Claudia Rafael y Silvana Melo. (APe).- Son nenas. Chiquitas. Muertas a golpes, a cuchilladas, a hachazos, a balazos. Ultrajadas, violadas, quemadas, estranguladas. De una puñalada, de diez, de dieciocho, de cuarenta y nueve, de ciento diecisiete. El padre, el padrastro, el novio, el ex novio, el marido, el ex marido, el vecino, el hermano, el policía, el penitenciario, el prefecto, el transa. Son bebés, nenas, chicas que sueñan. Tienen cuatro, seis u once meses, como Giuliana, Paloma o Mía. Apenas 2 años, 3, como Alma o Sofía; 4 como Camila o Nicol, 7 como Milagros y Yenifer. Son chiquitas. Tienen miedo. Usan pañales y toman la teta o ya se paran a bailar delante del espejo. Tienen 11, como Candela, Yasmín o Milagros. Que ya van a hacer mandados solas. Tienen 14 como Florencia o Chiara. Y menstrúan en esa señal que, décadas atrás, recibía la felicitación familiar con un “sos señorita”. Tienen 16, como Cintia, Lucía o Gisela. Y salen a bailar, se miran al espejo para maquillarse y