LA SEMANA POLÍTICA
LA DÉCADA GANADA FUE MÁS ALEGRE, PERO NO INDEPENDIENTE
¿VUELVE LA ALEGRÍA LIMITADA?
Cristina Fernández de Kirchner reapareció en un acto público después del intento de magnicidio del que fue víctima el 1 de septiembre. Ese regreso es un dato político y personal positivo. Pudo haber sido asesinada y la tenemos viva y con un discurso que entusiasmó a quienes la consideran su lideresa.
Un tema no menor es que el ámbito elegido fue un encuentro nacional de delegados metalúrgicos de la antes discutida y burocrática UOM, y ahora vista por la militancia kirchnerista casi como si fuera un soviet de Petrogrado. Ese público es el pueblo trabajador, al margen de algunos burócratas como Antonio Caló, sentado en primera fila (su presencia motivó algunos abucheos que la oradora se encargó de cortar, salvando al nefasto personaje).
Sin asumir la parte del entuerto que le corresponde, pues ella armó este decepcionante gobierno de coalición en 2019, CFK reiteró justas críticas a grupos empresarios culpables de la alta inflación. Se quejó de que hay muchos trabajadores en blanco con ingresos por debajo de la línea de pobreza. Esa línea divisoria anda hoy cerca de 150.000 pesos para una familia tipo.
La disparada de precios, que en los últimos 12 meses fue del 82 por ciento, tritura esos salarios y ni hablar las jubilaciones, pensiones, Potenciar Trabajo y otras asignaciones.
Obvio que ese no es el caso de Cristina, quien entre las dos pensiones cobra 4 millones de pesos, pero es valioso que haya llamado la atención y criticado esa situación social. Si lo hizo por sensibilidad o para quedar mejor posicionada electoralmente, esa es otra discusión. Lo importante es que puso el dedo en la llaga. Si bien sus dardos apuntaron explícitamente a la etapa de Mauricio Macri (2015-2019), también pegaron en directo en el Frente de Todos, que hoy gobierna y cuya política es bien funcional a los monopolios y el FMI.
Ese retroceso de los salarios y de la porción de la torta para los trabajadores se refleja en un informe de CIFRA: “Así, la participación de la remuneración al trabajo asalariado pasó de representar 51,8% del valor agregado en 2016 a 46,1% en 2019 y a 43,1% en 2021”.
Es verdad que “la década ganada”, o 12 años como puntualizó la vicepresidenta, eran más alegres para los asalariados. Eso no quiere decir que se vivía en el país de la Maravillas ni independiente. Como les dijo Cristina a los popes de la Bolsa de Comercio el 2 de agosto de 2012: “Los bancos y el Merval nunca ganaron tanta plata como con este Gobierno, y estoy orgullosa de formar parte de un Gobierno que posee los salarios más altos de América Latina y que propició el crecimiento de las empresas”.
Sus dichos eran ciertos, en un todo: había mejores salarios, pero sobre todo mucho crecimiento de las grandes empresas y ganancias extraordinarias de bancos. No era el paraíso de los laburantes. Lo era para el capitalismo dependiente modelo neodesarrollista. ¿Ella quiere volver a eso? Nosotros no, entre otras cosas porque hoy los balances de la Bolsa de Comercio son aún mejores que en 2012…
¿CRISTINA PRESIDENTA?
Esa consigna fue coreada por la concurrencia a Pilar, cuando el titular de la UOM, Abel Furlan, le explicaba a CFK los motivos de la invitación.
En todo el país debe haber un 30 por ciento del electorado que se sintió feliz por esa posibilidad de nominación al 2023. Ella no lo admitió ni lo dio por descartado, al decir que haría todo lo posible para que volviera la alegría de aquella década.
Unos días antes Máximo Kirchner en un reportaje con El Destape había dicho que no creía que su madre quisiera ser presidenta otra vez. Luego, en el congreso bonaerense del PJ, que él preside, en Mar del Plata, MK no tocó el tema. Sin embargo, alimentó la interna con nuevas críticas al presidente Alberto Fernández, sin nombrarlo en forma expresa.
No hacía falta que le pusiera nombre y apellido porque la guerra es casi de superficie. Fernández y sus ministros Victoria Tolosa Paz y Aníbal Fernández respondieron a las críticas diciendo que “quien critica a un compañero no es peronista” y que los K hace rato no apoyan la gestión del gobierno.
Tienen razón los dos bandos. Aciertan los kirchneristas cuando critican el plan económico como harto concesivo al acuerdo con el FMI y que trae tantos perjuicios a la población y a las expectativas de retener el gobierno el año próximo. Y aciertan los albertistas en que los K parecen ser ajenos al gobierno del Frente de Todos, porque critican “desde afuera” como si pertenecieran a la oposición.
Lo curioso es que ambos sectores coinciden en avalar la marcha del súper ministro de Economía en su acatamiento servil a los acuerdos con el FMI, aprobados en marzo gracias al voto parlamentario de esa oposición de derecha de Juntos por el Cambio. O sea, Cristina y Máximo cuestionan al presidente, y éste les devuelve los sopapos, pero todos esos púgiles avalan a Massa y por lo tanto a su mandante, Kristalina Georgieva. Y, aunque lo nieguen, este es el gran factor que acelera la pobreza, la inflación, los bajos salarios y el ajuste que sufren los argentinos.
La más contradictoria es Cristina, que viene cuestionando el ajuste desde poco antes de la derrota electoral de 2021, pero que en la UOM alabó dos veces la tarea de Massa.
Hoy no se sabe si ella será o no candidata a presidenta. Debe estar sopesando pros y contras. A lo que no renuncia es a volver a hacer lo de 2019, que reivindicó como correcto en su reaparición: armar una fórmula con otro candidato o candidata y ella o alguien de su riñón en la dupla. Es una mujer muy poco propensa a la autocrítica.
Así está la interna oficialista. En la opo de derecha también se están sacando los ojos entre halcones, cuervos y otras aves de rapiña, dirimiendo a las piñas lo que dicen preferir en las PASO.
CAPAZ QUE SEA MASSA
El ministro de Economía tuvo un respiro al ingresar 8.123 millones de dólares en el Banco Central, aunque el beneficio monetario no fue para el país sino para los 4.600 productores y sociedades anónimas que vendieron esas 13 millones de toneladas que mantenían en los silos bolsas o depósitos hasta que su extorsión del dólar soja diferencial se concretara. Y así se llevaron 406.150 millones de pesos, monto que el Estado no pone para financiar y ayudar a los 17 millones de argentinos pobres. La penúltima peor noticia para estos fue que el Refuerzo de Anses sólo irá a un millón de indigentes sin otro ingreso, y que será por sólo dos veces, por 45.000 pesos en total. Y la última peor fue dada por Tolosa Paz: no sólo no habrá más planes Potenciar sino que cuando se caiga un beneficiario no se lo reemplazará por otro. Todo al sólo efecto de cumplir con las obligaciones con el FMI. El ajuste es lo primero, lo segundo y lo tercero. Y lo cuarto también.
Massa juega con fuego, porque los temas del acuerdo con el Fondo, el ajuste, la inflación, la pobreza y otros ítem están pasando por sus manos, en tanto los otros referentes del FDT siguen discutiendo en la cubierta del Titanic. El amigo de la Embassy, en cambio, aparece lidiando con tareas propias de un gobierno en crisis y eso levanta electoralmente su figura, por más que él diga que no tiene apetencias en 2023 (no le creen, su palabra vale menos que un kilo de papas).
El súper ministro se ha reunido en Estados Unidos con los directivos del Fondo, el Banco Mundial, el BID, el Tesoro, el Departamento de Estado, asesores de la Casa Blanca, del Club de París, lobos de Wall Street, petroleras de Houston, etc.
Y en Buenos Aires lo hizo con los directivos, gerentes y dueños de monopolios de la Unión Industrial, la COPAL y pulpos de la alimentación, la Mesa de Enlace sojera, los bancos, los exportadores, las energéticas, los grandes supermercados, las automotrices, las tecnológicas y un largo etcétera.
Hasta ahora fracasó en pactar un acuerdo de precios con los grupos concentrados de alimentos y productos de limpieza. El fracaso se patentiza en que no hay ningún instrumento firmado hasta el momento. Y lo más importante, en que los precios siguen moviéndose para arriba. El lunes 14 el Indec dirá la inflación de octubre, pero todos coinciden en que será del 6.7, superior a la del mes anterior. Eso refuerza el pronóstico de que a fin de año llegará al 100 por ciento.
La derrota frente a la inflación es también frente a los monopolios que la causan. Los tres ministros (Martín Guzmán, Silvina Batakis y Massa), y los dos socios del FDT, Alberto y Cristina, repitieron como loros el verso del FMI: “la inflación es un fenómeno multicausal”. Eso era un cuarto de verdad y tres cuartos de mentira. La causa principal de la inflación son los monopolios que forman y deforman los precios, frente a un Estado que hace la vista gorda, no aplica las leyes vigentes de Defensa de la Competencia, no estatiza parte del sector ni forma empresas estatales de alimentos ni toma el control del comercio exterior.
Este gobierno no hace nada de eso. El presidente Fernández prometió el 15 de marzo pasado que tres días después comenzaba la “guerra contra la inflación”. Así dio tiempo a la remarcación y los monopolios nos rompieron el tujes. Massa sigue ese modelo. Durante octubre trascendió que negociaba con los empresarios un acuerdo de precios y el último día de ese mes lo confirmó. Sería por productos de consumo masivo y duraría cuatro meses, comenzando en diciembre. En vez de intervenir el Estado, será el consumidor quien deberá denunciar los abusos usando una APP incluso en el almacén del barrio, algo muy poco probable. Y amenaza con multas de hasta 240 millones de pesos, que para las grandes cadenas es un vuelto.
El gobierno insiste en Precios (Des) Cuidados, que supuestamente está en vigencia, pero no se nota, y ahora lanzará Precios (In) Justos en polirubros. Eso no será la guerra contra la inflación sino un poliamor con los monopolios. Ya se sabe quiénes no serán los invitados a esa fiesta y encima deberán pagarla.
