de Memoria Histórica de Arucas. EFE/Ángel Medina G.

Una deuda con su madre

Así que Pino le debe el esfuerzo de perdonar a su madre. Su otra deuda con ella, ya la cumplió. «Lo voy a buscar, mamá, te lo prometo», le dijo en 1995 poco antes de que muriera.

Presidenta de la Asociación de Memoria Histórica de Arucas, Pino Sosa es una corredora de fondo. Tan educada y amable como terca en sus convicciones más firmes, no cuesta imaginar cómo fue la reunión en la que le arrancó a Adán Martín (CC), presidente de Canarias (2003-2007), 300.000 euros para financiar la excavación del pozo del Llano de Las Brujas, el primero del que lograron suficientes indicios como para sostener que allí había represaliados.

Encontraron a 24, ninguno era su padre. Para Pino fue una pequeña decepción, pero siguió en la lucha, hasta que convenció al Cabildo de Gran Canaria -bajo gobierno del PP– para que excavara el pozo de Tenoya, en 2013. Cuando cinco años más tarde le dijeron que habían hallado huesos humanos y munición de los años treinta, el corazón le dio un vuelco. El ADN confirmó que allí estaba José Sosa.

Ahora sigue luchando con su asociación para que se abra un pozo más en Arucas, el de El Francés. Así que le encanta leer en la ley que el Estado se compromete a impulsar las excavaciones de las fosas del franquismo y que se creará un banco centralizado de ADN, al que anima desde ya a las familias de los desaparecidos a contribuir.

«Durante años me han dicho: ¿qué haces revolviendo esto? Yo no revolvía nada. Yo solo buscaba a mi padre, al que desde pequeñita dije que iba a buscar», recalca la mujer.

EFE






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