OPINIÓN de Antonio Hermosa Un retoño de Mubarak u otro de los Hermanos Musulmanes: entre ambos polos –bien que desiguales en autoridad y poder- del ancien règime debía decantarse la elección del pueblo egipcio por su futuro presidente. ¡ Para ese viaje no necesitábamos alforjas revolucionarias !, habrán pensado las decenas de miles de personas que un año y medio atrás atestaban la Plaza Tahrir , cuando la incertidumbre del porvenir, tanto personal como del país, era lo único seguro y donde no estaban presentes los que hace unos días también la llenaban –los partidarios del hoy ganador-, cuando parecía que el golpe de Estado se consumaba y el candidato del ejército sería nombrado Presidente. Una sorpresa contenida en la sorpresa fue el delgado número de votos que decidieron la elección. Había sido un clamor sin duda acentuado por el contexto y ampliado por lo inesperado, un clamor que ya no exigía sólo pan, sino que, al socaire de su primera manifestación en Túnez, reclamab