Por Gustavo Duch Estaban. Nos mentían quienes les proclamaban como reyes de la indiferencia y el pasotismo. Ya salen de sus escondites dónde tomaban fuerzas y planeaban estrategias. Conocen. Nos engañaban quienes decían que no entendían de democracia, legalidad y política. Que sabían mucho del fuera de juego futbolístico y nada del juego político. Colectivizan. Nos decían que eran las generaciones del yo, yo y sólo yo. Que las pantallas táctiles, los facebook y los tuiters los deshumaniza. Pero resulta que les conecta -a la velocidad del mundo de hoy- uno, con otro, con otro, hasta el infinito. Coinciden. Una mirada cómplice, una mochila de trekking y pulseras hippies en las muñecas son suficiente para reconocerse. Es su uniforme secreto y anónimo. Y son muchas y muchos. Saben. Se organizan en espontaneas asambleas donde todas y todos pueden hablar, opinar y proponer. Se entienden sin chillar y sin faltar al respeto. Parlamentos populares donde reina el orden sin guardaespa