OPINIÓN de Ilka Oliva Corado .- Cuando nos envuelve la nostalgia escuchando Luna de Xelajú, la chirimía y el tum, o cuando nos maravillamos con los gigantescos barriletes de Santiago Sacatepéquez. Cuando los multicolores de las vestimentas de los Pueblos Originarios nos dejan sin voz, anonadados; de pronto nos entra un no sé qué muy parecido a un orgullo por la Guatemala multicultural. Es lo que exportamos: algo a lo que llamaron folclore.