OPINIÓN de Atenea Acevedo Leí con interés de feminista, traductora y docente de talleres sobre lenguaje incluyente el informe de Ignacio Bosque titulado «Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer», cuya publicación a principios de este mes puso nuevamente sobre la mesa un debate que se esperaría rancio por innecesario en sociedades encaminadas hacia una auténtica democracia, y seguí con curiosidad sus repercusiones en distintos medios. Si bien la reacción más ostentosa es el llamado «Manifiesto de apoyo» al lingüista que ya cuenta con más de 500 firmas, los comentarios en blogs y periódicos, así como en listas de correo de profesionales de la lengua obligan a una reflexión crucial para atender la desigualdad y el uso del lenguaje para perpetrarla y perpetuarla. Lo primero que se advierte es la escasa capacidad de disentir con respeto y cortesía; la descalificación y la diatriba, expresadas de manera culta o vulgar, marcan el tono de la mayoría de los intercambios. El segundo