OPINIÓN de Amy Goodman, Denis Moynihan.- El 6 de septiembre de 2017, mientras Houston se recuperaba del huracán Harvey y millones de personas en Florida y el Caribe se preparaban para el huracán Irma, la tormenta más poderosa registrada en la historia en las costas del Océano Atlántico, el presidente Donald Trump viajó a Mandan, Dakota del Norte, y dio un discurso frente a una refinería de petróleo en el que elogió el papel de su gobierno en la reducción de protecciones ambientales y en la defensa de la industria de los combustibles fósiles. Alabó la construcción de los oleoductos Dakota Access y Keystone XL, y se jactó de haberse retirado del acuerdo climático de París.