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Sin azúcar

Jorge Majfud




«En tres conferencias he tratado de abordar algunos de los temas a los que Edward [Said] y sus compañeros de lucha dedicaron gran parte de sus vidas y de sus obras. La primera fue en Beirut, en 2006, poco antes de la invasión israelí que destrozó, una vez más, gran parte de aquel país. Fue la quinta invasión en treinta años, todas con el decisivo apoyo de los Estados Unidos. La más brutal y destructiva fue en 1982, cuando Israel invadió y mató entre 15.000 y 20.000 personas. Cada acto de agresión ha tenido un pretexto; en este caso se trató de una historia inventada sobre el lanzamiento de misiles desde Galilea por parte de la OLP durante la tregua de 1981-1982, que la OLP respetó escrupulosamente a pesar de los ataques criminales de Israel en un esfuerzo evidente por obtener algún pretexto para la proyectada invasión. Como alguna vez se ha reco-nocido en Israel mismo, la invasión fue en realidad una guerra por la disputa de Cisjordania, con la intención de defenderse de las amenazas diplomáticas que habían iniciado los palestinos. La invasión «mató a casi el doble de personas que el asedio de Sarajevo, en una vigésima parte del tiempo», según el corresponsal para Medio Oriente del diario de negocios líder en el mundo. Las reacciones a los ataques serbios y al ataque israelí-americano, huelga decirlo, fueron muy diferentes, de acuerdo con la correlación casi perfecta entre el crimen y la intervención, lo de ellos y lo nuestro. La invasión de 2006 devastó los lugares que mi esposa y yo acabábamos de visitar, añadiendo para mí personalmente un dolor especial a las escenas de destrucción, allí donde habíamos sido amablemente recibidos en un raro período de paz y espe-ranza, y agregó un dolor especial a las muertes de todos aque¬llos que habíamos conocido personalmente. »

Noam Chomsky, Sin azúcar, pg. 22.

«En la invasión de 2006, la postura de Obama fue clara y explíci­ta. Durante su campaña presidencial, dos años más tarde, apoyó una resolución del senado de 2006, insistiendo en que el ataque despia­dado contra el Líbano debía continuar, y rechazó un alto al fuego has­ta que Israel estuviese a salvo de la amenaza de los misiles de Hezbolá. No hubo, sin embargo, ninguno desde que Israel evacua­ra el Líbano seis años atrás, pero fueron lanzados como respuesta a la invasión y al bombardeo sobre la población civil del Líbano. Oba­ma aceptó sin reparos la justificación de Israel para la invasión: que había sido una respuesta motivada por la captura de soldados israe­líes en la frontera, un pretexto difícil de tomar en serio bajo cualquier circunstancia, sobre todo considerando la costumbre de Israel en los últimos treinta años de secuestrar y asesinar civiles tanto en Líba­no como en alta mar, con frecuencia manteniéndolos encarcelados durante décadas, unas veces como rehenes, otras en cárceles secre­tas. En evidente contraste, Obama no pronunció una sola palabra sobre el derecho a la legítima defensa de libaneses y palestinos y de otros objetivos de la violencia israelí-norteamericana. Se podría decir que es lógico. No existe un concepto como «defen-sa justificada con­tra nuestra propia agresión, subversión o terror», puesto que se tra­ta de principios básicos de la cultura del imperialismo (que no fue inventada en Estados Unidos, obviamente).»

Noam Chomsky, Sin azúcar, pg. 24.

Jorge Majfud: Esas políticas tuvieron muchas otras consecuencias a largo plazo, ¿no?

Noam Chomsky: Por supuesto. El movimiento Sionista de la época, con su sede en Palestina, prácticamente se hizo cargo de los campos de concentración. Ellos tenían la política de que todo judío y judía de entre 17 y 35 años de edad no debía ser enviada a Occidente sino que debía ser redirigida a Palestina. De hecho, el primer estudio sobre este tema fue publicado en hebreo por un académico israelí llamado Joseph Grodzinsky. La traducción al inglés de este trabajo se tituló Good Human Material (Material humano de calidad), que es precisamente lo que ellos querían que fuese enviado a Palestina para su colonización y para un eventual conflicto que efectivamente ocurrió unos años después. Este trabajo no expresa otra cosa que un complemento de las políticas de Estados Unidos para presionar a Inglaterra a aceptar que los judíos se fuesen para allá, a Palestina, para que no vinieran aquí. El británico Ernest Bevin fue muy duro y directo sobre este tema cuando preguntó: “Si realmente ustedes quieren salvar a los judíos, ¿por qué no los aceptan en su propia tierra y por el contrario los envían a Palestina?”

(Diálogo con Chomsky en el MIT, abril 2016). Recogido en , pg. 152.




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