En la corte de Felipe IV resultaba evidente que la pintura era un lenguaje internacional, que apenas conocía fronteras locales. Es en ese contexto internacional en el que se entiende mejor el arte de Velázquez, sobre todo a partir de 1623. Las obras que más le influyeron fueron las de artistas muy bien representados en las colecciones reales, como Tiziano, Tintoretto o Rubens, y una de sus principales experiencias formativas fue su viaje a Roma en 1629, donde entró en contacto con el arte antiguo y renacentista y con los pintores modernos. Juan Martínez Montañés Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Hacia 1635. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Prado