OPINIÓN de Amy Goodman El 23 de marzo, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, hizo un importante llamamiento: “Nuestro mundo se enfrenta a un enemigo común: la Covid-19. Al virus no le importa la nacionalidad o el origen étnico, la facción o la fe. Ataca a todos implacablemente. Mientras tanto, los conflictos armados continúan arrasando pueblos de todo el mundo […] La furia del virus ilustra el sinsentido de la guerra. Es por eso que hoy pido un alto el fuego en todos los rincones del mundo. Es hora de poner en confinamiento el conflicto armado y enfocarnos juntos en la verdadera batalla de nuestras vidas”. La petición del secretario general de la ONU ha cosechado algunos resultados positivos. El 3 de abril, Guterres informó que se había acordado el alto al fuego en Camerún, República Centroafricana, Colombia, Libia, Birmania, Filipinas, Sudán del Sur, Sudán, Siria, Ucrania y Yemen. Documentar la existencia real de un alto el fuego es alg