OPINIÓN de Rafael García Almarzán Si hay algo de lo que no se parará de hablar hoy, y probablemente en días sucesivos, es de fútbol. Un deporte que puede ser un bello espectáculo y que se ha convertido en un mercadeo que mueve cifras impúdicas. A pesar de que reconozco que me gusta ver un buen partido, no soy un seguidor capaz de conocer los pormenores de este deporte. Hoy me interesa menos que ayer y lo considero cada vez menos deporte, aunque siga siendo un espectáculo. Y es que el fútbol está contaminado. Totalmente contaminado por este sistema, en el que se apoya y del que ha inoculado sus vicios. Hoy el fútbol es un gran negocio, donde los beneficiarios se forran de una forma exagerada. Esto viene al caso porque la crisis que nos acucia parece no haberle hecho mella. Y ahí sigue como si no fuera con él. Hoy, más que nunca, sirve al poder y le sirve para que actúe como cortina de humo. Es difícil poder explicar racionalmente que un partido de fútbol, donde ha jugado España, haya s