Durante horas, el coche del Secretario General de la ONU, António Guterres, se había desplazado por una carretera sinuosa, que se abría ante un paisaje árido, pero en una última curva, unos cientos de metros más arriba de una colina, la vista fuera de su ventanilla estalla en una miríada de tonalidades verdes, a medida que aparecen a la vista pequeñas terrazas sostenidas por muros de piedra, llenas de plataneros, palmeras y caña de azúcar, con plateadas corrientes de agua parpadeando en la distancia. El exuberante valle del Paúl se encuentra en la montañosa isla de Santo Antão, la más occidental de Cabo Verde, y representa un oasis en un archipiélago donde sólo el 10% de la tierra es cultivable. De esa superficie, ya de por sí pequeña, cerca del 18% se perdió entre los años 2000 y 2020. Cuando Guterres visitó una de las terrazas, en el segundo día de su visita al país, fue recibido por un grupo de agricultores. Junto a ellos, una experta de la Organización de las Naciones Unidas p