OPINIÓN de Carlos Fermín .- Es imposible no caer en la tentación de las refrescantes bebidas carbonatadas y energizantes, que mediante una gran dosis de sustancias químicas tóxicas, hidratan nuestro cuerpo en épocas de calor, vitalizan la mente para cumplir con las actividades rutinarias y hasta nos regalan un par de alas, buscando que suframos el abismo de la diabetes, de la hipertensión y de la muerte. Me pregunto ¿Quién puede resistirse a beber una Coca Cola bien fría y con bastante hielo? Ya sea estando en la casa, en la oficina o en la universidad, es un dulce pecado que todos estamos dispuestos a cometer y a compartir con los hermanos, tíos, abuelos, primos y sobrinos. No hay remordimiento de conciencia por cada uno de los grandes eructos que glorifican la ingesta del refresco. Sin embargo, jamás pensamos en los daños colaterales que trae consigo el uso y abuso de la poción mágica, la cual genera una terrible efervescencia en sus víctimas de carne y hueso. Con un arsenal de ca