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Marzo 1939. Salen de España los últimos Internacionales

Negrín se trasladó a la zona republicana al objeto de organizar un esfuerzo de resistencia tendente a salvar el máximo posible de los cuadros, civiles y militares, republicanos. Posibilidades había: un ejército de varios cientos de miles de hombres, material de guerra suficiente para aguantar -no para atacar- y el puerto militar de Cartagena con el grueso de la flota. Negrín hizo un llamamiento al país, pidiendo a los españoles y a las organizaciones del Frente Popular su adhesión sin reservas, advirtiendo de las terribles consecuencias que se derivarían de la claudicación. Pero se encontró solo, sin apenas apoyos, salvo los de los sectores influidos por el Partido Comunista, quien insistió en proponer al Negrín la destitución inmediata de los jefes militares incapaces o proclives a la rendición. No lo hizo Negrín.

Por otro lado, después de la caída de Cataluña, los gobiernos francés e inglés ejercieron una fuerte presión sobre el gobierno de Negrín para que renunciara a toda resistencia. Paralelamente celebraron conversaciones con los franquistas, al objeto de reconocer al gobierno de Franco. Solo ponían una condición, eliminación o suavización de las represalias sobre los republicanos. Franco la dio, de boquilla, pero la Ley de Responsabilidades Políticas que hizo aprobar el 9 de febrero, desmentían tal promesa. Con la “conciencia tranquila”, ambos gobiernos “democráticos” publicaron el reconocimiento de Franco el 27 de febrero,

El coronel Casado, jefe del ejército del Centro, sostenía relaciones con Inglaterra, por intermedio del cónsul británico en Madrid, con el fin de acelerar el fin de la resistencia y las negociaciones para la rendición republicana. Ya puesto de acuerdo con los principales mandos militares, así como con una parte del PSOE, la CNT y otras fuerzas políticas, y con el respaldo de Francia e Inglaterra, solo quedaba encontrar la ocasión para derrocar a Negrín; la insurrección de Cartagena la ofreció en bandeja.

Miguel Buiza, jefe de la flota republicana, decidió el 3 de marzo el abandono la base de Cartagena. Los comunistas se opusieron, pero los principales mandos militares de la Base, en conjunción con la quinta columna, decidieron desobedecer la orden de Negrín de otorgar el mando de la base al teniente coronel Francisco Galán; esto dio lugar a una insurrección en la ciudad el día 4. Para sofocar el motín Negrín mandó la 206 BM al mando de Artemio Precioso, quien lo logró, aunque no pudo evitar que el almirante Buiza abandonara el puerto con la flota.

Informado Casado de estos sucesos decidió precipitar el golpe contra Negrín. En la noche del 5 de marzo anunció la destitución del Presidente legal y la constitución de un Consejo de Defensa. Tras un forcejeo telefónico para evitar el acto de fuerza, Negrín decidió abandonar España y, poco más tarde, lo hicieron los líderes comunistas. Solo algunos sectores comunistas de Madrid hicieron frente a los casadistas para defender al Gobierno legítimo, pero el cansancio de la guerra y el espejismo de un final negociado con una “paz digna” hizo que aquellos se quedaran solos. Tras ocho días de combates callejeros, los comunistas fueron derrotados (gracias al apoyo de las tropas anarquistas de Cipriano Mera), encarcelados y, algunos, fusilados.

El Consejo de Defensa comenzó el 19 de marzo conversaciones oficiales sobre el armisticio con los representantes de Franco. Este, que exigía la capitulación inmediata y sin condiciones, ordenó lanzar una ofensiva general el 26 de marzo. Dos días más tarde sus tropas ocupaban la capital y, ante la debacle republicana, Franco proclamó la Victoria el 1 de abril.

La salida de los últimos brigadistas

Según Castells los restos de la misión soviética -solo unos 50 hombres- ya habían regresado a su país a mediados de marzo. En la zona Centro-Sur republicana, sobre todo en las ciudades donde se mantenían las delegaciones de las BI, quedaban varias decenas de voluntarios internacionales que no habían pasado en enero a la zona catalana. En Valencia, y formada principalmente por italianos, estaba la principal delegación de las BI tras la salida de los últimos voluntarios el 9 de febrero de 1939. En Madrid, en la delegación de la calle Velázquez 63, también se mantenían algunos Internacionales, entre ellos los que mantenían las emisiones radiofónicas en lenguas extranjeras. Entre ellos se encontraba el checoeslovaco Laco Holdos, excomandante de la Batería Gotwald. Artur London menciona sus últimos días en España en su libro La Confesión:

“Laco había aceptado en 1939, la proposición de Giuliano Pajetta, adjunto de Luigi Longo… de asegurar las emisiones en lengua eslovaca de la estación de radio de Aranjuez, cerca de Madrid. Como la retirada de los voluntarios de España, ya había sido decidida por la SDN y aceptada por el Gobierno Republicano, Laco había sido documentado con papeles de identidad españoles. Fue detenido y encarcelado en Madrid, bajo la inculpación de espionaje, porque la unidad mencionada en sus papeles era inexistente. En esa ciudad, que él había defendido con su amigo Josef Majek, caído a su lado en los combates de la Ciudad Universitaria en noviembre de 1936, Jaime Gunter Coll —ese era su nombre falso— esperaba ser fusilado por negarse a explicar por qué había sido capturado en la zona central y quién le había procurado los papeles falsos, Se salvó por los pelos, por un jefe militar anarquista que le había conocido cuando él era comandante de la batería Gottwald, en el frente de Levante.

Liberado finalmente, fue enviado a Valencia donde llegó a ser responsable de un grupo de voluntarios extranjeros que esperaban su repatriación… Holdos estableció contacto con el Partido Comunista de Valencia, para ayudar a salvar a los cuadros militares y políticos del Partido Comunista Español, contra los cuales se había organizado una verdadera caza del hombre… Lacos consiguió introducir -con falsas identidades de voluntarios internacionales- varios hombres y mujeres en el cuartel que ocupaba con su grupo. Habían alcanzado, en condiciones dramáticas, el muelle del puerto de Alicante y consiguieron embarcarse, todos, en el último barco que zarpaba, el Stanbroock, bajo pabellón inglés. Así fue como Laco y sus camaradas abandonaron España, mientras que los aviones italianos lanzaban sus últimas bombas sobre el puerto; y así fue como llegaron a un campo de internamiento en África del Norte».



El pequeño barco Stanbrook pudo transportar a Orán a más de 3000 exiliados españoles e Interacionales.

Efectivamente, siguiendo a Castells, “…en Alicante, el argentino Juan José Real, con un pequeño grupo, y Ladislav Holdos, con unos treinta checoslovacos y algunos yugoslavos de la batería Klement Gottwald, lograron embarcarse en la pequeña nave Stanbrook, enviada por la II Internacional para poder evacuar a los militantes políticos y sindicales más comprometidos. Fue la última oportunidad. Otros tuvieron menos suerte. En el puerto… se apiñaban unos 12.000 hombres, la mayoría con armas, acorralados… Pero los fascistas del CTV extendieron a lo largo del puerto un cinturón de seguridad, reforzado con armas automáticas y artillería. Entonces, les conminaron a la rendición. Hubo suicidios… Entre los detenidos figuraban algunos interbrigadistas rezagados y el diputado Charles Tillon… La mañana del día primero de abril todo había terminado”.

El Stanbrook llegó a Orán con más de 3000 exiliados a bordo. Las autoridades francesas solo permitieron, tras arduas negociaciones, desembarcar a las mujeres y niños. Los hombres tuvieron que quedarse en el barco varias semanas. Después fueron llevados a los campos de concentración instalados en Djelfa y otros lugares de Argelia.

Los Interbrigadistas en los campos de concentración franceses

Como ya se vio en el artículo anterior (Febrero de 1939), varios miles de los voluntarios a los que el gobierno francés no había dejado pasar entre diciembre de 1938 y enero de 1939, tuvieron que cruzar la frontera entre el 6 y 9 de febrero, para ser finalmente aherrojados en los degradantes campos de concentración de la costa francesa o de los Pirineos. Algunos pudieron ir saliendo gracias a las gestiones de las organizaciones de izquierda y otras organizaciones de ayuda humanitaria (por ejemplo, el Socorro Suizo, Cruz roja, los Cuáqueros…).





Brigadistas en el campo de concentración de Gurs

Finalmente, desde abril de 1939 el gobierno francés tendió a concentrar la gran mayoría de voluntarios en el campo de Gurs, ya con instalaciones carcelarias más regulares dentro del mundo concentracionario. Por él pasaron más de 24.000 prisioneros llegados de España, entre ellos 6.808 brigadistas. Por otro lado, las autoridades francesas se afianzaron en la idea de reservar el campo de Vernet para los voluntarios considerados más peligrosos. Fue allí donde permanecieron más tiempo internados, mientras que en Gurs unos fueron saliendo en los siguientes meses (de Latinoamérica y otros países), mientras que otros lograron escapar gracias a las ayudas de los Partidos Comunistas (francés, italiano, alemán). El comienzo de la guerra mundial y la derrota francesa facilitó esta huida, pero todavía quedaron muchos que pasaron al control del gobierno colaboracionista de Vichy, el cual no dudó en entregar a muchos prisioneros italianos, alemanes, o de otros países invadidos por el Eje, a las autoridades fascistas italianas y alemanas, terminando en campos de concentración y/o exterminio. (Ver el artículo de Esteban González y Rosa Ríos).

Otra parte de los internados en campos fueron obligados a pasar a los campos de concentración franceses del norte de Africa, sobre todo en Argelia. Escribe Laurent Perpigna Iban: “La mano de obra es ideal: las Agrupaciones de Trabajadores Extranjeros (Groupements de Travailleurs Étrangers, GTE, sucesores de los CTE) disponen de un marco legislativo represivo, una sutil alianza entre el colonialismo y el fascismo. En Marruecos, Túnez y Argelia se crean campos de internamiento. Pero los republicanos españoles no son los únicos que serán enviados a las diferentes construcciones: “Desde los campos franceses, como el de Vernet, serán deportados a los de África del Norte, en barco, anarquistas y comunistas franceses, miembros de las Brigadas Internacionales y personas con perfiles muy diversos. Para Vichy, ‘se trata de boca inútiles y de brazos necesarios’, explica Peter Gaida.”



Brigadistas yugoslavos en el campo de Le Vernet. Kosta Nad, señalado con flecha, fue uno de los cuatro ex-brigadistas que dirigió un Cuerpo de Ejército partisano en la guerra de Liberación Nacional de Yugoslavia

Durante los años de la ocupación nazi, buena parte de los interbrigadistas se unieron a los movimientos de Resistencia en casi todos los países europeos, sobre todo en Francia. En Italia y Yugoslavia aportaron su experiencia militar adquirida en España y se convirtieron en líderes de los grupos partisanos que derrotaron a las fuerzas nazi-fascistas.

Los Interbrigadistas en los campos de concentración de la España franquista

Aunque, como ya se ha dicho en otra ocasión, el procedimiento habitual del ejército franquista era fusilar a los prisioneros internacionales capturados (la excepción fue el grupo de británicos apresados junto a la Colina del Suicidio en febrero de 1937), desde marzo de 1938 la cosa cambió. Muchos de los prisioneros tomados en ese mes y siguiente fueron llevados al campo de San Pedro de Cardeña, donde llegaron a juntarse unos 700 brigadistas. Hay un relato del irlandés Bob Doyle sobre su experiencia carcelaria y su liberación a principios de 1939.

Sobre este tema A. Castells escribe: “A finales de octubre de 1938 fueron libertados 40 prisioneros británicos de las BI y en diciembre el Comité de Socorro de los Prisioneros de la Guerra de España publicó un Libro Blanco, completado con un anexo aparecido en febrero de 1939. Este organismo había conseguido la libertad de 100 ingleses, 95 franceses, 85 canadienses y 11 suizos, y afirmaba que al terminar la guerra aún existían más de 500 prisioneros de diferentes países detenidos en San Pedro de Cardeña, Valdenoceda, Zaragoza, Barcelona, Santander y Huesca. Entre ellos había 124 alemanes, 16 americanos, 5 argentinos, 1 búlgaro, 1 chino, 1 cubano, 9 daneses, 4 estonios, 32 franceses, 25 italianos, 12 noruegos, 28 polacos, 1 rumano, 1 mexicano, 14 suecos, 9 checoslovacos y 5 yugoslavos; la lista aparecía encabezada por Agard”. [1] En agosto de 1939 fueron liberados 11 norteamericanos, quedando así solo 8 en diversas cárceles; entre estos últimos, soltados en marzo de 1940, estaba el aviador Harold E. Dahl. El mismo Castells dice que la Gestapo se llevó, de la cárcel de Palencia a prisioneros alemanes en varios camiones, lo que indica que fueron varias decenas de ellos.

En 1942 todavía quedaban internacionales en San Juan de Mozarrifar y Torrero (Zaragoza), y en 1943, en Valdenoceda y Miranda de Ebro. En el hospital penitenciario de Guernica fallecieron cuatro brigadistas: el americano Raymond Epailly Howard (California), el polaco judio Wincenty Pazdzior, el cubano Enrique Rafael Acosta y el portugués José Dasilva Rodriguez.

El mejor estudio sobre el destino de estos centenares de voluntarios ha sido escrito por el Director Técnico de AGMG, Francisco Javier López Jiménez: “Los Expedientes de los Brigadistas Internacionales conservados en el Archivo General Militar de Guadalajara”. El artículo puede leerse en el libro, publicado por el CEDOBI, Al lado del Gobierno republicano. Los brigadistas de Europa del Este en la guerra civil española, descargable en pdf. Además de bucear en los expedientes de los brigadistas condenados (a muerte u otras penas) por la Comisión Central de Penas, el autor analiza los casos de los Brigadistas en la serie “Extranjeros”, los Brigadistas que pasaron por el campo de Miranda de Ebro: a finales de 1941, afirma, había 147 en el campo, de los cuales la mayor parte serían liberados en 1943 debido al vuelco en la guerra a favor de los aliados. Así, en junio se repatriaba, tras cinco y seis años de cautiverio, a los últimos veintisiete brigadistas que quedaban allí. Hubo también brigadistas en los Batallones Disciplinarios de Trabajadores de Belchite, Palencia, Cervera, Figueras y San Pedro de Cardeña. El artículo de López Jiménez adjunta, al final, un anexo con los datos básicos de los expedientes de 349 Brigadistas que constan en el AGMG.

Todos fueron sometidos a duras condiciones de castigo, lo que supuso la muerte en ellos de, al menos, 14 internacionales documentadas, aunque las cifras reales fueron superiores. Algunos pudieron escapar, otros fueron liberados a instancias de las Embajadas, de sus familiares o de otras organizaciones de ayuda humanitaria y un número indeterminado murió debido a las condiciones infrahumanos del encierro. De los que pudieron salir, algunos (como el holandés Herman Scherboom) se enrolaron en las unidades de combate contra el nazi-fascismo. La mayoría de ellos mantuvieron durante su vida los ideales que les habían llevado a combatir en España.

[1] Según Castells, citando a Valter Roman, jefe de la artillería de la XV BI que le sustituyó, Agard “era de ideología fascista y se encontraba viviendo cómodamente en Burgos”. Esta afirmación no está suficientemente contrastada.

Comisión histórica de la AABI




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