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Alimentar el planeta: el desafío de la Exposición Universal de Milán

¿Cómo alimentar el planeta? Durante seis meses, la Exposición Universal, que abrió sus puertas en Milán el 1 de mayo, confronta las proposiciones de 140 países participantes. El reto es enorme. En 2050, en el planeta habrá 9 000 millones de seres humanos, casi dos mil millones más que hoy en día. Eso sí, ya cada año, 805 millones de personas pasan hambre

•elmercuriodigital ▫ Laetitia Van Eeckhout.- El tema del evento milanés que acaba de inaugurarse es el de la «seguridad alimentaria». Entre partidarios de sistemas de producción locales y promotores de la intensificación de los monocultivos, el debate está servido bajo el tema «agricultura climáticamente inteligente».

¿Cómo alimentar el planeta? Durante seis meses, la Exposición Universal, que abrió sus puertas en Milán el 1 de mayo, confronta las proposiciones de 140 países participantes. El reto es enorme. En 2050, en el planeta habrá 9 000 millones de seres humanos, casi dos mil millones más que hoy en día. Eso sí, ya cada año, 805 millones de personas pasan hambre.


El reto es aún mayor cuando el cambio climático incrementa la vulnerabilidad de la agricultura. Sequías, lluvias cada vez más irregulares, inundaciones, alteraciones de los ecosistemas y ciclones más frecuentes que debilitan un poco más las zonas tropicales ya vulnerables. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, de aquí a 2080, 600 millones de personas más podrían padecer inseguridad alimentaria cada año debido al cambio climático.

Dos visiones de la agricultura se enfrentan para alimentar el planeta. En el seno de la comunidad científica, pero también en las instituciones internacionales, se cree que es necesaria una transición hacia un nuevo modelo agrícola (basado en los policultivos y en la rotación, más que en el monocultivo) que utilice al máximo los procesos ecológicos para luchar contra las especies invasoras y estimular la vida de los suelos. Por el contrario, los grandes productores y los agromíquicos mantienen que la seguridad alimentaria pasa por el simple aumento de la producción agrícola y defienden una intensificación de los monocultivos de plantas genéticamente modificadas.

Europa se encuentra en pleno debate acerca de si la seguridad alimentaria pasa por el desarrollo de las biotecnologías. Pero para Franz Fischler, antiguo comisario europeo de Agricultura y director del Comité científico europeo de la Exposición Universal, no se debería cerrar la puerta a la investigación en este ámbito: «Es evidente que tenemos que mirar en todas las direcciones para mejorar la producción de manera duradera. Y, en este contexto, las biotecnologías representan un papel fundamental. Y no solamente en la producción, también en el almacenaje o en la reducción de residuos», afirmaba el 15 de abril mientras presentaba el debate científico sobre los medios para alimentar el planeta; debate realizado online por la Comisión Europea con motivo de la Exposición de Milán.

La sociedad civil del Sur –ONG y organizaciones de productores– se inquieta por las «falsas soluciones». «Es necesario invertir en la agricultura familiar, no en el agronegocio», insiste Ali Abdou Bonguere. «En los países del Sur, el agronegocio se traduce en el desarrollo de grandes monocultivos y en el acaparamiento de tierras por parte de inversores internacionales en detrimento de los pequeños agricultores. La agricultura familiar garantiza hoy en día el 75% de las necesidades alimentarias mundiales».

«En las zonas en donde predomina la pequeña agricultura, la intensificación convencional de los cultivos, que siempre exige más agua, abonos y pesticidas, puede acarrear problemas medioambientales más graves que en los países desarrollados», añade Bruno Dorin, un buen conocedor de la agricultura asiática afincado en Nueva Delhi y perteneciente al CIRAD, el Centro de cooperación internacional de investigación agronómica para el desarrollo.

Y el investigador insiste: «Allí en donde la agricultura es a pequeña escala, la agroecología puede ser particularmente competente. Efectivamente, se trata de encontrar las combinaciones de especies vegetales y animales que mejor provecho saquen a los ecosistemas locales, que maximicen la fotosíntesis y que mejoren la calidad de los suelos y las aguas. Ese modo de cultivo ecológico, que puede ser al menos tan productivo como la agricultura industrial, es mucho más resistente a los choques climáticos, pero también a los económicos, ya que depende en un grado mucho menor de las fuentes no renovables y costosas, como los fertilizantes sintéticos fabricados a partir de energía fósil».

La sociedad civil del Sur solicita que la convención, que debería adoptarse en diciembre en París, durante la Conferencia universal sobre el Cambio Climático (COP 21), reconozca «explícitamente» el efecto del cambio climático sobre el hambre en el mundo y se comprometa a tomar medidas eficaces de adaptación y atenuación.
«Sector clave para la seguridad alimentaria, la agricultura africana es la que menos CO2 emite, pero la más afectada por los desajustes climáticos», insiste el togolés Joseph Kogbe, coordinador de Réseau climat et développement [Red clima y desarrollo], una organización que concentra a 80 asociaciones de África.

En Ginebra, durante la sesión preparatoria de la COP 21 en febrero, la expresión «seguridad alimentaria» apareció por primera vez en el texto que se elaboraba, e incluso se anotó en el preámbulo. Pero nada asegura que vaya a figurar en el acuerdo final. Las ONG se mantienen en guardia, ya que se había considerado utilizar el concepto «agricultura climáticamente inteligente».

Promovido en 2009 por la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, este concepto intenta poner en relieve el triple desafío de la seguridad alimentaria, la adaptación de la agricultura al cambio climático y la atenuación del mismo (reducción de emisiones o almacenaje de carbono). Sin embargo, suscita grandes controversias y críticas por parte de las grandes ONG internacionales. «Con este concepto, se abstienen de decantarse verdaderamente por un modelo agrícola. El perímetro de las acciones promovidas integra prácticas ampliamente cuestionadas como la utilización de organismos genéticamente modificados o pesticidas y abonos químicos», observa Peggy Pascal, encargado de la defensa en Acción contra el Hambre.
El temor de las ONG: que no se centren en consolidar el tejido productivo de los pequeños productores y que la «agricultura climáticamente inteligente» sólo sea un medio para que los grandes inversores privados puedan hacerse un nombre a buen precio.

http://farmlandgrab.org/post/view/24886
Traducido por Sara Martínez Ares




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