Por Gustavo Duch Desde la indómita Patagonia, al Sur de los sures, Magdalena Rosas junto a más de 600 mujeres se organizan para frenar -no saben cómo pero saben por qué- la construcción de cinco represas hidroeléctricas que el capitalismo italiano, español (Endesa) y chileno han diseñado para abastecer de corriente continua a sus bolsillos. «El día 9 de mayo –explica- esta tierra cambió para siempre se hagan o no se hagan las represas. Cambió porque dos hermanos se encontraron frente a frente, uno votando a favor de las megacentrales, mientras el otro era detenido por la policía. Cambió porque probamos por primera vez en la historia de nuestra ciudad, manguerazos que pican los ojos y cierran la garganta. Pero no nuestras voces. «Nos paramos frente al vehículo de la policía con manos en alto. Yo no sabía que tiran agua con químicos, y el chorro de agua envenenada entró quemándonos la cara y los ojos. ¿Fue esa la irritación que me ha querido brotar las lágrimas? Las tengo atra